Jue 07.02.2002

SOCIEDAD  › UN COMERCIANTE ASESINO A QUEMARROPA A UN HOMBRE EN UN PIQUETE, PERO NO FUE DETENIDO

El leve delito de matar un piquetero

Hugo Barrionuevo participaba por primera vez en un piquete. Fue en la ruta 205, en Esteban Echeverría. Ayer a la madrugada, un comerciante de la zona al que no dejaban pasar le disparó un tiro. Los piqueteros denuncian que el hombre está protegido por la policía. Y que es puntero del intendente local. Está en libertad por falta de pruebas.

› Por Horacio Cecchi

La tensión no es que sea nueva. Se viene alimentando. Todos los días, uno mira los rostros de la gente y descubre que son volcanes humeantes. Ayer, en un corte de la ruta 205, en el partido de Esteban Echeverría, en el que participaban unos 50 piqueteros, un joven resultó muerto de un balazo por un comerciante al que aparentemente no lo dejaban pasar con su auto. Y a qué viene a cuento aquello de las tensiones in crescendo. A que los primeros informes, o sea, los policiales, instalaron el caso como un enfrentamiento entre desocupados y una entelequia con forma de vecinos hartos de protestas. Curiosos esos informes: los retenes policiales dicen que no vieron pasar el Falcon blanco en medio de la noche. La policía informó que el atribulado comerciante “habría” disparado al aire, aunque después se bajó a apuntar a la gente. En la comisaría, de los 30 testigos que se presentaron, sólo les tomaron declaración a seis y aparentemente ninguna llegó a manos del fiscal de turno. “Lo dejé libre porque no había testigos”, dijo Lorenzo Latorre a Página/12. Y lo más curioso de todo es que los intendentes de Ezeiza y Esteban Echeverría, Alejandro Granados y Alberto Groppi, al compungido comerciante Jorge Bogado, le dicen “vení, Batata”, cuando lo llaman para una de sus tareas como puntero.
El corte de ruta lo llevaban –y lo siguen manteniendo– desde hace cuatro días, reclamando planes de trabajo (ver aparte). Los piqueteros del Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón abrieron sus vallados en la ruta 205, sobre el arroyo Ortega, partido de Esteban Echeverría. El lugar es conocido como El Jagüel. El corte se había hecho a pocas cuadras del pueblo. Maderas, carbón, algún que otro neumático, que ahora hasta es difícil obtener esta materia prima para las protestas. Ayer, hasta las 2.30, algunos aseguran que hasta las 3, siempre de la madrugada, el piquete seguía, como quien dice, sin novedad en el frente. Apenas lo de siempre, una advertencia a las nueve de la noche desde los retenes policiales, ubicados a 200 metros de cada lado del corte con la sana intención de impedir que los automovilistas tomen contacto con el piquete. Otra, una hora después, cuando un oficial auguró y no precisamente con el tono de una recomendación: “Uno de ustedes va a quedar en el asfalto”.
Durante el día serían unos 200. Durante la noche, quedaron unos 50. Entre el grupo de piqueteros estaba Hugo Javier Barrionuevo, de 28 años, estrenando su participación en los cortes de ruta. Si apenas lo conocían. Según los relatos de sus compañeros, había llegado media hora antes, “después de hacer unas changuitas”, y les costaba recordar su apellido.
Lo dicho, hasta la hora señalada no pasaba nada. Pero a esa hora, todo cambió de color. Fue cuando apareció en escena el Ford Falcon, patente fuera de circulación C1208427, de Jorge Bogado, desde El Jagüel en dirección a Monte Grande.
¿Quién es Bogado? La información policial lo menciona como un comerciante a secas. En realidad, en su faz comercial es dueño de BZ, un gran restaurante, de la usanza del tenedor libre, ubicado en Jorge Newbery y Córdoba, a unas cuadras de donde se realizaba el piquete. Un gordo inmenso, que atiende el local junto a su socio, “con una pinta de cana que se vende solo”, definieron al socio los del barrio.
Es probable que por aquello de que de noche todos los gatos son pardos, el color blanco del auto de Bogado haya pasado desapercibido a los retenes. Y hasta ingenua y primariamente podría suponerse que el propio Bogado no llegó a divisar la camioneta policial cruzada en medio de una ruta que apenas deja pasar un vehículo de cada mano.
Según Jorge Jara, miembro de la coordinadora de los MTD, “el retén se hizo el distraído”. Otros aseguran que, directamente, “se fueron”. Lo cierto es que el conductor enfiló derecho hacia el vallado de los de la Aníbal Verón. Cuando lo vieron venir, el grupo ubicado más cerca del vallado que miraba hacia el Falcon blanco intentó detenerlo. No lo logró, aunque Bogado disminuyó la velocidad, y algunos alcanzaron a manotear elauto. Según los testimonios recogidos por este diario en el lugar, el comerciante tomó un arma –una pistola Taurus DT99, 9 milímetros, con 15 proyectiles– y con su mano derecha asomada por la ventanilla izquierda disparó, casi sin mirar, hacia atrás. “La bala me pasó por acá”, dijo uno de los piqueteros, apodado Guchi, a Página/12, mientras señalaba a unos centímetros de su cuello.
Bogado siguió avanzando hasta que el otro grupo, que permanecía más cerca del vallado opuesto, reaccionó e intentó cruzarse en su camino. Otro joven, en este caso Barrionuevo, logró acercarse al auto, y golpeó contra la lata blanca con su puño o dando un puntapié, no está claro. “Le apuntó a la cabeza y apretó el gatillo”, aseguró Mónica, de 46 años, y uno de los treinta testigos del hecho. La bala ingresó por el cuello de Barrionuevo y salió por su nuca. Según algunos, Bogado bajó del auto, y extendiendo su mano con el arma, apuntó a todos, haciendo un abanico. Alterados, los piqueteros lograron subir a Barrionuevo al Falcon de Bogado y conminaron al agresor a llevar al herido al hospital, aunque fue en vano: instantes después, había muerto. Recién entonces aparecieron los retenes policiales, para salvar a Bogado de no contar el cuento.
Finalmente, el cuento fue relatado no por Bogado sino por fuentes policiales, de un modo de por sí curioso. El subcomisario de la seccional 5ª de El Jagüel, Claudio Boriani, además de destacar la actitud del comerciante a secas por haber “cargado en su auto a la víctima para llevarlo al Hospital Santamarina, donde finalmente murió”, definió el hecho como un accidente o como un homicidio en defensa propia. Al menos así se deduce de su declaración: “El comerciante habría disparado al aire”. Boriani procuró aclarar que el comerciante tenía el arma en regla y contaba con la legítima portación, y agregó que había sido “demorado” pero que “tras tomarle declaración se lo dejó en libertad por orden del fiscal Latorre”. La demora de Bogado está calculada en alrededor de una hora.
A su vez, el fiscal Latorre, sin abundar demasiado para no entorpecer su trabajo, dijo a este diario que “estamos investigando”, y agregó: “Lo tuve que liberar porque no había testigos”. En realidad, Jara aseguró que “había treinta piqueteros que se presentaron en la 5ª para declarar como testigos, pero no quisieron recibirlos”. Recién al promediar la mañana, después de que los piqueteros se plantaron frente a la comisaría, los uniformados decidieron, prudentes, tomar declaración a los testigos. No a los treinta, para qué repetir e incurrir en gastos de papelería y derroche de horas, cuando lo que faltan son hombres de servicio, sino a seis de ellos.
A juzgar por los dichos de Latorre, aparentemente, ninguna de las seis declaraciones llegó a sus manos, y el fiscal, cumpliendo con el equilibrio de la balanza que indica que nadie es culpable ante la ley hasta que se demuestre lo contrario, dispuso la libertad del acusado. En principio, la calificación sería “homicidio simple”, pero, se sabe que nunca se sabe.
Hasta ahí, el paradójico relato de los hechos sobre la muerte del piquetero Barrionuevo. Pero todo asume un tono curioso, con cierto tufillo a protección política, “a una provocación planificada”, según denunciaron Jara y el resto de los piqueteros cuando empiezan a conocerse algunos detalles sobre el ahora compungido comerciante Jorge Bogado. El más ilustrativo es el que lo define, no por su apodo de “Batata”, sino por su carácter de reconocido puntero del barrio, bajo las órdenes de Alberto Groppi, intendente de Echeverría, y Alejandro Granados, otro tanto de Ezeiza.

Informe: Darío Nudler.

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