Dom 09.05.2010

SOCIEDAD  › RELATOS DE FAMILIAS LESBIANAS Y LAS DISCRIMINACIONES QUE SIGUEN SUFRIENDO

Historias de mujeres

No poder casarse es un problema que trasciende la intimidad de las personas y hace a la interacción –legal, institucional, cotidiana– con la sociedad y el Estado. Y que genera todo tipo de problemas reales, abusivos, discriminatorios.

› Por Sonia Santoro

A pocos días del festejo que explotó en la madrugada del jueves, cuando la reforma que permite el casamiento entre personas del mismo sexo fue aprobada por la Cámara de Diputados, la euforia va dando paso a las reflexiones por lo conseguido y por lo que falta por obtener: que la Cámara de Senadores apruebe la ley que tanto puede afectar la vida de la comunidad glttb. Historias de gays y lesbianas que han vivido y continúan sufriendo múltiples discriminaciones por no poder casarse, ayudan a entender por qué es importante que el Senado vote a favor.

Mercedes Monjaime está en pareja hace 15 años con otra mujer. Hace ocho, tuvieron una hija, que se gestó en el cuerpo de la segunda. Las preocupaciones más fuertes para ellas tienen que ver con los derechos que su hija tiene negados por formar parte de una pareja no reconocida legalmente. “No estar casadas nos perjudica en que por ejemplo si una de nosotras fallece, la criatura y nosotras no tenemos garantizada la continuidad del vínculo”, dice Monjaime. Además, enumera los problemas que tienen los hijos e hijas en relación con su madre no biológica: “Los niños no tienen garantizada la herencia si su mamá no biológica falleciera, la licencia que nos permita cuidarlos cuando están enfermos, no tienen garantizadas nuestras obras sociales, la pensión, los permisos de ingresos a terapias intensivas, la posibilidad de viajar fuera del país con ellos; no tienen garantizadas las continuidades de los vínculos en casos de separación. Esos son los derechos básicos necesarios para poder vivir y es lo que pedimos que se garantice”.

Esta ley, dice, daría el marco legal necesario para que se reconozcan los derechos de una realidad que muchas parejas viven desde hace años: “Con el matrimonio no se habilita la existencia de nuestras familias, ya existíamos. Nuestros hijos no dejan de existir porque no salga la ley de matrimonio, simplemente tienen menos derechos que el resto de sus compañeros y amiguitos. Cuando los diputados en contra sostienen la preocupación por los niños y niñas, no se dan cuenta que se les vulneran a nuestros hijos e hijas sus derechos en la actualidad”.

Situación similar es la que vive Andrea Majul, que hace 18 años está en pareja con Silvina. Con ella tuvieron trillizos hace dos años y medio y las implicancias en la vida cotidiana se ven en cosas hasta mínimas: “Yo los retiro del colegio autorizada por Silvina, como si fuera un vecino, un abuelo”, ejemplifica.

El voto positivo del Senado implicaría para ella “una diferencia abismal dentro de la vida cotidiana y de las preocupaciones. Está siempre esa duda de ver en caso de que nos pase algo a alguna, cómo queda la situación de los chicos... En realidad vivís como una serie de incertidumbres innecesarias”.

Para Ramona Arévalo y Norma Castillo, gran parte de las incertidumbres se terminaron hace exactamente un mes, el 9 de abril, cuando después de décadas de convivencia se pudieron casar, convirtiéndose así en las primeras mujeres en lograrlo –lucha judicial mediante–. ¿Qué cambió desde entonces? “Estamos más contentas porque pudimos hacer el matrimonio que nos beneficia mucho en la igualdad, en los beneficios sociales, que son para las dos. Una no tiene la vida comprada, cualquier cosa puede pasarnos. Y como ha sucedido en otras parejas, si se muere uno, a veces vienen los parientes y le echan a la calle y le quitan todo al otro; en vez teniendo un matrimonio legalizado no nos pueden sacar así nomás a la calle como si fuéramos un trapo. Eso es lo que nos alegra de lo que está pasando.”

La suya fue una historia con final feliz, que tuvo hasta un festejo brindado por sus vecinos de Parque Chas. Pero muchas veces las cosas toman otro cariz. En 2008, cuando murió Eduardo Bergara Leumann, su pareja durante casi 30 años, Daniel Angelone, contó en los medios que los familiares del artista lo dejaron en la calle. En estos días además se pudo oír en algunas radios a Pepito Cibrián diciendo que en cuanto se apruebe la ley se casará por fin y que espera también poder adoptar, algo que desea desde hace tiempo.

Para Diana Cordero las trabas sobrevienen aun habiendo contraído matrimonio en Canadá con su pareja española. “Nos casamos en el 2008 y vinimos acá el año pasado. Presentamos trámites ante Migraciones para pedir la residencia como cónyuge. Fue denegada después de bastantes meses, hemos pedido una reconsideración de la medida y no nos han respondido. Hemos pedido también la homologación del casamiento ante el juzgado, lo denegaron y apelamos. En este momento mi compañera está con un permiso transitorio de 60 días. Falta menos de un mes para que se venza. Entonces estamos pendientes de la respuesta de Migraciones”, relata.

A su pareja nadie le da trabajo porque no tiene documentos, con lo cual la situación económica de ambas es bastante complicada. Pero además, dice, “tenemos muchísima inseguridad en cuanto a la construcción de la vida, la proyección, cómo te estableces. Desde lo anímico, desde lo que hace a mirar hacia el futuro, es muy angustiante”.

Por todo esto esperan con muchas ganas lo que suceda en el Congreso. La aprobación de la ley, dice Cordero, “sería una solución frente a tantas situaciones de injusticias respecto a darnos un estatus legal para poder vivir como ciudadanos y ciudadanas de primera. Yo me veo vulnerada en mis derechos porque siendo argentina me están impidiendo residir, porque el Estado argentino dice que mi compañera se tiene que ir a España”.

Carlos Alvarez y Martín Canevaro lograron casarse el 15 de marzo, luego de presentar un amparo ante la Justicia. Canevaro está convencido de que si se aprueba esta ley va a tener consecuencias no sólo jurídicas sino sociales para la sociedad entera. “En primer término en nuestra comunidad es un mensaje para los más jóvenes, varones y mujeres trans, gays, lesbianas... les viene a decir que este país no los condena a vivir en un armario, a vivir con miedo, a sufrir discriminación en la escuela, en el trabajo y hasta en su propia casa. Va a traer una enorme tranquilidad y felicidad a personas de nuestra comunidad y a todo el mundo.”

Tal vez sea su experiencia o su militancia, donde se cruzan deseos personales y políticos, las que le permiten ser auspicioso sobre el futuro de esta ley. El lo resume así: “Ojalá que los senadores quieran ver un poco más allá de lo que tienen en primer plano. Yo creo que los que votaron en contra en Diputados, dentro de un tiempo se van a sentir avergonzados. La política tiene la posibilidad de reconciliarse con la sociedad y creo que esta vez lo va a saldar”.

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