SOCIEDAD › OPINIóN
› Por Gabriel Guralnik *
Decía Borges que al destino le gustan las simetrías y los leves anacronismos.
El Titanic volvió a los titulares hace algunos días y seguirá acaso allí algunos más. Se cumplieron cien años de su naufragio. Que presagiaba, acaso, otros naufragios que traería el siglo XX.
A los 700 sobrevivientes del Titanic los rescató el Carpathia. A toda velocidad, corriendo gran peligro, llegó en cuatro horas a la zona del desastre. Fue una llegada heroica. Tardía, pero indispensable. En ese clima helado, cada minuto (incluso en los botes) era una chance menos de seguir con vida, en especial para los menos resistentes. Ancianos, niños, enfermos.
En una vida, cien años es una cifra enorme. En la historia, poco más que un suspiro. Así, un siglo de distancia sería, según el “tiempo largo” de la historia (ese tiempo de Braudel, que también hablaba, como si el tiempo fuese un mar, de la “espuma de la historia”), apenas un leve anacronismo.
Hoy se recuerda el nombre del Titanic. Y, curiosamente, reaparece el nombre del Carpathia. No como naves de pasajeros, sino como naves de datos. Si Megaupload fue una especie de Titanic de la web, es Carpathia la que, por ahora, está cuidando los restos del naufragio. En otro océano (el vasto mar del ciberespacio) aparece, con un siglo de distancia, una extraña simetría.
El Titanic se fue a pique por muchas causas. No sólo por el iceberg. Es sabido que, entre las 1500 víctimas, los pasajeros de tercera clase, los pobres, fueron mayoría. Y que los 700 sobrevivientes eran, mayormente, de primera clase. Por supuesto, hubo notables excepciones. Pero el hecho es un signo de todos los tiempos, que el siglo XX no logró conjurar. Ni, por ahora, el XXI.
Por supuesto, el Carpathia voló, desesperado, para salvar a todos. Ricos y pobres. Salvó a quienes pudo. A quienes aún vivían y se estaban congelando de a poco en el inhóspito Atlántico Norte, donde aún era casi invierno.
Pero volvamos al presente. Megaupload no era el ciberbarco más lujoso de la web. Ni siquiera el más grande. Aunque sí se podría afirmar que, en lo suyo (almacenamiento y descarga de datos), era un Titanic. Los 25 millones de terabytes (25 petabytes) que almacenaba dan cuenta de ello.
Cuando Kim Dotcom (dueño de Megaupload) fue detenido, junto a sus socios, llegó la orden de que se destruyeran todos los datos cuyo almacenamiento aseguraba Megaupload. Los pagos, y los no pagos. Los (tal vez) ilegales y también los legales. Un verdadero iceberg, decidido a borrar para siempre no sólo a Megaupload, sino a todas las pruebas de que en la empresa existía un negocio lícito. Un negocio por el que muchos clientes habían pagado: el de almacenar y descargar datos.
La única firma que mantiene aún los datos de Megaupload se llama Carpathia. Mantener vivos los 25 millones de terabytes le cuesta, por mes, casi medio millón de dólares. Es una empresa que preserva datos, a la que Megaupload confió, precisamente, resguardar los datos de sus clientes. Es, por ello, una fuerte prueba en favor de Megaupload, ya que con ello quedaría develado que, como actividad fundante, cobraba por un servicio legítimo.
Hundido ese Titanic que era Megaupload (aunque quién sabe, en esta época ya se puede reflotar un barco naufragado), es Carpathia la única depositaria de la información. Los sobrevivientes del naufragio se aferran a que Carpathia resista. Los que quieren hundir a Megaupload apuestan a que no. A que no queden pruebas. Que no sea un accidente (como en 1912): que parezca un accidente. En cien años, algunas mafias aprendieron.
La pregunta, hoy, es si Carpathia decidirá mantener a flote los 25 petabytes de información que almacena. No se trata de un barco heroico, sino de una firma que, si no cobra por lo que hace, no tiene interés en hacerlo. Pero, por ahora, viene salvando a los náufragos digitales. Si lo sigue haciendo, tal vez el rescate vuelva a repetirse. Con todos los muertos del caso. Que suelen ser, como siempre, los que tienen menos recursos.
Por ahora, Carpathia resiste sola, como Gary Cooper en High Noon. No es raro que quiera desprenderse de algo que le cuesta tanto dinero: nadie dice que sea una empresa de héroes. Pero el gobierno de los EE.UU., que tan rápidamente rescató al Citibank del desastre que la propia banca había provocado, debería mostrar intenciones de ayudar a preservar los datos, privados y legítimos, que se guardan en Carpathia. Ojalá que así sea.
Con un siglo exacto de diferencia, un Carpathia viene intentando, hasta ahora, bajo su propio riesgo, salvar lo que queda de un Titanic.
Al destino le gustan las simetrías... y los leves anacronismos.
* Computador científico. Doctor en Psicología. Director editorial de Intersecciones Psi.
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