Mié 20.06.2012

SOCIEDAD  › LAS PERSPECTIVAS DE RíO+20 SEGúN UNA ECONOMISTA EUROPEA DEDICADA AL MEDIO AMBIENTE

Los caminos hacia una economía verde

Camilla Toulmin, que dirige un instituto internacional de ambiente y desarrollo con sede en Londres, plantea que la actual crisis debería alentar a buscar modelos alternativos.

› Por Marcelo Justo

Desde Londres

Las cumbres de Naciones Unidas suelen mezclar objetivos encomiables con magros resultados. A 20 años de la cumbre de la tierra de 1992, está clara que aquella asombrosa aparición de una conciencia global climática no produjo el cambio que se esperaba. La situación es particularmente crítica hoy que los líderes mundiales parecen demasiado ocupados con la crisis como para tener una mirada más estratégica. Barack Obama, Angela Merkel y David Cameron ya han anunciado que no acudirán a Río de Janeiro: el desarrollo sustentable apenas figura en sus discursos. Con este panorama de fondo, los objetivos del milenio de desarrollo sustentable para 2015 parecen cada vez más inalcanzables. Página/12 dialogó con Camilla Toulmin, directora del International Institute for Environment and Development (Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo), una ONG con sede en Londres, sobre las perspectivas de Río+20.

–¿Qué expectativas tiene de la cumbre?

–No tenemos grandes esperanzas en el proceso oficial. Creo que obtendremos acuerdos para avanzar en los próximos tres años hacia las metas de desarrollo sostenible de 2015. Sería importante tener metas cuantificables que nos permitan medir y comparar a los distintos países. Pero en realidad tenemos más esperanzas con todo lo que pasará por fuera de la agenda oficial. Creemos que la interacción de grupos de la sociedad civil va a permitir avanzar sobre este tema.

–El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente divulgó un informe en el que estimaba que sólo había habido progresos significativos en cuatro de los 90 objetivos ambientales planteados en los últimos 40 años. No es alentador.

–En la cumbre de la tierra de 1992 hubo una cierta ingenuidad, porque se pensó que bastaba con reunir a los gobiernos para solucionar el problema. Ahora hay más conciencia de las dificultades. Tenemos que concentrarnos en la economía real. Necesitamos que las empresas y sus estructuras de precios reflejen los costos medioambientales, de manera que éstos queden incorporados tanto en el costo de producción como en el de consumo. Así podremos avanzar hacia un desarrollo sustentable. Una manera de hacerlo es deshacerse de subsidios e impuestos que distorsionan el costo medioambiental de determinadas formas de producción. Hoy tenemos unos 600 mil millones de dólares por año en subsidios a combustibles fósiles. Si estos subsidios se eliminan ya no sería tan económico producir de esa manera. Y si se invirtiera ese dinero en formas no contaminantes, el impacto sería muy claro.

–Uno de los problemas es que se necesita un período de transición durante el cual las sociedades necesitan seguir funcionando. ¿Hay alguien que esté haciendo lo que usted propone?

–Comienza a haber movimientos incipientes en esta dirección. En la Unión Europea tenemos el régimen de comercio de derechos de emisión de gases de efecto invernadero. Estos regímenes de derechos de emisión se están utilizando en varios países. China está trabajando con siete de estos regímenes a nivel local, incentivando la adopción de energías limpias. En el G-20 también se está discutiendo el tema.

–La actual crisis económica no es el clima ideal para avanzar en este terreno.

–Cuando la economía mundial está en expansión tampoco es un buen momento porque las cosas andan bien y hay menor inclinación a cambiar. Una ventaja de estar en crisis es que debería alentar a la gente a buscar modelos alternativos. En el Reino Unido, por ejemplo, hay muchas compañías que están buscando invertir cuantiosas sumas que tienen inactivas. El gobierno debería suministrar alternativas políticas a largo plazo para la inversión de estos fondos. Se necesita una mezcla correcta entre lo que propone el gobierno y lo que el sector privado puede aportar. El problema es que por el momento los gobiernos escuchan más los intereses creados que siguen la lógica del modelo económico del siglo XX. En Estados Unidos esto es muy claro con el peso que tiene el lobby petrolero y gasífero. Estos sectores no quieren un cambio. En este sentido, tanto Barack Obama como David Cameron tienen que enfrentar un clima político hostil en el que se considera a estas cumbres de la ONU como una pérdida de tiempo y hasta una suerte de atajo encubierto hacia el socialismo. Angela Merkel tiene mejores credenciales verdes, pero está enfrentando la peor crisis del proyecto europeo desde su lanzamiento hace 60 años.

–¿Usted cree que los países en desarrollo tienen en cierto sentido una ventaja para avanzar en este camino?

–A diferencia de la cumbre de Río en el ’92, la actual cumbre ya no es un proyecto del G-8, sino que ha estado muy marcada por la agenda de los países de ingresos medios y bajos. Como tienen menos intereses creados e infraestructura, estos países están más abiertos a la innovación y la inversión para desarrollar el transporte, la energía y la vivienda de modo sustentable. China es un caso interesante. Por un lado, es el país con mayores emisiones del planeta y por el otro se ha convertido en líder en la búsqueda de energía limpia con un masivo plan de inversión que lo ha puesto a la cabeza de la tecnología de paneles solares. Río+20 tiene que responder a los intereses y prioridades de estos países. Necesitamos una transición controlada para un paso a una economía verde en la próxima década.

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