SOCIEDAD › HISTORIAS DE ORFANDAD Y DOLOR TRAS EL TSUNAMI
El drama de los huérfanos del sismo y del tsunami del 11 de marzo, que causaron más de 27 mil muertos y desaparecidos en Japón, marcará la reanudación de los cursos escolares la próxima semana.
En la ciudad costeña de Rikuzentakata, 2300 personas –el 10 por ciento de la población– murieron o desaparecieron arrastradas por el tsunami, que dejó a más de “50 niños huérfanos”, explicó el alcalde Futoshi Toba. “Por el momento, sabemos que tres o cuatro niños perdieron a sus padres”, dijo. A nivel nacional, el sismo de magnitud 9, seguido por un tsunami, causó más de 27 mil muertos o desaparecidos, pero las autoridades todavía son incapaces de establecer el número total de huérfanos.
El gobierno nipón decidió crear esta semana un grupo de trabajo que se encargue de esta misión de manera específica, informó la agencia Kyodo. Según las estimaciones oficiales, el sismo de Kobe en 1995 provocó más de 100 huérfanos, pero “la reciente catástrofe ocasionó daños muy importantes y creemos que muchos más niños perdieron a sus padres”, comunicó el Ministerio de Sanidad.
Entre ellos, Naho y su hermano Takahashi, de 13 años, tienen la certeza de que sus padres murieron, contrariamente a los otros que se hallan en una duda insoportable. “Nos enteramos (de la muerte) de mamá el 12 (de marzo, un día después del tsunami), y de la de papá el 14”, cuenta la adolescente que debe regresar al liceo la semana próxima.
Su casa fue destruida por la enorme ola, que llegó a alcanzar 23 metros de altura. A estos niños no les queda nada, salvo Chakko, su perra, para recordar su vida antes del terremoto. “Estoy feliz de que (la perra) haya sobrevivido”, afirma Naho, acariciando la cabeza del animal, después de que su padre lograra dejarla en un lugar seguro antes de regresar a la ciudad en busca de su mujer en un polideportivo donde pensaba que se hallaba refugiada.
Tras el tsunami que arrasó las defensas construidas para proteger Rikuzentakata, transformádola en una zona de ruinas, Naho y Takahashi pasaron una noche glacial y llena de angustia en su colegio, rodeados de cientos de damnificados, antes de que se encargase de los niños la profesora de baile de Naho, abrumada por su situación.
“Yo también enseñé baile a su padre, los conocía desde que eran pequeños. Cuando los vi en esta escuela fue demasiado horrible, entonces me los llevé a mi casa”, explica Shimizu Kiwako, de 74 años. “Lo que viven es muy triste y estoy inquieta por ellos”, indicó la instructora. “Su tía reside en Tokio y aún no hemos hablado sobre su futuro, lo haremos cuando venga aquí”, siguió.
Para Naho, el mes de marzo se presentaba lleno de promesas. Ella esperaba con impaciencia empezar el liceo, antes de un eventual ingreso a la universidad. Sin embargo, la joven aseguró también que quisiera vivir en Rikuzentakata después de que la ciudad fuera reconstruida. “Siempre he vivido aquí, desde que era pequeña. Quiero quedarme, pero iré a establecerme donde pueda”, agregó Naho.
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