SOCIEDAD › LA MUJER QUE MATó A SU MARIDO DESPUéS DE SER AGREDIDA POR éL
Un tribunal la condenó por homicidio preterintencional, es decir, cometido sin la intención de matar. Al principio afrontaba una posible sentencia a prisión perpetua. Pero los jueces tuvieron en cuenta la situación de violencia que vivía.
› Por Mariana Carbajal
Mirta Gil, la mujer víctima de violencia de género que mató a su marido durante una discusión, recibirá una pena atenuada. El Tribunal Oral de Trelew la encontró culpable del hecho, pero le aplicó una figura más leve que la que pesaba sobre ella al inicio del juicio oral: fue condenada por el delito de homicidio preterintencional –cuya pena máxima no supera los seis años–, al entender que atacó a su esposo, José Luis Quiroga, tirándole un cuchillo, pero que no tuvo intención de asesinarlo. El veredicto fue leído ayer, y la pena que deberá cumplir se conocerá en el curso de la semana. Si no supera los tres años, podría recuperar inmediatamente su libertad. Al escuchar el fallo, Gil respiró aliviada: una semana atrás, al comenzar el debate oral, tenía por delante la posibilidad de una condena a reclusión perpetua, como había pedido originalmente la Fiscalía.
En su decisión, el Tribunal tuvo en cuenta la situación de violencia que padecía Gil y el contexto en el cual se dio la agresión a su esposo. En el veredicto, los jueces dieron por probados “los malos tratos, humillaciones y agresiones que tanto física como psíquicamente el occiso, en forma frecuente, aplicaba a su esposa”. También que “aquella fatídica mañana (del 28 de marzo de 2010) se produjo un incidente entre ambos cónyuges en el que se había reeditado esta suerte de vinculación desadaptada, tal como la supo calificar la psicóloga forense al momento de su declaración”, según detalla el fallo leído ayer poco después del mediodía.
El Tribunal Oral estuvo presidido por el juez Darío Arguiano e integrado además por los magistrados Sergio Piñeda y Adrián Barrios. En la sala estaba Gil, sentada en el banquillo. Entre el público estaban los tres hijos del matrimonio, de 22, 23 y 27 años. Cuando escuchó la baja en la calificación del delito, la mujer, ama de casa, de 46 años, esbozó una tímida sonrisa. El Tribunal descartó la primera pretensión del defensor oficial de la acusada, Sergio Rey, que había pedido la absolución, al entender que Gil había actuado en legítima defensa. En cambio, los magistrados aceptaron la segunda opción que planteó Rey: que el asesinato se produjo sin intención. El Código prevé para el homicidio preterintencional una pena de uno a seis años de cárcel. Hoy está convocada a las 9 una audiencia en la cual las partes harán sus pedidos de pena. Rey se inclinará por la aplicación del mínimo legal contemplado: un año de prisión en suspenso. Ayer se especulaba con que finalmente el pedido de la Fiscalía no superaría los tres años. Si el castigo no va más allá de ese techo, Gil podría recuperar la libertad, dado que lleva más de ocho meses detenida, en el último tiempo con prisión domiciliaria en su propia casa, y bajo la responsabilidad de su segunda hija, Paola, de 23 años, explicó ayer Rey a Página/12.
Según el defensor, la violencia de género que teñía la relación de la pareja quedó en primer plano a lo largo de la instrucción del caso y luego en el debate oral y mostró a una victimaria que también era víctima de la situación. “Como operadores del sistema tenemos que estar más preparados para analizar estos casos. La prueba que se debatió en el juicio oral fue la misma que se obtuvo en la preparación del juicio. Sin embargo, la fiscalía originalmente no la tuvo en cuenta y pedía la máxima pena, de reclusión perpetua, al realizar una acusación por homicidio agravado por el vínculo, desoyendo el dramático calvario de Gil”, opinó Rey.
El hecho por el cual resultó juzgada la mujer ocurrió el 28 de marzo de 2010, en la casa del matrimonio, en la ciudad de Trelew, cuando Quiroga, de 44 años, regresó después de una salida de fin de semana. Al encontrar a su esposa levantada a las 8.30 entró en cólera, suponiendo que ella también había salido y lo había engañado, según relató la mujer. El hombre, sereno en obras en construcción, la habría insultado y agredido a golpes. Ella manoteó un cuchillo y se lo clavó en la cara. Quiroga murió desangrado. Gil y Quiroga llevaban más de treinta años de casados.
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