SOCIEDAD › OTRO TESTIGO DECLARO CONTRA LOS GARCIA BELSUNCE
Oscar Sierco, el ex gerente de la funeraria Casa Sierra, contratada para la inhumación de María Marta García Belsunce, aseguró ayer en el juicio que la familia de la víctima compró el cajón “más económico” porque “la iban a cremar”. Sierco reconoció que “odia” a la familia García Belsunce, que piensa que es “culpable” y que “son lo peor”. “Cuando vi por la televisión que María Marta había sido asesinada, si tenía un arma me pegaba un tiro, no podía creer en lo que me metieron”, dijo Sierco al declarar como testigo ante el Tribunal Oral Criminal 1 de San Isidro.
El ex gerente fue el primer testigo de una jornada dedicada a establecer cómo se tramitó el certificado de defunción y el servicio fúnebre García Belsunce. El testigo afirmó que Guillermo Bártoli, cuñado de la víctima, lo contactó en Casa Sierra para realizar los trámites. “Me dijo que había fallecido un familiar de un paro cardíaco mientras se duchaba”, aseguró Sierco, quien comentó que los familiares querían un cajón barato.
“Les expliqué que (el cajón) era como para un indigente, pero me dijeron que la iban a cremar en unos pocos días, pagaron 2100 pesos”, dijo el testigo y luego recordó que, al final, por ese precio les terminó dando “un cajón un poco mejor”. Según Sierco, la cremación no se llevó a cabo porque “parece que después se asustaron o se habrían asustado porque ya los habían bochado dos veces en otras funerarias”.
Sierco dijo que se enteró de que María Marta había sido asesinada cuando lo escuchó al hermano hablando por televisión. “Entonces hablé con Bártoli, me dijo que había puesto un abogado y que yo ponga el mío”, manifestó. Sierco, con 40 años de experiencia en el rubro, dijo: “Qué te vas a imaginar que te van a traer un muerto con cinco balazos en la cabeza, que te van a engrupir y mentir de esa manera. Eso es maldad, porque han perjudicado a tanta gente”, agregó el ex gerente de Casa Sierra.
Ayer también declaró el ex empleado de la mencionada funeraria Roberto Di Feo, quien afirmó que el cuerpo “estaba muy maquillado y arreglado” y que cuando acomodó la almohada en la que estaba apoyada la cabeza salió un coágulo. A este testigo le llamó la atención “la frialdad en el trato de parte de todos” y que “no parecía que había pasado una desgracia”.
Horacio “Yayo” Zarracán, cuñado de la víctima, puso en duda que el pituto que vio en la reunión clave realizada en el baño de la casa para determinar qué era esa pieza sea el mismo que consta como prueba.
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