SOCIEDAD
› UN HOMBRE DESCUBRIO QUE UN CERTIFICADO LO DA POR MUERTO
Otra changuita del doctor March
Fue a pedir el seguro de desempleo, pero la Anses lo tenía por muerto. El acta fue firmada por el médico del caso García Belsunce.
› Por Horacio Cecchi
La firma del defuntólogo Juan Carlos March no sólo hizo pasar muertes traumáticas por naturales, como se demostró en el caso de María Marta García Belsunce, o fue capaz de revisar cadáveres el mismo día, en el mismo horario, pero a distancias kilométricas uno de otro. También logró revivir muertos o dar vivos por finados. La facultad cuasidivina de su estilográfica se pudo comprobar tras la denuncia de Gustavo Horacio Gauna, nacido hace 32 años según le consta a él mismo, y fallecido el 29 de marzo de 2002, según le consta al defuntólogo. El propio Gauna comprobó esos poderes cuando perdió su trabajo en abril del año pasado y se dirigió a la Anses para suscribirse al seguro de desempleo. “El señor Gauna está fallecido”, le dijeron al señor Gauna, cosa que el propio finado no pudo creer. Realizada la pertinente denuncia, el Registro de las Personas bonaerense determinó que el certificado que daba por muerto a Gauna estaba firmado nada menos que por el afamado especialista quien, para variar, constató que la muerte de Gauna ocurrió tras el también afamado desenlace de paro cardiorrespiratorio no traumático.
En términos estrictamente defuntológicos, la de Gustavo Horacio Gauna fue una absurda muerte. Absurda especialmente porque Gauna está vivito y coleando, tal como certificó Página/12 tras conversar con el ex finado. Gauna, de 32 años, era obrero de una subcontratista de Vialidad, dedicado al trabajo en las rutas. En abril del año pasado se quedó sin el empleo. Con cuatro hijos (de 14, 12, 9 y 4 años), una casita humilde en el Barrio Obrero, en Berisso, y el único ingreso de la pensión de su madre y el Plan Jefas de Hogar que hace dos meses cobra su señora, Gauna se decidió a dejar alma y vida con tal de obtener unos pesos. Y en ese mismo abril se dirigió a la Anses para reclamar el seguro de desempleo, que tiene un límite de ocho meses después de perder el trabajo.
–¿Usted es Gauna? –preguntó la empleada de la Anses.
–Sí –respondió tímidamente que no entendía por qué la mujer lo miraba con asombro.
–No puede ser. Aquí figura como fallecido. Lo siento mucho.
La respuesta arrancó una carcajada tragicómica de Gauna, quien en ese momento no alcanzaba a entender la dimensión del asunto. “Vuelva mañana a ver si se lo resuelvo”, le aconsejó enigmáticamente la empleada tras su insistencia de que no, que él no estaba muerto. Gauna volvió al día siguiente y los sucesivos días sin resultado alguno. Hasta que le recomendaron que concurriera al cementerio de La Matanza, donde había sido sepultado y donde, seguramente, le resolverían el asuntito. Allí no tuvo nada que hacer porque lo derivaron a su vez al Registro de las Personas, donde presentó la respectiva denuncia, el 9 de agosto pasado.
“Primero analizamos si no era un homónimo, después fuimos al acta y no encontramos anormalidades –dijo Mario Giacobbe, director del Registro provincial, a este diario–. Fuimos entonces al certificado de defunción y ahí descubrimos que llevaba nada menos que la firma del doctor March”.
La cuestión del acta derivó en alguna confusión, que será tratada en las siguientes líneas para no generar confusiones adicionales al sorprendido lector. Lo cierto es que en el certificado de defunción (ver facsímil) además del nombre del supuesto finado, figura la causal de muerte, la misma sufrida por la baleada María Marta: paro cardiorrespiratorio no traumático, infarto de miocardio, señalado por el propio March. El defuntólogo certificó haber asistido a Laferrère para revisar personalmente el cadáver del malogrado Gauna, fallecido el 29 de marzo del año pasado.
No habría confusión de no haber revivido el propio Gauna. Según Giacobbe, en el acta de defunción (es el documento que queda en los libros del Registro a partir de los datos provistos por el certificado del médico) a falta del DNI del fallecido se aplicó su huella dactilar que, curiosamente, tiene la tinta corrida, con lo que no se puede determinar de quién era el dedito.
En agosto, Gauna presentó una denuncia penal que quedó a cargo del fiscal platense Daniel Violini y del juez de Garantías Guillermo Atencio. Por el momento, no hubo noticias judiciales aunque la pregunta es obvia: ¿Error burocrático? ¿Oscura trapisonda amparada en que un desempleado no se enteraría de su muerte? ¿Quién fue sepultado a nombre de Gauna?
A todo esto, el acta figura bajo el número 846 II B f.13, pero la abogada de Gauna, Claudia Fernández, aseguró contar con un acta melliza, o sea, con el mismo número pero de la finada Porfiria Ponce, fallecida el 8 de abril de 2001. También aseguró que en el acta correspondiente a Gauna no figura la fecha del certificado (29 de marzo del 2002) sino el 30 de marzo del 2001. Es decir que su cliente murió según el acta, un año antes de lo que indicaría el certificado trucho de March.
Giacobbe aclaró: “El acta no es melliza sino que pertenece a otro libro. Y allí donde parece leerse 2001 en realidad es 2002 porque el número aparece mal escrito. De todos modos, solicité una pericia caligráfica y ordené abrir un sumario”.