SOCIEDAD
› DECLARARON DOS ACUSADOS POR EL CRIMEN DE LECUNA
Jornada completa de contradicciones
Uno de los investigadores y dos de los acusados por el homicidio de Miguel Lecuna, marido de Georgina Barbarossa, declararon ayer ante el Tribunal Oral 2 porteño. El investigador, oficial principal Enrique Ayub, describió el disfraz que utilizó para abordar el taxi Renault 19 en el que fue asesinado Lecuna, y dio los detalles que derivaron en las detenciones de los cinco acusados. Por su lado, “Cara de Goma” Gómez y Oscar “Mario el Tucumano” Barros, dos de los cinco acusados, aceptaron declarar. Hicieron todo lo posible por contrarrestar el testimonio de Julio Lucero, quien aportó datos sobre el crimen a la policía. Cayeron en serias contradicciones.
Ayub es el policía vecino de Julio Lucero, que recibió la confidencia de éste sobre detalles reveladores de la banda y el modo en que se ejecutó el asalto que derivó en la muerte de Lecuna. Lucero proporcionó a Ayub los apodos de los asaltantes: “Cara de Goma”, “El Pipi”, “Mario el Tucumano”, “El Viejo Antonio” y “El Ruso”. Después, los investigadores determinaron que se trataba de Gabriel Gómez (chofer del taxi), Walter Jorge (chofer de la furgoneta), Oscar Barros (a quien acusan del crimen), Juan Schmidt (apoyo de Barros) y Antonio Aguirre (que les subalquiló el taxi). Ayub describió además que tras localizar al taxi, lo siguió desde Gerli y lo abordó en la Capital, haciéndose pasar como un despachante de Aduana. Dio vueltas con el taxi para ganar tiempo y observar detalles. Así descubrió que los asientos eran nuevos y que el vehículo sería dado de baja en pocos días más. El Renault 19 fue secuestrado y debajo del zócalo, por donde pasan los cables, descubrieron rastros de sangre del mismo ADN que el de Lecuna.
Después declararon “Cara de Goma” y “Mario”. Los dos presentaron versiones semejantes, aunque contradictorias. “Cara de Goma” Gómez dijo que había sido amenazado mientras estaba detenido –aunque no supo explicar coherentemente por qué no presentó la denuncia– por no haber aceptado un arreglo para acusar al resto. La explicación de cómo se conocían con Barros y por qué intercambiaron sus teléfonos resultó absurda: se cruzaron en la calle y hacía mucho que no se hablaban. La de Barros fue más inverosímil. Cuando le preguntaron por qué tenía el teléfono de Aguirre respondió: “Jugábamos al billar y me llamó para hablar de billar”. Barros, además, dijo que el 2 de noviembre del 2001 estaba con su madre y su esposa. Le preguntaron si pensaban declarar como testigos y respondió: “Yyy... no sé, supongo que sí”.