SOCIEDAD › OPINIóN
› Por Adriana Puiggós *
El Consejo Federal de Educación (CFE) ha resuelto que no se repetirá el primer grado de la escuela primaria. Medios de la oposición opinan que se trata de una medida destinada a mejorar la posición de la Argentina en las estadísticas internacionales de educación. Las referencias que toman esos medios, como la prueba de evaluación PISA, son escasamente confiables y proceden de manera semejante a las evaluadoras del “riesgo país”, es decir con parámetros prejuiciados por los intereses del mercado, en este caso del mercado educativo internacional. Resulta extraño que el diario La Nación, insistente descalificador del Indec, ante la resolución del CFE recurra al Censo 2010, que acaba de hacer público aquel organismo, para alertar sobre las deficiencias de la educación secundaria, aplicándolas sin mayor argumentación a los problemas de la primaria.
Dejando para otra oportunidad el análisis de la construcción de la noticia educativa, analicemos con responsabilidad las disfunciones que han sido características del sistema escolar argentino durante toda su historia: el niño se desconecta –pierde el ritmo del grupo, de la maestra o del programa– repite, abandona. Quienes conformaron el modelo de la educación escolarizada naturalizaron un sujeto capaz de aprender una cantidad de contenidos en tiempos ordenados arbitrariamente en una sucesión de años calendario. Se trata de un sujeto imaginario, supuesto en los países centroeuropeos de la segunda mitad del siglo XIX, aunque con antecedentes que llegan hasta los famosos y nunca enterrados Trivium y Quatrivium, es decir medievales.
No había en esas épocas conocimientos psicopedagógicos y sociológicos que explicaran la complejidad y particularidad del proceso de enseñanza-aprendizaje del lenguaje escrito y de las matemáticas. Dominaba la idea de que “la letra con sangre entra”, un precepto cargado de sentidos políticos, antes que científicos. Así, pues, quien no cumplía con todos los objetivos de aprendizaje de la lectura, escritura y cálculo en las unidades temporales preestablecidas, y no había respondido al estímulo-castigo de la varilla o el bonete, debía ser separado de su grupo y repetir el mismo proceso, sometiéndose a la misma práctica educativa que, en su caso, había fracasado.
Repite, repite que algo quedará: un lema tomado de la educación por los medios de comunicación. Aunque ése, hemos dicho, es otro tema, resulta interesante asociar la construcción de la noticia con la del sujeto escolar por parte de los evaluadores internacionales y la de la escuela de los siglos pasados. Hay en esas construcciones un despreciativo desconocimiento de la infancia real y de sus educadores; hay impaciencia porque los niños se comporten de manera adecuada al molde social; hay autoritarismo que pretende doblegar el proceso de aprendizaje a un diseño universal.
La escuela graduada es una construcción histórica, no es la institución educativa eterna, ni el único modelo de escuela que se ha experimentado en los últimos dos siglos. No se trata de renegar de ella en su conjunto, pero resulta necesario sacudir su anquilosado esqueleto. Con apoyos, claro está: la capacitación docente (que requiere un tratamiento profundo); los mejores docentes en los primeros grados; la jornada escolar extendida; el programa Conectar Igualdad, que es una enorme inyección de modernidad. Tenemos un conocimiento: la mayor parte de nuestros alumnos concretos alcanzan la adquisición de la lectura y la escritura en unos dos años. Démosles ese tiempo y empecemos a reemplazar el mecanismo de la repetición por metodologías más adecuadas a esta época, en que cada niño tiene o pronto tendrá su computadora, y navegará por el cíber espacio desarrollando prácticas educativas inéditas y que está inmerso en lógicas muy distintas a la escolar en la vida social. Estimulemos la imaginación de los docentes y de los pedagogos para el país, que tiene ahora miles de escuelas nuevas, avance en una profunda transformación pedagógica. En ese sentido debe ir la medida tomada por el CFE.
* Presidenta de la Comisión de Educación de la HCDN y del Partido Frente Grande (en el FpV).
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