SOCIEDAD › HABLA LA MUJER QUE MATó AL MARIDO EN UN EPISODIO DE VIOLENCIA DE GéNERO
El tribunal oral que juzga a Mirta Gil en Trelew decidió dejarla en libertad luego de que la fiscal solicitara una pena en suspenso. “Yo debería haberlo denunciado pero nunca tuve coraje”, aseguró a Página/12 la mujer poco después de su liberación.
› Por Mariana Carbajal
“Yo debería haberlo denunciado, pero nunca tuve coraje. Tuve miedo de que fuera peor para mí o que él terminara con mi vida. Yo tenía ese miedo”, dijo ayer a Página/12 Mirta Gil, poco después de que el Tribunal Oral de Trelew resolviera dejarla en libertad. “El siempre me decía que no dijera nada, que si me preguntaban por mis golpes y moretones dijera que me había caído. Y yo mentía y siempre lo cubría”, agregó, entre lágrimas, mientras firmaba los últimos papeles en el despacho del defensor oficial, Sergio Rey, antes de regresar a su casa como una persona libre y dejar atrás el arresto domiciliario, después de pasar presa un año y dos meses. El tribunal que la juzgó por la muerte de su esposo y la condenó por homicidio preterintencional (sin intención) decidió liberarla luego de que la fiscal general, Mirta Moreno, solicitara una pena de tres años en suspenso.
El juicio contra Gil dejó al descubierto los padecimientos de una mujer que hacía varios años –alrededor de cinco– venía siendo víctima de violencia de género de parte de su esposo, José Luis Quiroga, aunque nunca había llegado a denunciarlo, a pesar de sufrir golpes que en alguna oportunidad la dejaron durante dos semanas postrada. El hecho por el cual resultó condenada ocurrió el 28 de marzo de 2010, en la casa del matrimonio, en Trelew, cuando Quiroga, de 44 años, regresó después de un fin de semana de “juerga”. Al encontrar a su esposa levantada a las 8.30 se enojó con ella, suponiendo que también había salido y lo había engañado, según relató la mujer, ama de casa, de 46 años. El hombre, sereno en obras en construcción, la habría insultado y agredido con un golpe de puño en el torso y una patada en la pierna. Ella, en ese marco, manoteó un cuchillo y se lo clavó en la cara. La única herida que le causó le provocó la muerte. Quiroga murió desangrado. Gil y Quiroga llevaban 27 años de casados.
“No fue mi intención matarlo. Lo único que quise fue defenderme”, repitió ayer Gil ante este diario, tal como lo había dicho el viernes ante el Tribunal Oral integrado por los jueces Darío Arguiano, Sergio Piñeda y Adrián Barrios. Por la mañana se llevó a cabo la audiencia para solicitar las penas, luego de que el lunes los jueces anunciaran la condena a Gil por “homicidio preterintencional”, un delito que tiene un rango de penas de uno a seis años de prisión. La Fiscalía pidió tres años en suspenso. La defensa, un año, y dado que el monto solicitado por la fiscal no resultó de cumplimiento efectivo, además, planteó que Gil fuera liberada en ese momento. Ante este escenario, los jueces hicieron un cuarto intermedio, deliberaron durante media hora y decidieron dejar a la mujer inmediatamente en libertad. El martes darán a conocer la pena que le corresponderá y los fundamentos de la sentencia, pero en ningún caso será de prisión efectiva.
Gil contó a este diario que el vínculo con su esposo se deterioró abruptamente a partir de la muerte de la hija menor de la pareja en 2001, por una enfermedad que le afectó los riñones y tuvo otras derivaciones en su salud. “Fue la rotura del matrimonio, él se lanzó a tomar y yo también. Nos llevábamos muy mal. Ya no había solución”, dijo la mujer, entre lágrimas.
–¿Por qué no llegó a denunciarlo y a pedir ayuda por los malos tratos que le propinaba?
–Nunca quise denunciarlo por miedo, por cobardía. Nunca tuve coraje. “Más vale que no digas nada”, me decía. Yo mentía y siempre lo cubría, todo el tiempo. Cada vez que me pegaba mentía. Mis hijos siempre vivían esto. Por ahí yo quería escapar de esa situación, pero se me hacía difícil dejar a mis hijos. Ahora, lo que quiero es estar con ellos, que me apoyaron siempre.
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