SOCIEDAD
El plebiscito en Esquel llegó al “New York Times”
Para el diario, la Argentina se había convertido en una atracción para los inversores tras la devaluación. Ahora, los proyectos están en duda por lo que llama las “fuerzas antimineras”.
› Por Alejandra Dandan
El corazón del imperio económico está en estado de alerta. Los voceros de la industria minera, uno de los sectores más fuertes de los Estados Unidos, están preocupados no por Irak sino por el caso argentino. Temen la propalación del modelo Esquel y un efecto dominó que ponga en jaque las próximas inversiones en la Patagonia. Un megaproyecto calculado en 5 mil millones de dólares. El New York Times se hizo portavoz de esa zozobra. Un grupo de inversores y lobbistas analizan allí el destino de los kilómetros de riachos de oro escondidos bajo la cordillera y revisan los efectos del plebiscito de Esquel a la luz de sus negocios. Están convencidos de que los esquelinos son parte de una “fuerza antiminera”, parte de un poderoso bastión de hombres dispuestos a terminar de aguarles la gran fiesta.
Para los norteamericanos, Esquel parece parte de otro de los componentes del eje del mal. Aunque allí no hay iraquíes, ni habitantes de Siria ni norcoreanos en demasía, en esas tierras viven peligrosas “fuerzas antiminas” capaces de echar a perder sus próximos negocios. Esa mirada y el artículo publicado el domingo pasado son parte de los efectos que provocó el voto de los esquelinos contra la mina El Desquite.
La minera es un proyecto de extracción de oro y plata montado sobre el cordón montañoso de Esquel por Meridian Gold, una compañía de capitales canadienses. Aquel voto realizado hace un mes puso en jaque en realidad varias cuestiones. No sólo frenó el proyecto de Meridian: complicó además el trabajo de largo aliento que había comenzado a desarrollar el menemismo durante la segunda mitad de los ‘90. En el ‘95, el Congreso sancionó la Ley de Minería, una herramienta jurídica que hoy por hoy se considera como el disparador de lo que se conoce como “boom minero”. La ley les abrió las puertas a los capitales e inversores extranjeros para comenzar a explorar las vetas de oro y plata que duermen aún bajo la cordillera. Desde entonces, el país comenzó a venderse en rueda de negocios internacionales como territorio apto para la extracción de cobre, oro y plata. En ese contexto nació La Lumbrera, en Catamarca, y en ese marco se desarrollaron los primeros trabajos en Esquel hacia el ‘97.
Hasta el plebiscito, la Secretaría de Industria de la Nación estaba convencida de que en los próximos años entraría al país una inversión de 5 mil millones de pesos en proyectos mineros. Los especialistas aseguran que estos números ahora están en duda.
Alvaro Belevan es gerente de Meridian Gold y uno de los hombres que siguió de cerca el proceso de inversiones en Esquel, donde la compañía lleva gastados 720 millones de dólares. “Como a cualquier inversionista extranjero no argentino –le dice a Página/12– yo creo que se ha roto una dinámica y genera efectos negativos.” Para Belevan, las cuentas son simples: “Hasta ahora había una intención positiva, muy favorable para desarrollar inversiones en el sector minero, ahora nosotros mismos y nuestros colegas no estamos convencidos”.
De ese tipo de pesimismo habla el New York Times en la edición del 20 de abril. El caso Esquel, para ellos, marca un antes y un después en la minería. Hasta antes del voto, los inversores norteamericanos “estaban agitados por el oro enterrado en las colinas de la Patagonia”, dice el artículo. Y los “funcionarios del gobierno predecían un boom en la minería”. El precio internacional del oro y la devaluación del peso eran las dos variables que actuaban como disparador de esa situación.
En ese contexto, los esquelinos aguaron la fiesta: “La preocupación es que las fuerzas antiminas se propalen”, le decía al New York Times José Luis Andrich, de Geo Minera, una de las publicaciones especializadas. “Esto pone en riesgo –decía Andrich– todas las futuras inversiones en minería de la Argentina.” En esa tónica, y con una lógica donde las críticas pasan de la sorpresa al tipo de discurso usado por operadores y lobbistas, hablan otros ejecutivos. Entre ellos, Víctor Bonfils, uno de los supervisores locales del emprendimiento de Río Tinto, de uno de los conglomerados mineros con base en Londres. En el artículo, Bonfils adelanta su trabajo de los próximos meses: en lugar de dar lugar a nuevas exploraciones, dice, “tendremos que remar contra la corriente antiminera”.
El artículo del New York Times llegó a quienes votaron en contra de la mina mucho antes de que se conociera en la Secretaría de Industria. El dato lo difundieron los pobladores de Esquel. “Lo curioso –decían en sus mails– es que con nuestro voto estamos poniendo en jaque a este gran despropósito que se está tratando de imponer.”