Mar 07.08.2012

SOCIEDAD  › UN INVESTIGADOR ARGENTINO DISEñó EL SISTEMA DE DESCENSO

Una nueva hazaña para San Martín

› Por Pedro Lipcovich

”Desde hace varias misiones, en la NASA llamamos ‘siete minutos de terror’ a los que pasan desde que la nave ingresa en la atmósfera marciana hasta que se posa sobre la superficie”, contó a Página/12 Miguel San Martín: “Mi función es la de jefe principal del equipo de diseño del sistema de guiado, navegación y control en esa etapa de descenso; mi equipo desarrolló los algoritmos y software que dirige las maniobras”.

De terror, porque “es una serie de maniobras que no podemos ensayar en Tierra: Marte tiene una gravedad distinta, una atmósfera distinta; hacemos un modelo matemático y una simulación por computadora, pero hasta que se hace en Marte no lo sabemos realmente”, explicó San Martín.

El vehículo ingresa a más de 20 mil kilómetros por hora en la atmósfera marciana, que lo frena. Después se abre un paracaídas –el más grande jamás fabricado–, que frena el vehículo hasta 320 kilómetros por hora. Entonces, “a unos 1600 metros de altura, encendemos los motores cohete que completarán el frenado”, contó el científico y aclaró que no sólo se trata de frenar sino de guiar el vehículo hasta el lugar exacto donde debe aterrizar y, además, efectuar maniobras puntuales como la que hace falta para que, al desprenderse el paracaídas, no se enrede en la cápsula.

Los motores cohete frenan la cápsula hasta que llega a 23 metros de altura, a una velocidad de 75 centímetros por segundo. Entonces se activa la solución innovadora probada en este viaje: la grúa espacial. “No queríamos un módulo de aterrizaje con patas, porque el Curiosity hubiera quedado a un metro del suelo y no es fácil bajar un vehículo de 950 kilos”, observó San Martín. La grúa bajó delicadamente el Curiosity desde la cápsula, sostenido por cuerdas de siete metros y medio de largo. “Cuando las ruedas del Curiosity tocaron el suelo, bajamos un poco más las sogas para que dejaran de tensionar, las cortamos, desplazamos la cápsula para que no cayera sobre el Curiosity y la hicimos estrellarse lejos.”

Claro que todo esto lo hizo la máquina, “mediante un autopiloto que hace mediciones y toma sus propias decisiones”, aclaró San Martín. Jamás se hubiera podido dirigir desde la Tierra ese aterrizaje, ya que la comunicación con Marte, a la velocidad de la luz, demora 14 minutos.

La participación de San Martín en este proyecto finalizó con los siete minutos de terror. “Ahora nos dedicaremos a evaluar cómo funcionó, a aprender para la próxima misión.” La siguiente a Marte podría efectuarse en 2018: “Se espera que se alineen los planetas, lo cual sucede cada dos años”. Y “todavía no sabemos si será una nave de descenso o una orbital: los presupuestos están bajos, esta misión costó 2500 millones de dólares y en la próxima no habrá tanto dinero disponible”, anticipó San Martín.

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