SOCIEDAD › CONDENA A LA EMPRESA ETERNIT EN BéLGICA POR CUATRO CASOS DE CáNCER
Un tribunal belga condenó ayer a Eternit, una multinacional fabricante de materiales de construcción, a pagar una indemnización de 250 mil euros a una familia en la que murieron cuatro personas a raíz de la exposición al amianto. Esta sustancia, también llamada asbesto, se compone de una fibra mineral natural, utilizada en diversas aplicaciones en construcción, industria y productos de gran consumo, que entra en el cuerpo humano por inhalación y causa enfermedades como la asbestosis, cáncer de pulmón y mesotelionas pleural y peritoneal.
En el año 2000 una mujer decidió denunciar a la multinacional Eternit al conocer que sufría de cáncer de pleura, la misma enfermedad de la que había muerto su marido, que era empleado de la empresa en su sede de Kapelle-op-den-Bos (al norte de Bélgica). Tanto la mujer como dos hijos del matrimonio murieron a causa de esta enfermedad, que sólo padecen quienes han estado en contacto con el amianto (se registra un caso por cada millón entre personas que no han estado expuestas a esa sustancia).
Por este motivo, el tribunal civil de Bruselas se pronunció y condenó en última instancia a la multinacional al “hallarla culpable de haber utilizado amianto pese a conocer los riesgos que suponía para la salud”, aunque la empresa había alegado que los peligros de este material “no estaban claramente determinados”. La corte tuvo en cuenta para el fallo el “cinismo increíble con el que los conocimientos científicos (respecto de la peligrosidad del amianto) han sido desechados por afán de lucro”.
Según un informe publicado por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), el uso de asbesto fue prohibido en la Argentina en el ámbito nacional en el año 2001, a través de la Resolución 823/01 del Ministerio de Salud de la Nación, en lo que respecta a la producción, comercialización y uso de fibras de este tipo en todas sus variedades. Asimismo, en la Ciudad de Buenos Aires, una regulación contra el amianto fue pronunciada a través de la Ley 1820/05.
El amianto o asbesto está compuesto por miles de fibrillas elementales, sólidamente unidas, y que pueden separarse con facilidad longitudinalmente en fibras cada vez más finas, hasta llegar a fibrillas de tamaño microscópico. Aquí reside la clave de peligrosidad de esta fibra, ya que billones de éstas pueden estar en el ambiente y ser transportadas a distancia a causa de corrientes de aire, agrega la investigación llevada a cabo por el INTI.
De esta forma, los residuos que contienen fibras de asbesto son considerados “Residuos Peligrosos”, avalados por la Ley 24.051 del año 1992. En su artículo 2º establece que “será considerado peligroso todo residuo que pueda causar daño directa o indirectamente, a seres vivos o contaminar el suelo, el agua, la atmósfera y el medio ambiente en general”. Esta ley promueve ambientes saludables, para fomentar la prevención de enfermedades.
El amianto fue utilizado durante décadas en la construcción (tejas, azulejos, cemento), en la industria automovilística (embragues, frenos, transmisión), en el sector textil e incluso en el ámbito alimentario, debido a su versatilidad como aislante.
A nivel mundial, Estados Unidos ya había prohibido el uso del amianto en 1989, mientras que la Unión Europea lo hizo diez años después, tras constatar que la exposición a este material provoca “cáncer de pleura”, una enfermedad con una elevada mortalidad.
Un estudio reciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revela que en la actualidad hay en todo el mundo unos “125 millones de personas expuestas al amianto en el lugar de trabajo”.
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