Dom 09.03.2003

SOCIEDAD

La extraña noche en que Playboy eligió a su conejita colombiana

Champán, colados, erotismo en el escenario a distancia, profesionales de la selección de mujeres, hinchada argentina, triunfo bogoteño... una excursión al mundo de las conejitas.

Por A. D.

Todo resultaba un poco extraño. El glamour, los dorados, los brochecitos con forma de conejita que los invitados se ponían en las solapas y, claro, también eran raras las posiciones que iba tomando la tribuna a lo largo de la noche. Entre ellos había mujeres, hombres flacos, más gordos, más petisos, más acaudalados y de los otros: la platea de jugadores experimentados, dueños de las mejores apuestas en los niveles más altos del Casino Buenos Aires. Todos estaban ahí, en el salón de conferencias del Hotel Hilton de Buenos Aires donde el viernes por la noche, Playboy TV Latino América & Iberia concluía un certamen para elegir a la señorita Playboy 2003 entre doce finalistas. El Casino de Buenos Aires fue sponsor oficial del megaevento y sus clientes, de paso, se convirtieron en parte de los convidados de lujo.
Todo estaba listo desde temprano. Desde las ocho de la noche, la gente de la agencia encargada de la organización y publicidad del evento poseía un listado prolijísimo con los nombres de los invitados de lujo. Sabían que Charly García estaría presente, pero también que llegaría si y sólo si un remise pasaba a recogerlo por su casa, lo esperaba armado de paciencia y se empecinaba allí hasta obligarlo a bajar del departamento. Por las dudas, y por si ese mecanismo fallaba, los organizadores no pusieron en el auto de Charly a una de las finalistas de Playboy, sino a Pipo Cipolatti, a la manera de quien pone una garantía a bordo. Con los otros invitados estrellas las cosas fueron más fáciles. Desde bien temprano, la gente de la revista La Primera pasó por la recepción del Hilton como lo haría una agencia de correo privado. Se llevaron invitaciones propias y, de paso, otras dos destinadas al abogado Fernando Burlando.
–Te dijo la verdad –comentaba desde la última fila una de las colombianas, de paso por el Hilton y tentada con las imágenes de las mujeres fatales promocionadas pisos arriba–: a mí esto me da risa, ¿qué querés que diga?
La risa de esta colombiana llamada Carolina Abad no fue provocada ni por las infusiones de vino ni por las de champán que andaban enloqueciendo a los espectadores mientras atemperaban ansiedades. Era simplemente por las chicas, por esas doce finalistas de Playboy que ya paseaban por las pasarelas dispuestas a enseñarles a los presentes de qué se tratan las fantasías de una chica Playboy cuando se pone a caminar en serio.
En eso estaba por ejemplo Valeria Silva, la multipromocionada señorita Playboy argentina incluida en este certamen de finalistas. Valeria llegó a la final del concurso después de salir seleccionada entre las candidatas argentinas. Es una cordobesa de 23 años, modelo publicitario desde los 16, estudiante de inglés e interesada –tal como indica su currícula de presentación– en desarrollar una suerte de proyecto de supervivencia a la argentina: en Córdoba lleva adelante “un proyecto familiar para instalar una casa de comida dietética y naturista”. Fue cuando preparada aquel ensayo que se encontró con Playboy y una propuesta atrevida: trasformarse en la imagen del canal erótico durante esta temporada.
Con este concurso y el lanzamiento del canal de cable, Playboy intenta revertir el derrotero de los últimos años. La publicación, considerada trasgresora cuando se iniciaba allá por los años ’50, ahora ensaya un desplazamiento del soporte gráfico al televisivo para recuperar a un público esencialmente distinto al modelo del voyeur cautivado en los comienzos. En ese marco, lanzaron la apuesta televisiva que tienen niveles de penetración profundos en los países de público más conservador y católico como Chile y México, que mejora sus perspectivas en otros 17 países y tiene pocas chances de instalarse a gusto entre los brasileros.
–¿Te digo una cosa? –sugería desatado Enrique Barbieri, uno de los que recorrían alborotados buena parte de la sala–. Yo me terminé colando, me invitó un amigo, si me dijo que venga porque acá iba a ver culos.
Que estaban ahí expuestas, sobre un escenario empecinadamente distante de la tribuna.
–Porque lo que pasa es que el sexo no existe –se escuchaba por ahí, de pronto, desde la última fila del salón–. De verdad.
Insistía el caballero que, además de invitado, se presentó como Rafael a secas, egresado de Ciencias Políticas.
–¿Por qué no existe el sexo? –preguntaba–. Porque lo dice Lacan, ¿o no ves que las chicas no están es tu propia fantasía la que las ve de esta manera?
Las maneras de las fantasías de la sala, con Lacan o sin él, eran demasiado reales para ponerlas en duda. Las niñas que pasaban sobre los tablados aprovechaban cada una de las aproximaciones para arrancarle algún aplauso o silbido ácido a buena parte de la tribuna. Allí mismo la candidata del Brasil, Liliane Miranda, se ganó tantos buenos chiflidos que estuvo a punto de llevarse el premio más importante. Pero no, al final a pesar de las apuestas que corrían abajo y arriba del escenario, la brasilera de 20 años no lo ganó. El jurado terminó inclinado por los trópicos más calientes y prefirió consagrar
a Renata González, colombiana
ella de 22 años, titulada en Comercio Internacional, gimnasta y bailarina. Renata será a partir de ahora la cara Playboy de la trasmisión, a pesar de Lacan o del muchacho capaz de invocarlo en el recinto.

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