Mié 19.02.2003

SOCIEDAD

Una mañana de infierno en el subte de Corea del Sur

Un incendio que provocó un desequilibrado terminó con al menos 140 muertos en dos trenes en Daegu, a 300 kilómetros de Seúl.

Los pobladores de una de las principales ciudades de Corea del Sur vivieron ayer una de sus peores pesadillas. Después de los pasos demenciales de un hombre que arrojó combustible para hacer estallar en llamas un subterráneo con 600 pasajeros, los bomberos rescataron a más de 140 personas sin vida, cuerpos carbonizados y a otros 200 hombres heridos. La hipótesis de un atentado encarado por ese supuesto enfermo psiquiátrico es la explicación más sólida que halló el gobierno. Las escenas del atentado sacudieron a la prensa de todo el mundo. Apenas empezó el fuego, las centrales eléctricas dejaron de funcionar y cientos de pasajeros fueron presa, tragados literalmente, de las llamas, detrás de los vidrios.
“Los cadáveres estaban tan carbonizados que eran irreconocibles”, decía el jefe de bomberos Kim Shin-Dong cuando aún seguía trabajando sobre Jungangro, la estación de subtes más cercana al sitio donde comenzó el incendio. Jungangro está en Daegu, una ciudad ubicada a unos 300 kilómetros de Seúl, con 2,5 millones de habitantes y considerada uno de los principales centros textiles de Corea del Sur.
El relato de los sobrevivientes ayudó a entender las causas del incendio y a detectar al principal sospechoso. Uno de los testigos fue Jun Yung-Nam, un hombre de 64 años que a las diez de la noche viajaba en el compartimiento del subterráneo donde comenzaron las llamaradas. “Un hombre entró al vagón y roció el suelo con un líquido que llevaba en una lata –explicó–. Luego prendió fuego con un mechero.”
El fuego se extendió inmediatamente. Hubo quienes intentaron huir en vano por las puertas, otros que buscaban auxilio con sus teléfonos móviles como lo contaba más tarde una de las personas que se acercó a un hospital buscando rastros de su mujer. “Mi mujer me llamó –dijo– para decirme que había un incendio y que la puerta estaba cerrada.” Afuera, en tanto, sobre la estación del subte, el resto de las personas escapaba en medio del pánico. Para los expertos, uno de los motivos de la propagación de ese infierno fue el tipo de tapizado de los asientos y el combustible usado.
“A juzgar por lo que dicen los testigos –decía horas después uno de los oficiales de la comisaría de Daegu–, esto parece un ataque criminal.” Las versiones de un ataque o un atentado fueron las hipótesis que circularon velozmente en todo el mundo pero, con el correr de las horas, la policía terminó con las dudas. Quien está acusado ahora es Kim Dae Hwana, un hombre de unos 57 años, taxista, casado y padre de dos hijos. El comisario de la policía local, Kim Won Choong, aseguraba anoche que “el sospechoso se halla detenido en el hospital universitario de Gyeongbuk”. Kim Dae Hwana fue reconocido por algunos pasajeros mientras intentaba atenderse en uno de los ocho hospitales donde trasladaron a las víctimas.
Las llamas provocadas por el incendio se extendieron en los seis vagones del subte donde viajaba Kim pero además alcanzaron a otra de las formaciones que circulaba en sentido opuesto. En la estación más cercana, los bomberos encontraron 34 cadáveres mientras avanzaban sobre las columnas de humo tóxico que desprendía el subte todavía ardiente. Las nubes de gas impidieron durante horas el trabajo de rescate y sobre todo la posibilidad de avanzar hacia el interior de los trenes. Cuando consiguieron acceder a la formación que se había detenido a unos metros, los bomberos encontraron el vagón convertido en cementerio. En uno sólo de ellos hallaron más de 100 personas muertas.
Hasta última hora nadie sabía decir a ciencia cierta cuántos eran los muertos o el número de víctimas con distintos tipos de heridas. Los funcionarios estaban convencidos de que las cifras aumentarían con las horas, sobre todo entre los rescatados. Hizo falta movilizar a los equipos de ocho hospitales de los alrededores para atender a los que iban saliendo del subterráneo con síntomas de intoxicaciones por gases, por aspiración de humo o por quemaduras de distinta intensidad. La catástrofe puso en marcha una oleada de inspecciones en las redes de subte de todo el país. En Seúl, más de 1000 personas se dedicaron a controlar cualquier paquete sospechoso y a revisar los sistemas antiincendios de las 280 estaciones con que cuenta la capital.
A esa hora todavía era escasa la información difundida sobre Kim, hasta ahora el único sospechoso. De acuerdo con algunas versiones, el hombre tiene una parálisis corporal parcial, causada aparentemente por un tratamiento equivocado. Sus familiares contaron que ayer por la mañana había salido de su casa dispuesto a incendiar la clínica donde estuvo internado.
En 1995, aquella ciudad sufrió una explosión de gas que ahora se cuenta como antecedente de esta nueva tragedia. En aquel momento, las muertes alcanzaron a unas 100 personas, tantas como el número de heridos.
Los relatos que recogieron las cámaras de televisión hablaban de un hombre “que parecía un loco”, cuando se referían a Kim. Varios lo vieron desparramar el bidón de nafta y, según los testimonios, hubo quienes intentaron detenerlo cuando decidió comenzar con el incendio. Por otra parte, el presidente surcoreano Kim Dae Jung pidió al ministro del Interior que estableciera si el área debe ser declarada zona especial de catástrofe. De ser así, se implementarían ayudas financieras y alivios impositivos para las personas afectadas.

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