Lun 02.01.2012

SOCIEDAD  › UNA MULTITUD OCUPó LAS PLAYAS CéNTRICAS DE MAR DEL PLATA PARA FESTEJAR LA LLEGADA DEL AñO

La noche del 31, la Bristol parecía de día

Familias enteras se convocaron en las playas de Mar del Plata para festejar el año nuevo. Antes, desde las 15, ya la multitud se había congregado para presenciar la largada simbólica del Dakar. El festejo continuó hasta que el sol reflejó la orilla.

› Por Carlos Rodríguez

Desde Mar del Plata

No hay mesas tendidas, ni pan dulce. Tampoco sillas y el piso tiene la dureza de las rocas. Nadie duda de que cualquier living, patio o cocina de cualquier casa, hasta la más humilde, tiene algún toque de confort del que carece la intemperie, pero en este caso se trata de una opción porque ninguno de los que se instalaron acá vive en la calle. Sólo decidieron esperar el año nuevo en la playa, salpicados por las olas de un mar que se agitó con la espera del toque de las doce de la noche del día que marcó el final de 2011. Eso sí: ninguno de los que llegaron al lugar del encuentro olvidó la sidra, el fresitas, el champán extra brut o la nunca despreciable botella de vino tinto. Todos vinieron con una botella bajo el brazo y con su correspondiente copa descartable, como un año que se va.

La familia Fernández-Guardiola llegó en “patota” a la hilera de piedras que ingresa al mar a espaldas del edificio del Casino. Aparecieron con la consigna de “no pagar más las deudas” y por eso armaron una fogata en el improvisado muelle en la que hicieron desaparecer con ayuda del fuego, al menos en forma simbólica, todas las facturas impagas. “Que se jodan los que fiaron”, gritó el abuelo mientras llenaba las copas. Además de la familia numerosa, hubo parejas, amigos y hasta un hombre solo que brindó con todos. Miles de personas festejaron al aire libre, mirando los fuegos artificiales que hicieron más luminosa a la ciudad.

La largada del Dakar, en la madrugada de ayer, hizo que la fiesta se hiciera internacional. Un brasileño que estuvo ensayando durante todo el día llegó a decir un “feliz año novo” entendible para todos. A los cuatro rusos miembros del equipo oficial de ese país, Kamaz Master, la traducción se les complicó. Lo solucionaron con la única palabra en castellano que les sale más o menos bien y que los divertía: “Carramba”, gritaron como si se tratara de un buen augurio. Lo repitieron una y otra vez mientras se reían y hacían sonar la erre tan fuerte como el rugir de los motores de sus camiones de competición. De todos modos, aunque había gente de todas partes, ganaban los marplatenses, que entonaron desafiantes: “El que no aplaude es de San Bernardo”. Y todo el mundo aplaudió, hasta los de San Bernardo.

Por si faltaba algo, sobre la Bristol surgió una larga mancha blanca que se lavó los pies y mojó sus túnicas en el Atlántico. Eran los adoradores de Lemanja, una de las orixás (diosas) principales del pueblo africano, considerada “madre de religión, protectora de la familia, la fertilidad y dadora de abundancia”. Fue un anticipo de los festejos que hacen, todos los años, siempre en Mar del Plata, el primer domingo de febrero.

A lo largo de la costa marplatense, desde La Perla hasta el Torreón del Monje, miles de personas recibieron el año sobre la playa, mirando la lluvia de fuegos de artificio. Hubo una disputa tenaz entre El Torreón y la Bristol para ver cuál ganaba la batalla de las luces que subían al cielo. La gente decretó un empate. La zona que rodea al Hotel Provincial y al Casino Central fue una romería durante toda la jornada. Desde las 15 del sábado 31 de diciembre, por la largada simbólica del Dakar, una tediosa presentación piloto por piloto de los 465 hombres y mujeres de 50 nacionalidades que participan del Rally. La ceremonia fue conducida por una locutora que manejaba a la perfección todos los idiomas. La gente se agolpó detrás de las vallas y apenas si pudo ver y fotografiar, desde lejos, a los autos, motos, camiones y cuatriciclos que participan de la competencia.

El festejo de año nuevo significó también una disputa abierta entre los hoteles y los restaurantes para atrapar clientes. La cena show de año nuevo tenía valores altos en los principales comercios gastronómicos. El costo iba de los 220 por persona (adultos) hasta los 390 pesos por cabeza, si el pago se hacía con tarjetas de crédito. “Si entramos los cinco, la fiesta nos cuesta cerca de 2 mil pesos”, se quejaba Antonio Mansilla, acompañado por su mujer y sus tres hijos adolescentes. Si bien muchos lugares se llenaron para comer y brindar mientras escuchaban artistas ignotos, eran interminables las colas en los lugares que venden comida para llevar y en Montecatini, donde se mantuvieron los precios habituales del menú a la carta.

Por eso, el festejo de las 12 de la noche junto al mar fue todo un éxito para los que querían romper la rutina de la celebración en casa sin empeñarse para el resto de enero. Y en la playa hubo de todo, como en botica: mujeres jóvenes arrojadas al mar con ropa de calle y sin contemplaciones, familias llorosas recordando penas recientes, senegaleses bailando y haciendo brillar sus dentaduras sobre el Boulevard Marítimo, automovilistas haciendo sonar sus bocinas como cuando se gana un campeonato del mundo y un sinfín de vehículos de competición que participan del rally y que esta vez sí se mostraron a pleno, sin vallas, ni presentaciones ampulosas. Todo en vivo y en directo para sumarse al ruido general.

La fiesta ganó las calles céntricas y en la esquina de Corrientes y Belgrano, frente al bar Barracuda, un disc-jockey espontáneo armó un baile de aquellos que se extendió hasta casi entrado el día. Los bailarines, que se fueron renovando en todo momento, interrumpieron el tránsito, se tomaron todo lo que tenían a su paso y hasta se formaron algunas parejas, para gloria del fantasma de Roberto Galán que andaba tirando dardos y alentando con su voz aguardentosa. El amanecer del primer día del año llegó con un resplandor fatal que venía de la Bristol y aledañas. Esta vez el sol, en vez de despertar, llamó a cerrar los ojos y dormir.

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