SOCIEDAD
El castigo más duro para el delito más aberrante
Mató a su hijita de seis años, después de violarla, y a otro chico. Fue condenado a prisión perpetua. Una historia de abusos.
Un hombre de 62 años fue condenado ayer a reclusión perpetua por violar y asesinar a su hija de seis años y asfixiar a un amiguito de la nena. El hecho ocurrió en 1994, en su casa de la localidad de Florencia Varela, y los cuerpos de los chiquitos fueron encontrados sin vida dentro de una heladera en desuso. Además de aplicarle la máxima pena prevista por el Código Penal, la Justicia decidió que en el que caso de que llegara a lograr la libertad condicional luego de cumplir la sentencia, el condenado, Joel Aedo Rivero, de nacionalidad chilena, sea expulsado de la Argentina. Ayer, al terminar el juicio, la madre de la nena asesinada tuvo que salir custodiada de la sala luego de defender a los gritos la inocencia de Rivero que a su vez es su padrastro y que también habría abusado de ella desde que era menor.
“Estamos de acuerdo con la sentencia, es lo mínimo que se merece”, dijo Delia Peña, la madre del nene asesinado por Rivero, luego de conocer el fallo de la Cámara en lo Penal de Quilmes. La mujer agradeció el apoyo recibido por parte de la Asociación de Víctimas de la Impunidad Sin Esclarecer (Avise).
Aedo Rivero había sido detenido en 2001, siete años después cometido el crimen, a pesar de las constantes acusaciones de los vecinos. Durante todos esos años, Rivero y la familia del nene asesinado vivieron pared de por medio, en el barrio Don José del partido de Florencio Varela.
De acuerdo con el fallo, el condenado llevó los cuerpos de los chicos hasta una heladera en desuso que había en un terreno lindero a la vivienda, donde permanecieron hasta que fueron encontrados varias horas después. Al principio se creyó que todo había sido una travesura y que los menores se habían escondido en la heladera jugando, quedaron atrapados y se asfixiaron. Pero luego, las pericias corroboraron las lesiones internas que habían sufrido las víctimas y, recién en 2001, cuando se analizó el semen encontrado en la ropa interior de la nena, Rivero fue detenido. Antes, otro vecino, del que luego se comprobó su inocencia, había estado preso poco más de tres meses por el crimen.
Tras la detención de Rivero, un análisis de ADN permitió establecer que además él era el padre biológico de la pequeña asesinada, que hasta ese momento aparecía como su nieta postiza. Es que, según señaló el tribunal durante el juicio, la nena “era fruto de relaciones incestuosas” que Rivero había mantenido con su hijastra, Jackelina. Por esa misma razón, los jueces no acusaron a esta mujer y a su madre, María Virginia, por encubrimiento. Para el tribunal, ambas habían mentido, incluso en el juicio, atemorizadas: “Vaya uno a saber qué trama siniestra ocultan esta mujer y su madre”, dijo el juez Agustín Alvarez Sagarra, quien firmó la sentencia junto a sus pares Pedro Uslengui y Carlos Rosseau.
Al parecer, Jackelina habría sufrido desde chica los abusos de su padrastro, a los que luego también fue sometida su hija. “Una amiga de ella desde que era chiquita contó varias veces que Jackelina tenía miedo por la nena”, contó Delia Peña a Página/12. Otros testigos declararon también que la hijastra de Rivero, en el momento en el que los nenes fueron encontrados dentro de la heladera, se acercó a su padrastro, y abusador, y le gritó: “Asesino, ¿por qué le hiciste eso?”. Ayer, la mujer y su madre volvieron a defender a Rivero, luego de que fuera declarado culpable de los delitos de “violación agravada en concurso real con homicidio calificado por el vínculo y homicidio calificado para ocultar otro delito”.