SOCIEDAD › EL PERSONAJE A QUIEN QUISO IMITAR EL HOMICIDA MULTIPLE
› Por Horacio Bernades
Calvo, forzudo y con una máscara de gas que le atraviesa el rostro, en Batman, el caballero de la noche asciende (que se estrena en Argentina el jueves), Bane anuncia que está a punto de cambiar para siempre el futuro de Occidente. ¿Cómo piensa hacerlo? Muy sencillo: haciendo estallar una bomba nuclear que vuele de la faz de la Tierra a Ciudad Gótica. Los villanos del cine son así: contradictorios. ¿Qué habrá visto en Bane este muchacho James Holmes, que lo llevó a entrar a un cine de la pequeña ciudad de Aurora, disfrazado como él y armado hasta los dientes, para perpetrar una de las mayores masacres civiles en toda la historia de los Estados Unidos? Seguramente, nada. Lo más probable es que disfrazarse de Bane le haya servido para esconder mejor la armería portátil que llevaba encima, y nada más. Por otra parte, estaba disfrazado de Bane pero lo que les dijo a los policías que lo detuvieron fue “Yo soy Batman”. Los villanos de la vida real son así: contradictorios.
Creado por Chuck Dixon, Doug Moench y Graham Nolan, Bane apareció por primera vez en la historieta Batman en 1993, en un comic llamado, justamente, La venganza de Bane. El tipo mide casi dos metros y tiene un vozarrón de trueno, dicción lenta, fuerza sobrehumana y gran inteligencia. Tanta fuerza, que le quiebra la espalda a Batman, con la facilidad de quien parte una maderita para el asado. La máscara de gas que lo caracteriza tiene por objeto disminuir un dolor, medio impreciso, que sufre desde niño. Discípulo de cierto gurú oriental y encerrado durante años en una prisión en el de-sierto, además de estar loco, en la película Bane se comporta como una suerte de Robespierre, pregonando una revolución antiburguesa y llevando a juicio a eminentes representantes del poder, a los que por supuesto no les permite contar con abogados defensores y los condena a muerte. Además, secuestra al entero cuerpo de policía y forma uno nuevo integrado por los presos más peligrosos, a los que libera de la cárcel. Desierto, terrorismo, revolución y locura: ¿alguien dijo que el malo de la nueva Batman evoca a un terrorista árabe? A un terrorista árabe y a Hannibal Lecter, claro: imposible no asociar su máscara de medio rostro con la que le colocaban al caníbal de Anthony Hopkins, para inmovilizar su mandíbula letal.
Lo que James Holmes seguramente ignora es que, por muy disfrazado de Bane que estuviera, el modelo que copió es el de Bobby Thompson, protagonista de una película que no se estrenó en Estados Unidos ayer, sino hace 44 años. El título original es Targets; se trata de la ópera prima de Peter Bogdanovich y en Argentina se estrenó como Míralos morir. Allí, Bobby Thompson, recién regresado de Vietnam, vivía tranquilamente con su familia cerca de Los Angeles. Eso sí, cada tanto se subía a un tanque de agua con su fusil de mira telescópica, usando de blanco los autos que pasaban por la autopista y asesinando eventualmente a algún chofer. Al final, decidía montar un show un poco más en serio, iba a un drive-in de los que todavía existían en la época y desde el escenario entraba a tirar contra el que se asomara. El que lo frenaba no era otro que Boris Karloff, habituado a terrores más inofensivos que éstos. Terrores que, como puede verse, la ficción anticipó hace casi medio siglo.
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