Mar 05.02.2002

SOCIEDAD

La ecología de los multimillonarios

Compran tierras para hacer grandes parques protegidos. Muchos buscan la Patagonia. Pero hay sospechas sobre sus intenciones.

Por Jonathan Franklin
y John Vidal*
Desde Londres

Kris McDivitt piensa en grande. Planea salvar 600 mil hectáreas desérticas en Sudamérica y crear cuatro parques nacionales. “Esta es nuestra última adquisición”, dice sobre la Patagonia la ex jefa del gigante de ropa mientras mira las fotografías de un pantano argentino que compró el año pasado. La mujer y su marido, Doug Tompkins, poseen más de 800.000 hectáreas en Chile y Argentina, forman parte de los “eco-barones”, multimillonarios que compran grandes extensiones de tierra desértica para conservar algunos de los lugares más remotos del mundo. Celebridades como Ted Turner (5000 hectáreas), George Soros (400.000 hectáreas) y Luciano Benetton (800.000 hectáreas) también se han lanzado a Sudamérica para brindar su cuota a la conservación. Sylvester Stallone, Jane Fonda y Michael Douglas también están comprando tierras en este costado del mundo.
La nueva propiedad de McDivitt tendrá 280 especies de pájaros con acceso a un hábitat ecológicamente rico, y también le permitirá a ella, y a su marido Doug Tompkins, escapar de las lluvias torrenciales que inundan las enormes áreas que también compraron en la Patagonia. Durante el año pasado, McDivitt reunió 104 mil hectáreas de tierra en Argentina mientras lanzaba una fundación sin fines de lucro, la Patagonia Land Trust.
“Recién empezamos en Argentina”, dice hojeando un catálogo de los ecosistemas de la fundación. “Es una selva intacta. La biodiversidad puede florecer y permanecer inalterada.” Acepta que parte de esta tierra necesitará de 200 a 300 años para recuperarse de la excesiva pastura de las ovejas, pero dice que puede imaginar a su fundación siendo la guía para un plan de manejo maestro “para los próximos mil años”. Del otro lado de los Andes, en Chile, Tompkins es igualmente ambicioso. Cofundador de la empresa de ropa North Face, de mil millones de dólares, se pasó ocho años comprando tierra para hacer el Pumalin Park, de 320.000 hectáreas, un templado bosque tropical con volcanes cubiertos de nieve y fiordos. Y planea dárselo al gobierno.
El mismo fenómeno ocurre en Sudáfrica, donde el empresario Adrian Thompson compró 18.000 hectáreas, las llenó de leones y otra megafauna, y –tras quitar toda señal de haber estado previamente habitada– a un área de 3000 hectáreas la hizo declarar como primera área privada selvática de Africa.
Mientras tanto, Gordon Moore, cofundador del gigantesco imperio de computación Intel, donó el mes pasado 261 millones de dólares a la estadounidense Conservation International para comprar tierras y hacer investigación en 25 de los “puntos claves” científicamente biodiversificados más importantes del mundo, especialmente en Brasil y los trópicos. Moore quiere que esto sea un anticipo de su plan para reunir 6 mil millones de dólares para conservar los lugares biológicamente más ricos del mundo.
“Hay más y más de estos proyectos”, dice McDivitt. “La gente está muy interesada en dejar algo más permanente. Y realmente, ¿cuántos jets Citation puede uno poseer?” Un Cesna Citation 1998 de segunda mano se vende en unos 3 millones de dólares y la tierra en la Patagonia, en el Amazonas, y en los países en desarrollo es muy barata. En muchas áreas de la Patagonia, las estancias todavía se venden a menos de 15 dólares la hectárea.
Tompkins compró sus primeras 17.000 hectáreas por sólo 350.000 dólares y habiendo cortado los lazos con sus empresas en la década del ‘90, la pareja vive en su remoto hogar chileno sin electricidad, computadora, email o teléfono. Están rodeados por sus enormes propiedades, pero también por las sospechas de la gente que cuestiona sus intenciones. Tompkins y McDivitt han entrado a un campo minado político, y los ataques en su contra llegan como oleadas desde que se establecieron en Chile en 1994. Los jets de la Fuerza Aérea han anunciado su retirada, han recibido amenazas de muerte y han sido acusados de ser una amenaza para laseguridad, de planear un basurero nuclear y de ser espías norteamericanos. Mientras tanto, los líderes de la Iglesia han cuestionado a Tompkins sobre todo desde su supuesto apoyo a los grupos pro aborto de Estados Unidos. Los líderes religiosos han hecho lobby en el Vaticano y con la opinión pública para bloquear la venta de tierras de la Universidad de Santiago a Tompkins. Y el ex presidente de Chile Eduardo Frei a menudo censura el proyecto. Frei dice: “Todos los indicios que tenemos es que sacó a los campesinos de sus tierras y donde sea que haya un proyecto de desarrollo, él lo bloquea. No permite el libre tránsito a través de su tierra y bloquea la instalación de chacras de salmones”.
Tompkins es criticado también por su promoción de la “ecología profunda”, la filosofía del noruego Arne Naess, que asegura que la destrucción ecológica es tan prolífica que solamente un “profundo” reinvento de la sociedad moderna podría revertir el pillaje de los ecosistemas naturales. Naess contrasta esto con la tendencia ecológica “simple” como la de reciclar, o los automóviles de combustión eficiente, que él insiste en que son solamente parches temporarios sobre una herida que crece. “Nuestro proyecto tuvo problemas porque favorece la conservación y el cuidado de la ecología, y enfrenta esa vía pro desarrollo inexorable”, dice Tompkins. “Es un choque inevitable de conceptos.” “Las leyendas urbanas han muerto”, dice McDivitt. “Pero lo que es literalmente doloroso es la acusación de que nosotros echamos a la gente de sus tierras. Estos campesinos no pueden lograr vivir; quieren vender su tierra.” Por cierto, una vez que corrió la versión de que un par de gringos ricos estaban comprando tierras no habitadas, y muchos dicen, inhabitables, las propuestas crecieron enormemente.
La vida para Tompkins en Chile es más fácil a medida que su programa de compra de tierras se desacelera, aprende a hablar español y firma acuerdos que limitan sus holdings de tierra futuros. “Claramente fuimos un poco ingenuos sobre la oposición política y no política que podríamos enfrentar”, dice. “Deberíamos haber tratado de saber más, al entrar, sobre la cultura política. Estamos mejorando en eso.” En un esfuerzo por integrar a los pocos locales que viven cerca de sus propiedades, Tompkins se ha propuesto un ambicioso plan para construir caminos, puntos de observación, puentes y una escuela.
Aunque periódicamente anuncia que está harto de la crítica y que puede llegar a abandonar Chile, la gente cercana a él dice que está convencido de que en menos de diez años su tierra estará convertida en un nuevo parque nacional, asegurando su legado. Tompkins dice que quiere que la gente copie su idea. “Aquellos que por su posición y potencial pueden hacer mucho, deberían meterse ahí. Encontrarán un enorme placer haciéndolo, y descubrirán que vale cada céntimo.”
Comprar tierra para la conservación es hoy una preocupación mundial, con grupos conservacionistas tales como la Fundación Ecológica y el World Land Trust comprando partes de la selva tropical de la Amazonia, los bosques más antiguos en Estados Unidos y propiedades en lugares tan diversos como Escocia y el Líbano. En una operación británica se dio un adelanto para 10.000 hectáreas en la costa patagónica. Los conservacionistas profesionales ven un potencial bueno y otro dañino en esto. “Depende del país”, dice Chris Hail, el jefe internacional de programas en la Fundación Mundial por la Naturaleza. “Tiene que estar de acuerdo con las necesidades de desarrollo del país. Preferimos preguntar cuál es el plan a largo plazo sustentable para el país. Cuando un único individuo es el propietario de grandes áreas, uno debe preguntarse qué sucederá cuando esa persona muera. ¿Será todavía un parque nacional dentro de cien años?”
Hail y otros quieren evitar que la gente compre tierra y solamente trate de preservarla, o eche a la gente y clausure recursos que podrían ser sustentables durante varios años. Algunos países son más abiertos que otros. A diferencia de las constantes controversias en Chile, el programa Patagonia Land Trust de McDivitt en Argentina ha sido proclamado porpolíticos y por la prensa como un don de Dios. “La desconfianza y la paranoia sobre la conservación de la tierra es mucho menor en la Argentina”, dice. “Todo nuestro trabajo ha sido muy bien aceptado.”

* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12
Traducción: Celita Doyhambéhère

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