Dom 09.02.2003

SOCIEDAD  › LOS EXTRANJEROS QUE LLEGAN AL PAIS SIN SABER NADA

¿Qué Buenos Aires? ¿Brasil?

Un norteamericano se sube a un taxi en Buenos Aires y pide: “Lléveme a las bodegas de Mendoza”. El despiste es habitual en los últimos meses, en que la ciudad se llenó de gente atraída por los precios, que llega sin tener idea de a dónde viene.

¿Cómo es que en este país no hay negros?, pregunta extrañado Diego, un mexicano recién llegado a Buenos Aires que, cámara en mano, entra en un restaurante de Puerto Madero. Como él, una parte de los miles de turistas de todo el mundo que aterrizan en estos días en Ezeiza llega siguiendo la única pista de que la Argentina es un país barato, pero sin saber demasiado qué hay para conocer, cómo es la gente y cómo se vive. Conserjes de hoteles, empleados de agencias de viaje y los propios extranjeros suman anécdotas ridículas, y no tanto, sobre el imaginario erróneo con el que llega una parte de este nuevo turismo extranjero posdevaluación. Primeros en la lista de los que menos idea tienen, los estadounidenses parecen pelearla todos los días para no perder el puesto.
“Los yanquis son los peores, no saben ni dónde están parados”, coinciden en exagerar hoteleros, guías de turismo y operadores turísticos. “Los europeos zafan aunque nunca se hayan preocupado por investigar demasiado sobre nuestro país, pero la cultura general de los yanquis es realmente horrible”, define Eduardo, conserje del Hotel Sheraton. En tanto Víctor, empleado del Hilton, también les suma puntos: “Es muy común que crean que vienen a un lugar tipo el Amazonas, o donde hay burros y carretas en la calle. Son increíbles”, se ríe. Y agrega: “Los yanquis se asombran de que la gente use traje. Entonces, cuando tienen un show de tango salen corriendo a comprarse ropa porque sólo se trajeron las bermudas y las ojotitas”.
Las cifras de la Secretaría de Turismo de la Nación demuestran que en 2002 y con el dólar caro, Buenos Aires tuvo record de turistas extranjeros. Fueron 3.023.419 de visitantes en todo el país, 500 mil más que el año anterior.
Gran parte de ellos llegó a Buenos Aires por primera vez para concretar un viaje que la convertibilidad pudo haber postergado antes. Otros que ya habían estado en Argentina volvieron y aprovecharon para comprar lo que no habían podido llevarse en viajes anteriores. En tanto, parece que otro grupo de estos miles leyó el ranking realizado por la revista inglesa The Economist, se enteró de que ahora Buenos Aires es una de las cinco ciudades más baratas del mundo y sacó el pasaje.
“¿Perdón, qué provincia de Brasil es ésta?”. Aunque suene muy difícil de creer, el conserje de un hotel cinco estrellas de Puerto Madero aseguró que un norteamericano hizo esa pregunta, realmente convencido de que estaba en la tierra de Pelé. Parece que el hombre, que venía de Brasil, pasó Migraciones y le sellaron el pasaporte mientras alrededor suyo la gente dejaba de hablar en portugués, pero él no se dio cuenta de que estaba en otro país. “Qué sé yo, por ahí me estaba jodiendo, pero te juro que me preguntó eso. Yo le dije Buenos Aires y me reí. ¿Qué iba a hacer?, ¿enseñarle geografía?”, recuerda Víctor y se sigue riendo.
Pero no todos los turistas llegan sin tener la menor idea de donde están. También se puede encontrar, caminando por San Telmo, por Florida o en Caminito, a los que antes de despegar de su país navegaron diez minutos en Internet o leyeron la sección de noticias internacionales del diario y volaron a Argentina con esa información como background. “¿Qué tengo que hacer cuando salgo a la calle para que no me rapten?”. El pedido de instrucciones para no ser secuestrada lo hizo una mujer española a Sebastián, un conserje del hotel de la cadena NH ubicado en Corrientes y 25 de Mayo. “Hay comentarios que resultan graciosos, pero hay otros que duelen y dan bronca”, agrega Sebastián luego de recordar la anécdota. Karen, su compañera de trabajo, suma una situación un poco más divertida: “Un japonés llegó desesperado preguntando por Alfredo Casero y se puso a cantar “Shimauta” en el lobby. Creía que acá iba a escuchar esa canción todo el tiempo y en todos lados, creía que nosotros escuchamos a Casero todo el día”.
Como el turista japonés con la canción grabada por Casero, no son pocos los extranjeros que llegan con una referencia del país, un lugar o un personaje. A los clásicos Evita, Perón, Maradona y Boca Juniors, Gardel ytango, los holandeses les sumaron un nuevo símbolo al país: “Nosotros no conocíamos nada de este país hasta Máxima (Zorreguieta)”, resume Clea en un inglés claro y un intento de español bastante confuso mientras cena en un restaurante de Puerto Madero. La mujer es, además de holandesa, devoradora de revistas cholulas confesa y ahora aprendiz de tango en una academia de Amsterdam.
La carne y los vinos suelen ser también una referencia. “¿Dónde puedo comer un buen asado?”, es una de las preguntas habituales que escuchan los taxistas por estos días en las calles de la ciudad. Aunque saber de vinos no tiene por qué venir acompañado de saber sobre geografía, tal como comprobó un taxista porteño. “Lléveme a Mendoza, a la bodega, a testear los vinos”, oyó y no era un chiste. “No sé, se ve que al tipo le dijeron en el hotel que los mejores vinos eran de las bodegas de Mendoza, entonces quería ir a la bodega. El tipo repetía la mitad en inglés o en alemán, no sé, y un poco en castellano y yo no le entendía. Así que lo llevé a una de esas winery”, relata José Luis Flena desde la ventanilla de su taxi. Y reconoce: “Estamos viviendo del turismo, si no no sé qué haríamos. Que vengan y dejen las divisas”, dice antes de poner primera con un turista en el asiento trasero.
En tanto, los vendedores de ropa y artículos de cuero resurgen en todos los puntos de la ciudad donde pasen turistas. Es que si hay algo que todos los extranjeros, sin excepciones, compran con furia de consumo son productos de cuero. Y los vendedores salen de los locales a buscarlos: “Yo no quería poner una persona en la calle, pero si no se los llevan de los otros negocios. Los corren una cuadra y no paran hasta meterlos adentro”, admite Adolfo Cotter, propietario de un local de abrigos de cuero de la calle Florida, donde varios de los negocios que habían cerrado reabrieron en este rubro.
Si los estadounidenses se llevan todos los premios como los que menos idea tienen de dónde están parados, los latinoamericanos les sacan varias cabezas al resto en el consumo desaforado: “Los chilenos, peruanos, colombianos, mexicanos, todos los latinoamericanos son los más desesperados por comprar y por regatear los precios. Siempre quieren pagar menos. No importa que sea barato, ellos tienen que poner el precio”, define Cotter. Y enseguida reflexiona: “Es muy doloroso cuando vienen con la actitud de arrasar con lo que queda. Nos miran como que estamos en las últimas y eso duele”.
Princesa, vinos, tango, carne, fútbol, crisis o devaluación, sea cual sea el mayor atractivo, lo cierto es que la llegada de tres millones de turistas extranjeros en 2002 batió el record histórico. Sin embargo, la falta de costumbre del ojo y el oído porteños todavía se nota: basta observar cómo un par de palabras en otro idioma provoca al pasar que un montón de cabezas se den vuelta automáticamente a mirarlos. “No son extraterrestres. Son turistas y hablan en otro idioma. Déjenlos en paz”, dice Diego, vendedor ambulante en Florida. Y, como parte interesada, agrega en voz baja: “Cuanto menos los jodamos, más van a venir”.

Producción: Paula Bistagnino.

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