SOCIEDAD › CONSECUENCIAS DE LA LEGALIZACIóN DEL ABORTO EN MéXICO DF
La investigadora Ana Amuchástegui revela los efectos positivos para las mujeres de la norma sancionada hace tres años.
› Por Mariana Carbajal
La legalización del aborto en la ciudad de México generó efectos “muy buenos” para las mujeres: en primer lugar, les dio seguridad y tranquilidad, y a la vez “redujo el miedo, la culpa y el estigma” asociados a la interrupción voluntaria de un embarazo, enumera la mexicana Ana Amuchástegui, psicóloga social e investigadora de la Universidad Metropolitana del Distrito Federal, quien llevó adelante un estudio cualitativo sobre las consecuencias en la subjetividad femenina de la reforma legal que cumple por estos días tres años y que despenalizó el aborto durante las primeras 12 semanas de gestación. Desde que entró en vigencia, a fines de abril de 2007, casi 40 mil mujeres del DF y de otros estados del país han interrumpido sus embarazos sin complicaciones y en condiciones seguras en hospitales públicos de la capital mexicana. En una entrevista con Página/12, Amuchástegui reveló los hallazgos de su investigación.
La charla transcurre en el luminoso café del Malba, en Palermo. La tarde es soleada. Por la mañana, Amuchástegui visitó el Museo de la ESMA junto a un grupo de investigadoras e investigadores, intelectuales y activistas de numerosos países de América latina, Africa y Asia, que llegaron a Buenos Aires para participar de un encuentro organizado por el Instituto Gino Germani-UBA y el Cedes, para debatir los lazos entre sexualidades, género, política, derechos, movimientos sociales, salud y desigualdades estructurales. Todavía está impresionada por el recorrido por el edificio que albergó al emblemático centro clandestino de detención. Luego de la entrevista, tiene previsto un paseo más relajado: piensa disfrutar de las colecciones del Museo de Arte Latinoamericano.
Desde mediados de los ’90, Amuchástegui trabaja sobre el proceso subjetivo asociado a los derechos sexuales y reproductivos. La pregunta que se ha hecho desde hace 15 años es cómo la gente reconoce que la sexualidad y la reproducción son materia de derechos. Realizó entrevistas a activistas gays, a militares viviendo con VIH que fueron expulsados por esa razón del Ejército, a mujeres de sectores populares, entre otros grupos. En cuanto se despenalizó el aborto en el Distrito Federal, empezó a entrevistar a mujeres que iban a realizarse una interrupción legal de embarazo (ILE, como la llaman en el DF).
La reforma fue aprobada el 24 de abril de 2007 por la Asamblea Legislativa del DF. Y los servicios de ILE se organizaron rápidamente en una serie de hospitales públicos de la ciudad, adonde se circunscribe el alcance del cambio que legalizó la práctica médica. La mayor parte de las entrevistadas fueron jóvenes solteras, para algunas no era su primer embarazo, pero la mayoría no tenía hijos.
La investigación abarcó 25 entrevistas. El proyecto, que lleva adelante desde la Universidad Metropolitana del DF, en asociación con el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE). Lo financia la Fundación Ford.
–¿Qué impacto tuvo la legalización del aborto en la subjetividad de las mujeres que deciden recurrir a una ILE?
–Los efectos sobre las mujeres son múltiples. El primer impacto es saber que no se van a morir. Lo primero que ellas dicen es que con la ley se generó la seguridad, y la tranquilidad. Lo que más aprecian es que la ley permite que el proceso se haga en un hospital público. Ellas hacen una serie de pasajes: cuando te hablan de abortos clandestinos te dicen que nadie se hace cargo, “nadie se hace responsable si algo me pasa, en cambio aquí ellos se tienen que hacer responsables de mi salud”. Pasan de un contexto de impunidad a la posibilidad de exigir si algo sale mal. El Estado mexicano ha sido muy paternalista y la cultura ciudadana en México diría que es incipiente, errática, así que las mujeres no hablan de derecho, algunas incluso hablan de agradecer. “Le agradezco al gobierno que tiene esto para las mujeres, pero lo debería tener para todas”, dicen.
–¿Cómo abortaban antes de la reforma?
–Clandestinamente, donde podían. Hay un uso extendido del misoprostol, pero como sabemos hay muchos abortos incompletos que acababan con legrados. Así las que conocen el misoprostol, pero muchas no lo conocen.
–¿Qué otros aspectos cambiaron con la legalización?
–Ellas dicen que la culpa es menor. Sienten que si los servicios de ILE se publicitan a través de Internet y en la radio, si el Gobierno está proveyendo el servicio, quiere decir que esta decisión que están tomando es una decisión legítima. Antes, el aborto era tanto un delito como un pecado, ahora puede ser un pecado –para algunas– pero ya no es delito. En algunos momentos dicen: “Yo sé que está mal, pero yo no puedo tener este hijo y como ahora tengo la posibilidad, lo puedo hacer, y además el gobierno lo avala”. Hacen una separación entre la cuestión moral y la cuestión de ciudadanía. La cuestión de la conciencia se la quedan para su vida privada, mientras que ejercen su derecho.
–¿Es menor el estigma que suele pesar sobre el aborto en un contexto en el que la práctica no está criminalizada?
–Creo que ése puede ser un cambio eventual. Este cambio entre el pecado y una decisión legítima desde luego trae como efecto inmediato una disminución en el miedo y en la culpa. Pero ellas siguen manteniendo mucho silencio. Comparten la decisión con muy poca gente. Presentes en el proceso se encuentran muchísimas suegras, mamás, novios, parejas, no sólo amigas. Pero en muchas ocasiones no lo sabe más que una amiga. No es una decisión que la harían pública ni la convertirían en una bandera política ni de militancia, pero en términos de su experiencia esta legitimidad sí produce efectos muy buenos. El estigma queda reducido. De todas formas, lo que observamos es que la culpa que pueden llegar a sentir depende de una serie de condiciones: una de ellas es en qué tipo de vínculos se produjo el embarazo, si es una relación inestable, si es lo que llamamos en México “casa chica”, la amante, si es en una relación con un contexto de violencia. Es diferente si es una buena relación en la que incluso se había planeado formar una familia. Mientras más deseo de tener un hijo, hay más dolor. En general, todas hablan –menos una– de que están postergando el momento de tener un hijo. La mayoría no habla de que no quieren tener un hijo, sino de que no pueden. “Yo no puedo, yo estoy estudiando.” Las que no tienen hijos, hablan de postergar el momento de tenerlo. Las que tienen ya, dicen que interrumpen ese embarazo para poder cuidar a los hijos que ya tienen. Es decir, paradójicamente deciden no ser madres en ese momento para poder ser mejores madres.
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