Lun 31.12.2012

SOCIEDAD  › INVESTIGAN A DOS PENITENCIARIOS POR BALEAR A UN CHICO EN TOLOSA

Un fiscal para cerrar el caso

› Por Horacio Cecchi

Dos de los tres penitenciarios del SPB que dispararon contra Franco, el chico que murió baleado en una pizzería en Tolosa, próxima a La Plata, la semana pasada, son investigados para determinar si lo mataron en defensa propia. También se intenta determinar si el arma que apareció junto al cuerpo del chico fue plantada o no, es decir, si el chico pretendía asaltar el local y si, en todo caso, lo pretendía hacer armado. El fiscal que deberá determinar qué ocurrió es Fernando Cartasegna, el mismo que investigaba las torturas denunciadas por el Chonono Alonso, que acusó a policías de la comisaría de Tolosa. Cartasegna fue apartado de aquella causa por una visible a(em)patía hacia los denunciados. Ahora, tendría que determinar qué ocurrió en los últimos segundos de la vida de Franco, baleado por la espalda. No es difícil anticiparlo.

Franco, el chico muerto la semana pasada, es el mismo que hace casi dos años fue detenido sin pruebas acusado por el crimen de Fabián Esquivel, en Tolosa, crimen cometido durante un asalto a la casa de la víctima. Según la Bonaerense de Tolosa, Franco era quien había cometido el crimen y había robado objetos de la casa de Esquivel (un LCD, una notebook y un mouse). Detenido porque los bonaerenses apuntaban contra él, debió ser liberado porque en el expediente judicial no existía ninguna prueba en su contra. El crimen y la posterior detención de Franco fueron, en aquella oportunidad, el motivo mediático para levantar la polvareda de los delitos cometidos por menores de 16 años, que proveen de más titulares manoduristas que de cifras reales en las estadísticas.

La misma comisaría interviniente en esa investigación era la denunciada por torturar al Chonono Alonso, otro adolescente de la zona. La historia del Chonono fue relatada por este diario. En octubre de 2010 denunció a policías de la 6ª de Tolosa por secuestrarlo de la casa de un amigo, patearlo en la calle, someterlo a un simulacro de fusilamiento, y al submarino seco y húmedo (en aguas podridas) en la propia comisaría, donde también lo golpearon. El fiscal que investigó inicialmente y durante un tiempo prudencialmente largo fue Fernando Cartasegna, quien, hasta que fue apartado de la causa, no había citado siquiera a declarar a los denunciados y apenas si había confirmado la dirección de la comisaría.

Habrá que recordar que, mientras Cartasegna analizaba el caso, el Chonono era detenido supuestamente por balear a un comerciante, tal como ahora se intenta demostrar en el caso de Franco, aunque la víctima en este caso sea el chico, y quede disuelto como víctima al aparecer como victimario muerto. El Chonono fue liberado porque se demostró que sus denunciados le armaron la causa. A mediados de diciembre, siete de los bonaerenses denunciados fueron detenidos. Como regalo de fin de año, los policías fueron liberados por la Sala IV de la Cámara platense.

Las pruebas que no aportó Cartasegna entonces parece difícil que las aporte ahora, en su nueva investigación, con Franco muerto y, por lo tanto, fácilmente clasificable.

Franco fue pasando por diferentes y presuntas comunidades terapéuticas que no le proveyeron más que encierro y códigos tumberos. Lejos de cualquier contención de la provincia, Franco volvió a desandar el camino, a reecontrarse con amigos y a escapar de la Bonaerense. El último dato que se tuvo de él fue del día de su muerte, cuando entró en la pizzería supuestamente en plan de asalto, datos provistos por las mismas fuentes policiales que lo persiguieron siempre.

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