SOCIEDAD
› ANDREA FERRARI, GANADORA DEL PREMIO BARCO DE VAPOR, HABLA DE LITERATURA INFANTIL
“Los temas son los mismos, cambia el tono”
El jueves obtuvo el mayor premio de literatura infantil del mundo con una novela inédita, “El complot de Las Flores”. Andrea Ferrari, editora de Sociedad en Página/12, cuenta aquí cómo empezó a escribir para chicos, explica las diferencias (y no tanto) con la literatura para adultos y define el tono esperanzado de su libro.
› Por Sandra Russo
Hace apenas dos semanas, Andrea Ferrari creía que su futuro inmediato era el siguiente: terminar sus vacaciones en Mar de las Pampas y reintegrarse el lunes 3 a sus tareas como editora de la sección Sociedad de este diario. Pero a veces la vida te besa en la boca. Como en un cuento, en un sueño o en una película de ésas del Blockbuster, el futuro inmediato de Andrea fue otro. En casa de una amiga, todavía de vacaciones, se le ocurrió abrir su mail para ver si había alguno interesante. Y había uno bastante interesante. Venía de Madrid y le informaba que su novela El complot de Las Flores era una de las finalistas en el concurso internacional de la casa editora Barco de Vapor, la más grande y prestigiosa de habla hispana.
El mail le informaba, además, que estaban llegándole los pasajes para asistir a la ceremonia en la que se revelaría la novela ganadora. Todo pasó muy rápido, pero el jueves por la noche, en lugar de estar cerrando sus páginas de Sociedad, Andrea estaba en las afueras de Madrid, con las piernas temblándole, en una enorme fiesta que celebraba, por si fuera poco, los veinticinco años de vida de esa editorial, un aniversario que hizo que se triplicara el monto del premio: alcanzó 100 mil euros. Y como en los cuentos, en los sueños, o en esas películas, Andrea escuchó, al final de una cena que le pareció eterna, su nombre. Había ganado y se le abría una carrera literaria disparada desde España.
Cuando hablamos por teléfono para hacer esta entrevista me olvidé de preguntarle si volvió a fumar, pero supongo que no, porque Andrea es de las que suelen mantenerse en su eje aunque a su alrededor estén pasando cosas tan descomunales como las que le pasaron esta semana. “Pero me cambia la vida –dice, y la voz deja pasar ese eco cristalino que en este país uno corre el riesgo de olvidar, y que se corresponde con la emoción “verdadera alegría”–. Imaginate: yo escribía estas cosas cuando tenía tiempo, porque me gustaba, por puro placer. Ahora creo que me lo voy a tomar más en serio.”
El jueves por la noche, mientras un auto la trasladaba junto a su marido, Ernesto Tiffenberg –a la sazón, muuuy a la sazón en este caso, el director de este diario–, de Madrid a Casa de Campo, en las afueras, donde iba a tener lugar la ceremonia, Andrea estaba muy nerviosa. Una fiesta de quinientas personas, muchas de ellas celebridades españolas, precedió a la entrega de los premios: el Gran Angular, para literatura juvenil, y el Barco de Vapor, para literatura infantil. “Hubo una cena, pero no me acuerdo qué había para comer, porque no comí nada. Todavía no entiendo muy bien qué es lo que pasa, acaba de llegarme un telegrama del secretario de Cultura de España, hice notas todo el día...”, dice, y lo último que dice es gracioso en cierto modo: “Hice notas todo el día” es una frase que podía escuchársele a Andrea cuando cubría procesos electorales en América latina, y llamaba agotada a la redacción para pasar el balance del día: pero era ella la que hacía las notas. Ahora se las hacen.
“Siempre admiré las ediciones de El Barco de Vapor, pero no tenía una noción cabal de la importancia de la editorial. Aquí los chicos dicen ‘quiero un barco de vapor’ cuando quieren un libro”, dice.
Esa importancia y esa presencia poderosa en el mercado editorial español se reflejó el jueves, en la ceremonia, cuando ante un escribano se dieron a conocer los nombres de los ganadores de los dos concursos. Primero dijeron el título de la obra ganadora, El complot de Las Flores. Después, el seudónimo, Violeta. Finalmente, el nombre de la autora. Andrea recibió su premio, dijo unas palabras que los que la conocen saben cuánto le deben haber costado, y de ahí fue directamente a una conferencia de prensa con todos los medios locales. A los 40 años, con sólo un libro publicado –Las ideas de Lía (2001, Colihue)– y un futuro que se abre y deja ver su perfecta dentadura, la señora Ferrari responde a estas preguntas:
–Siempre que uno concursa, supone que hay chances de ganar y chances de perder. ¿En qué proporción estaban tus suposiciones cuando decidiste mandar la novela al concurso?
–Algo así como 1 contra 99. En verdad, ni remotamente suponía que podía ganar, entre otras cosas porque creía que una editorial tan fuerte de España tendería a elegir una obra española, más aún cuando acababan de convertir este premio en el más alto del mundo para literatura infantil. Envié el original más que nada pensando que si tenía mucha suerte tal vez la consideraran para publicar. Por eso, cuando la semana pasada me dijeron que mi novela estaba entre las finalistas me quedé helada, incrédula. En los últimos días, varias veces me desperté en la mitad de la noche pensando si todo esto no sería un error.
–Contame la ceremonia. ¿Te preguntabas qué hace una mujer como yo en un lugar como éste?
–Todo el tiempo. Había unas quinientas personas, entre autores, editores, ilustradores y periodistas. Se trataba de una cena, pero los platos pasaban delante de mí sin que pudiera probarlos. Me sentía como en medio de una película, más todavía porque en mi mesa estaba sentada Verónica Forqué, actriz de Almodóvar, junto a su madre, que es una conocida escritora de libros infantiles. Entonces era como si me estuvieran pasando una película, sólo que de pronto tuve que convertirme en protagonista y subir a recibir el premio.
–¿Qué virtudes creés que tiene tu novela para haber ganado? ¿De qué se trata?
–Se trata de un pueblo ficticio de la Patagonia, Las Flores, que está en vías de extinción. La gente lleva años yéndose porque no hay trabajo y saben que si eso no cambia el pueblo desaparece. Pero hay una familia que llega: la de un médico que acaba de quedar desempleado en Buenos Aires. La novela está estructurada como un contrapunto entre dos voces: la de la hija del médico, una chica de 14 años que en principio odia estar allí, y la de una mujer del pueblo que escribe un diario donde registra los planes que elabora en secreto un grupo para salvar el lugar de la extinción. Ellos saben que para sobrevivir tienen que obtener el asfalto que los acerque al mundo, pero no hay nadie que acepte ayudarlos. Y eso sucede en medio de la crisis y los cacerolazos, cuando ningún gobernante está dispuesto a mover un dedo por ellos. Entonces arman una suerte de conspiración, un ardid que resulta insólito y un poco cómico, para obtener esos fondos. En este plan, que incluye un romance y un engaño, tiene un lugar protagónico, aunque involuntario, Mara, la hija del médico. En cuanto a las virtudes de libro, supongo que lo primero que habría que decir es que su lectura atrapa, algo esencial con los chicos. El jurado, que en la noche de la ceremonia hizo una descripción muy halagadora del libro, tomó eso en cuenta: dijeron que es divertido y engancha al lector de entrada. Y supongo que pesó que tenga un tono esperanzado, que en medio de la crisis esta gente encuentre su camino.
–¿Por qué el género infantil? ¿Hay algo que caracterice a los autores de literatura infantil? ¿Lo asociás, en vos, con la maternidad, o es un deseo autónomo?
–El género infantil es en el que me siento más cómoda. No creo que se trate de un género de segunda en la literatura ni que los temas que se tocan sean tan radicalmente diferentes que los de la literatura para adultos: más que nada es otro el interlocutor en el que uno está pensando, entonces cambia el tono o el enfoque. Inicialmente sí estuvo vinculada para mí a la maternidad, porque me enganché con la literatura infantil a través de mi hija: primero leyéndole, luego jugando con ella a inventar historias. Pero ahora ya estoy lejos de esos comienzos y lo veo como algo absolutamente autónomo, una actividad que me resulta apasionante y muy placentera.
–¿Cómo pensás que vas a compatibilizar este éxito internacional repentino con tu perfil obsesivamente bajo?
–No es fácil. En estos últimos días en Madrid tuve que dar unas diez entrevistas a radios, diarios y agencias. Y no podía dejar de pensar que estaba en el rol equivocado: yo debería estar haciendo las preguntas y no contestándolas. Pero supongo que esto pasará y podré volver a ese perfil bajo en el que me siento mucho más cómoda.
–¿Tenés otros textos inéditos?
–Tengo una novela que resultó finalista en otro concurso y que estoy reelaborando. Y también empecé una nueva. Y tengo, sobre todo, muchas ganas de seguir escribiendo.
–¿Tu futuro sigue teniendo que ver con el periodismo o este premio ya te coloca en otro lugar?
–Estoy tan aturdida con todo esto que me resulta difícil definir ya mismo un camino. Pero sin duda creo que mi futuro va a estar ligado a la literatura infantil, y que este premio significa un impulso mayor del que alguna vez pude soñar.