SOCIEDAD › CHICOS DE UNA ESCUELA DE POMPEYA MUESTRAN SUS PINTURAS EN EL MUSEO DE LA BOCA
La escena cotidiana de chicos persiguiendo una pelota en las calles de Pompeya se transformó en una obra de arte. Imágenes y retazos del mundo interior de más de 50 adolescentes quedaron plasmados en varios trabajos de plástica en la Escuela Media Homero Manzi, de ese barrio porteño. De la intimidad del salón de clase, las obras de los jóvenes se exhibirán al público a partir del 21 de mayo en el Museo de Bellas Artes Benito Quinquela Martín, del barrio de La Boca. Ayer, los jóvenes autores recorrieron el museo y tomaron contacto con los trabajos de curaduría previos al gran día.
La única consigna fue dibujar y pintar. Los estudiantes, de entre 13 y 17 años, de la Escuela Media Nº 4, dieron rienda suelta a su creatividad en el taller de plástica. “Me gusta dibujar, porque se me van todos los problemas. Para hacer un dibujo, tengo que concentrarme en lo que estoy haciendo, y no pienso en nada más”, contó Jenny García, de 17 años, a Página/12. Como ella, muchos jóvenes dibujan como un escape de lo que los rodea o como una manera de viajar con la imaginación a otros lugares. “Me gusta dibujar montañas y lagos con barcos, como los de las películas o libros. Lo prefiero a dibujar la ciudad”, contó Daniel Adaniz.
La iniciativa surgió a partir de una visita de funcionarios del Ministerio de Educación porteño a la escuela. Cuando vieron algunos murales que habían realizado los chicos, surgió la idea que culminará con la exhibición de más de 60 cuadros, el 21 de este mes a partir de las 11. “La intención es que los chicos puedan darse cuenta de que lo que hacen en clase, tratado adecuadamente, puede tener un valor, y que su obra es apreciada por otros”, explicó Mario Terzano, subsecretario de Gestión Económica Financiera del ministerio. Incluso existe la propuesta de vender los cuadros al público, pero los directivos de la escuela prefieren que no se les ponga valor monetario.
En el museo sólo se verá el final de un largo camino que comenzó en el taller. “A todos le cuesta salir de la página en blanco. Tratamos que sean creativos y puedan expresar su mundo interior, sus experiencias, su vida”, explicó Vanesa Torres, docente en Plástica. La musa inspiradora la encontraron de distintos modos: en algunos germinaron ideas en medio de libros de plástica y afiches, otros la encontraron en su barrio, su calle, su casa. “Un día salí al balcón y pinté lo que veía por la ventana de mi cuarto. Estaba la gente loteando y levantando las carpas en el Parque Indoamericano”, contó Daiana Ramos, una estudiante de 17 años. Otras veces, los dibujos hablan de lo que les pasa por adentro. “En clase me preguntaron por qué había dibujado un chico con la mano en la boca. Les expliqué que, a veces me siento así, no hablo mucho”, dijo.
La experiencia les permitió aprender más que hacer trazos o mezclar colores. “Todo es un mecanismo de trabajo, comenzar a dialogar, a utilizar la plástica para expresarse. Aprenden a trabajar en grupo, a repartir la tarea”, explicó el docente Carlos Margalet.
El hecho de que sus creaciones dejen el aula representa otro desafío: vencer la vergüenza. “Acá se dan cuenta de lo que significa la puesta en valor de sus producciones”, contó Torres. A medida que recorrían las salas, crecía la ansiedad de los chicos. “Es algo que no te imaginás que pueda a pasar. ¡El cuadro que hice va a estar con obras de pintores!”, se entusiasmó Daiana. Para ellos, cada vez falta menos para que las obras cuelguen de las paredes del Quinquela.
Informe: Soledad Arréguez Manozzo.
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