Lun 13.06.2011

SOCIEDAD  › LA CRISIS EN VILLA LA ANGOSTURA, LA CIUDAD ARGENTINA MáS CERCANA AL VOLCáN

Sin luz y con el polvo hasta las rodillas

Defensa Civil dio cuenta de la evacuación de algunas familias, aisladas por la ceniza. El paso Antonio Samoré, que comunica con Chile, sigue interrumpido. En barrios de la periferia no hay luz y es difícil abastecerse de agua potable.

› Por Soledad Vallejos

Desde Villa La Angostura

Se hizo esperar, pero la nube que se veía en el Oeste finalmente llegó y descargó más restos del volcán Puyehue sobre la Patagonia argentina. La lluvia de cenizas, que arreció en la noche del sábado, aunque estaba anunciada para un día antes, renovó un velo agrisado sobre Bariloche. Esta vez, en lugar de piedritas o arena, volaron copos muy finitos, casi una harina, que volvían difícil estar fuera de las casas sin barbijo, y del todo imposible mantener los ojos a resguardo. En cambio, en Villa La Angostura, distante sólo 45 kilómetros del volcán, la pluma anegó la ciudad: centímetros de cenizas encontraron reposo sobre la arena de los días previos. Aunque en la ciudad neuquina las elecciones a gobernador se desarrollaron con normalidad, en la noche de ayer muchos barrios cumplían 24 horas sin luz. Al cierre de esta edición, las autoridades recordaban que La Angostura seguía bajo “alerta rojo”.

Por la avenida Arrayanes, eje céntrico del lugar, los comercios permanecían abiertos, con la compañía atenta de las montañas de polvo que, en algunos casos, llegaba a pasar el metro de altura. En la mañana, Defensa Civil había dado cuenta de algunas evacuaciones en las afueras de la Villa. Al caer la noche, los dos únicos habitantes del poblado Brazo Rincón, en el Perilago, todavía celebraban que, luego de días de aislamiento, el viernes Prefectura había logrado hacerles llegar alimentos “para los animalitos” y algo de agua. “Y hoy pude salir con el bote, atropellando arena. Por suerte. Nunca espera uno una cosa así.”

Tanto en Bariloche como en Villa La Angostura, a los restos del volcán había seguido el agua; la lluvia había aplacado, una vez más, el polvillo, que se asentaba en veredas, techos, calles, autos.

“Decí que fue ceniza, y no arena, lo de anoche. Si no, hoy no se podía hacer nada”, aventuró un fiscal partidario en la puerta de una escuela de La Angostura, cuando ya habían cerrado los comicios. Al aire frío de la noche que caía estrellada, él y otros compañeros de tarea fumaban un cigarrillo y se hacían chanzas sobre el desarrollo de la jornada, mientras recordaban las apuestas que podrían ganar a medida que avanzara el recuento de votos. “La elección fue normal, vino mucha gente, la ceniza no afectó en nada. Y mucha gente vino muy temprano”, agregó Fabián, en la puerta de la primaria 104, “El corazón de los lagos”, en compañía de otros cinco, seis amigos que, a su turno, iban chequeando la situación en sus casas, teléfono celular mediante.

“En el Barrio Margarita no hay luz todavía. Desde anoche”, repasó un señor de pelo blanco que enseguida aclaró: “Somos los margaritos, ¡pero es un barrio muy machote!”. La electricidad tampoco había vuelto en el Mallín, donde los autos avanzaban literalmente a los tumbos y las montañas de arena tenían la altura de niños de 10 años. El Barrio Norte también seguía a oscuras. A algunas cuadras, en el Correo Argentino, los gendarmes velaban por los datos. No tenían permitido hacer declaraciones, pero voceros oficiosos aseguraron a esta cronista que todo marchaba con normalidad.

Entretanto, en Brazo Rincón, la luz no era problema para Dora Monsalve y Nicanor Jara, los dos primeros pobladores argentinos del Perilago al cruzar la frontera, que se abastecen con paneles solares. “Tenemos tres, pero, claro, harían falta seis. Claro que por eso podemos tener teléfono”, evaluó Jara al otro lado de su celular. Un rato antes, Monsalve había contado que ella no deja la casa desde que comenzó la crisis de las cenizas. “No me animo. El hoy fue a votar y todo, pero hay que subirse al bote, cruzar el río, andar... Todavía no puedo”, explicó. Ahora, dijo, “está más tranquilo. Estuvimos muy mal ayer (por el sábado), porque estamos muy cerca del lugar donde explotó el volcán. Mucha piedra, mucha ceniza”. A su alrededor, donde no hay montaña, todo es agua; sobre el agua, hay “40 centímetros de piedra”, detalló Jara. Se rompió “el techo del corral de los caballos, el de las ovejitas. Fue de terror. Nunca esperé una cosa así. Para los que vivimos de este lado, fue un gran trastorno”. Viven allí “desde hace años”; ella tiene 52, él, 56, y no van “a abandonar este lugar”.

La intendencia de Villa La Angostura, hacia el fin del día, convocó voluntarios que puedan aportar vehículos 4x4 para colaborar con las tareas del Comando de Incidentes.

Sobre el cierre de esta edición, Defensa Civil de la Villa indicaba que el nivel de actividad volcánica parecía reducirse en el Puyehue. De acuerdo con las previsiones del Servicio Meteorológico, el viento podría llevar las cenizas hacia Neuquén. El paso internacional Antonio Samoré, que perdió un tramo de 66 metros bajo un alud de arena y ceniza, seguía interrumpido. En su reemplazo, aconsejó el vocero de Vialidad Nacional, Ernesto Arriaga, puede recurrirse al paso de Pino Hachado, más al Norte.

La ruta que une Bariloche con La Angostura evidenciaba la diferencia de distancias respecto del Puyehue: a medida que la primera ciudad quedaba atrás, los árboles estaban más y más cargados de cenizas. Algunas ramas, desbordadas del peso, llegaban a rozar el suelo. Con cada metro más cercano a la Villa, se volvía más improbable ver tierra: los pinos, los arbustos, los yuyos, parecían crecer no desde la tierra sino de arenas de un color indefinible.

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