SOCIEDAD
› UN FISCAL ADVIRTIO QUE SE REPITEN CASOS CON CHICOS
La última moda, el secuestro trucho
Un fiscal federal alertó sobre una nueva modalidad: llaman a las familias de chicos de vacaciones y dicen que están secuestrados.
› Por Alejandra Dandan
Pasó algo más de un año desde el auge del secuestro express made in Argentina. En estos meses, los agentes del recontraespionaje de la Federal se entrenaron en todo tipo de olores, colores y causas. Excepto en uno: los simuladores de secuestros. Esos nuevos personajes, que ahora aprovechan el contexto de las vacaciones para simular secuestros, están a punto de hacer colapsar la estructura de la División de Delitos Complejos de la Federal. En este momento, para el comisario mayor Carlos Sablich, a cargo del área, “el único tema es el secuestro”. Pero no es un secuestro a secas sino aquella versión aggiornada del cuento del tío. Una versión que ayer obligó a uno de los fiscales federales porteños a hacer un llamado de alerta a toda la población.
El alerta sobre esta nueva versión del cuento del tío fue oficializado ayer por el fiscal federal Luis Comparatore, de turno durante los últimos quince días. En ese período su juzgado recibió cuatro denuncias de secuestros que terminaron como falsas. Las cuatro tenían características semejantes. Las denuncias las hicieron padres o familiares de adolescentes que están veraneando solos fuera de Buenos Aires. En todos los casos, alguien había llamado a las casas asegurando que un hijo, hija o familiar estaba secuestrado. Para liberarlo pedían un rescate relativamente accesible, de mil a tres mil pesos, a entregar rápido y en Buenos Aires.
En todos los casos, luego de algunos llamados o las familias o los investigadores comprobaban que el supuesto secuestrado nunca lo había estado.
Para el fiscal Comparatore esto es la nueva versión del cuento del tío. “Los estafadores llaman a una familia al voleo intentando ver si pueden sacarles algo de plata asustándolos con estas cosas.”
Los cuatro casos denunciados en su fiscalía no son los únicos. El propio jefe de Delitos Complejos asegura que es una nueva versión de las estafas que crecen desde hace unos cinco meses. “Inventan algún caso de secuestro llamando a un número de teléfono cualquiera, a partir de ahí –dice– actúan de acuerdo a la reacción de la familia.”
Para los investigadores no son secuestros sino casos de estafas porque no hay ninguna víctima privada de libertad. El secuestro se usa sólo como para amedrentar a las familias y obtener el beneficio buscado. Hace cinco meses, cuando se conocieron los primeros casos, los supuestos secuestradores solían pedir pulsos telefónicos como rescate. Cuando las denuncias crecieron y la policía logró sistematizar la información, se supo que buena parte de los llamados los hacían algunos presos desde centros de detención del Gran Buenos Aires y de la provincia de Córdoba.
Después de la difusión de los casos, ese tipo de estafas cesó pero apareció una distinta. Comparatore recibió algunas denuncias de falsos secuestros pero esta vez ligados a gente que estudiaba en la facultad. “Los supuestos secuestradores –dice el fiscal– llamaban diciendo que tenían secuestrado al chico que en realidad en ese momento estaba cursando una materia.” Frente a ese llamado, la familia tomaba dos caminos: o lo creía y pagaba un rescate que normalmente rondaba los 1000 o 2000 pesos, o lo ponía en duda y no pagaba.
Comparatore encuadra en esa modalidad el caso Panzini, uno de los que llegó a sus manos. La supuesta víctima supo que estaba secuestrada cuando una de sus tías del Gran Buenos Aires la llamó desesperada y bajo estado de shock. La tía había recibido una llamada de alguien que aseguraba que su sobrina estaba secuestrada. En pleno shock nervioso hizo algunos llamados antes de pagar el rescate y durante esa deriva localizó, sana y salva, a su sobrina.
En esa línea aparecieron ahora los nuevos casos que desbordan la estructura de la Federal. Con el telón de las vacaciones como excusa, las familias reciben un llamado de alguien que primero les pide datos o intenta saber el nombre de quien está fuera de casa. Con esa información consiguen el resto, primero asustarlos y después pedirles el rescate. Enese punto es que la Federal parece al borde del colapso. Cada llamada o denuncia activa un complejo operativo de rastreo que suele terminar al cabo de la doce horas con víctimas que no están secuestradas, sino en algún fogón de la playa.