Sáb 15.03.2003

SOCIEDAD

Una chica de 14 años vio cómo acuchillaron a Miguel Lecuna

La adolescente declaró en el juicio. Contó que vio pasar el taxi y pudo observar el momento en que le dieron varias cuchilladas.

› Por Horacio Cecchi

Una menor, de 14 años, aportó una prueba clave en el juicio por el homicidio de Miguel Lecuna, marido de Georgina Barbarossa. La jovencita relató haber visto cómo dentro del taxi un hombre se había encaramado sobre Lecuna y le asestaba puñaladas con un cuchillo grande. Según las pruebas elevadas al juicio oral, quien asestó las puñaladas era “Mario” Oscar Barros. Vio cómo el chofer golpeaba a Lecuna y cómo otro hombre bajaba de una camioneta para subir al taxi por la puerta derecha delantera. También ayer, Juan Carlos “el Ruso” Schmidt decidió hablar ante los jueces. Desmintió al testigo Julio Lucero, que había señalado a los acusados como participantes en el hecho. Dijo que sólo lo conocía porque “un día le pidió un flete”. Aseguró también que no conocía a sus colegas de banquillo. “¿Usted cree que fue casualidad u obra de la fatalidad que dos imputados y un testigo en una misma causa hayan tenido su teléfono?”, preguntó la jueza Silvia Mora. “Muy buena pregunta”, respondió Schmidt. Al finalizar su discurso quedó claro que “el Ruso”, como acusado, no estaba obligado a jurar decir la verdad.
Tres menores declararon como testigos ayer ante los jueces Hugo Boano, Silvia Mora y Alejandro Becerra, del Tribunal Oral 2 porteño. El primero, de nombre Oscar, de 15 años, dijo que estaba en la esquina de Bustamante y Gorriti con su perra y un amigo cuando vio al taxi Renault 19, en el que presuntamente viajaba Lecuna. “Parecía que se venían golpeando”, aseguró el menor.
Según las pruebas aportadas al juicio, Gabriel “Cara de Goma” Gómez conducía el taxi, alquilado al “Viejo” Antonio Arregui, seguido por una furgoneta blanca conducida por “el Pipi” Walter Jorge. “Mario” Barros fue, según esas mismas pruebas, quien apuñaló al pasajero, mientras que “el Ruso” Schmidt bajaba de la camioneta para ayudar a Barros.
La declaración del portero Olegario Murúa fue intrascendente. En pocas palabras, no recordaba nada. Sólo que el chofer de una Trafic le preguntó por la calle Billinghurst. Vicente Castro, empleado en una confitería, escuchó gritos que provenían del taxi: “¡Dejame bajar, hijo de puta!”, dijo haber escuchado. Castro sostuvo que fijó su atención en la camioneta, porque “el acompañante se asomaba por la ventanilla y gritaba a los del taxi, como si fuesen peleando”. También recordó que en el taxi viajaban tres personas. O sea, según las pruebas, quien se asomaba era Schmidt, y quienes viajaban en el taxi “Cara de Goma”, Barros y Lecuna.
El testimonio de Facundo, de 16 años, el amigo del menor Oscar, confirmó que después de que Lecuna fue arrojado, la furgoneta se detuvo y el chofer (“el Pipi” Jorge) bajó a preguntar algo, coincidiendo con la declaración de Guillermo Rodríguez.
Pero el dato clave fue revelado por Vale, una chiquita de 14 años que se dirigía a sus clases de teatro cuando el taxi pasó a unos dos metros de donde ella se encontraba. Vale, en una declaración muy fresca y con elocuente memoria, relató haber visto cómo en el asiento trasero, un hombre encaramado sobre otro le asestaba puñaladas. “No fue una sino varias”, aseguró y describió el arma como “un cuchillo grande que tenía en la mano izquierda”. También vio al chofer que se daba vuelta y golpeaba o trataba de separar. Recordó que en el taxi sólo había tres personas y que en un semáforo una camioneta se apareó al auto y bajó un hombre (según las pruebas, Schmidt) que subió al taxi por la puerta delantera.
El plato fuerte llegó al final, cuando el propio “Ruso” Schmidt, en desvariado castellano, dio su versión e intentó desmentir la declaración del ex testigo encubierto Julio César Lucero, quien aportó los datos para la detención de los cinco acusados. “Un día estaba arreglando el carburador de mi camioneta Ford F100, modelo 69, frente a mi casa cuando ese señor (Lucero) bajó de un Fiat y me preguntó si hacía fletes. Le dije que sí y me pidió el teléfono. Después lo vi otras veces en un bar cerca de mi casa, y me dijo que era de ‘la fuerza’ y le pedí que me consiguiera fletes.”
Schmidt aseguró que cuando lo detuvieron le dijeron “vos sos ‘el Ruso’”. Y aseguró desconocer a Arregui, Jorge, Gómez y Barros.
Después intentó convencer al tribunal del motivo por el que tenían su teléfono: “Será para pedirme fletes –argumentó–. La gente hoy día llama para averiguar precios”. La jueza Silvia Mora insistió sobre el tema:
–Schmidt, usted cree que fue obra de la casualidad o la fatalidad –preguntó Mora– que tres personas en esta misma causa tuvieran su teléfono. Me llama la atención.
–A mí también. Es buena la pregunta –sorprendió el detenido–. Hay tantas cosas en la vida que no se pueden explicar.

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