SOCIEDAD
› UN RETRATO DE LOS ARGENTINOS A PARTIR DE LA ULTIMA ENCUESTA DE CONDICIONES DE VIDA
Radiografía de la vida cotidiana
Los hombres de sectores populares fuman más que los de altos recursos, pero las mujeres no. El trabajo voluntario es mayoritariamente femenino. El acceso a la TV ya no marca diferencias sociales, pero sí lo hace el cable. Son datos de la Encuesta de Condiciones de Vida que acaban de ser procesados y permiten hacer un retrato de usos y costumbres argentinas.
› Por Andrea Ferrari
En el 13,8 por ciento de los hogares argentinos viven personas solas, mientras que en el 21,9 sus integrantes están hacinados. El 36,7 de las viviendas no tiene cloacas, pero el 43,7 dispone de lavarropas automático. Los datos pertenecen a la Encuesta de Condiciones de Vida, un vasto estudio oficial que se realizó por segunda vez en el país y cuya información acaba de ser procesada. Los resultados permiten armar una radiografía de la vida de los argentinos y saber, por ejemplo, que un porcentaje creciente (el 43,2) depende exclusivamente de la atención pública en lo que a su salud respecta y que más del 90 por ciento de la gente sabe que el sida se trasmite por vía sexual, pero aún son pocos los que usan preservativo. O que el 28,9 por ciento de los argentinos mayores de 15 fuma, un dato que incluye una peculiaridad: aunque los fumadores son más numerosos entre los hombres de sectores populares, los de mayores recursos consumen más cigarrillos por día.
El estudio, que lleva adelante el Sistema de Información, Monitoreo y Evaluación de Programas Sociales (Siempro), fue realizado por primera vez en 1997 y nuevamente en 2001, es decir exactamente antes de la explosión de la crisis, por lo cual es imaginable que en varios aspectos las carencias actualmente se profundizaron. En esta edición se abordaron algunas áreas por primera vez, como tabaquismo, conocimientos sobre el sida, uso de anticonceptivos y trabajo voluntario. Se visitaron 25.991 viviendas y se llegó a 71.574 personas: así, los datos son representativos a nivel nacional urbano. Los resultados de 2001 se han “democratizado” y están a partir de ahora disponibles en la página de Internet de Siempro, al igual que la base, lo cual permite que cualquier usuario pueda procesar los datos de la forma en que desee. Página/12 consultó a tres investigadoras que participaron en el estudio, Mabel Ariño, Beatriz Toutounadjian y María Esther Rosas, que aportan aquí observaciones para confeccionar esta radiografía.
Quién, cómo y dónde
El 3,1 por ciento de los argentinos vive en villas o asentamientos, un dato que no se modificó de manera significativa en los últimos años. Tampoco cambió el acceso a la infraestructura básica. “En tres años casi no hubo ninguna mejora en cuanto a la disponibilidad de servicios –señala Mabel Ariño–, ya sea por falta de medios del hogar o por falta de desarrollo de la estructura urbana.” Por lo pronto, hay un 36,7 por ciento de hogares sin cloacas, cifra que si se considera sólo al quintil de menores recursos trepa hasta el 57,6. El 27 por ciento carece de gas natural y el 12,1, de agua corriente. Aumentó la cifra de quienes viven cerca de un área inundable al 21,9 por ciento (antes era del 17,2) y los que tienen un basural en las proximidades representan el 18,9 por ciento.
Otro dato que creció de manera importante es el hacinamiento –más de dos personas por ambiente–, que en 1997 era del 14,5 y hoy trepa hasta el 21,9. Dicho de otro modo, uno de cada cinco hogares tiene problemas de hacinamiento, pero en el quintil más bajo alcanza casi a la mitad de las casas.
¿De qué equipamiento disponen los hogares argentinos? La lista incluye heladera con freezer (50,3 de la población la tiene), lavarropas automático (43,7), teléfono por red (64,3), teléfono celular (21,2), TV por cable (56,8), computadora (21,9) y auto con diez años de antigüedad o menos (21,2). Claro que no todos por igual. “Mientras que la disponibilidad de la TV prácticamente ya no marca diferencias sociales (supera el 90 por ciento en todos los quintiles), el cable sí lo hace – señala Ariño–: en el primer quintil sólo lo tiene el 35 por ciento de la gente y en el quinto alcanza al 74 por ciento.” Por supuesto, también hayun abismo en lo que hace a la computadora: la tiene el 43,4 por ciento entre los de mayores recursos, pero sólo un 5 por ciento de los más pobres. Lo cual, advierte Ariño, sirve para poner en su lugar “las fantasías de la conectividad y del valor de las encuestas por Internet”.
En cuanto a los datos demográficos, lo que surge en el estudio es obviamente el salto de la pobreza. Es interesante analizarlo en relación con los chicos: “Algo más de la mitad de la población de 0 a 14 años vive en hogares pobres –explica Ariño–, y esto considerando los datos de 2001, cuando la pobreza afectaba al 28,9 por ciento de los hogares. En octubre de 2002 había subido al 45,7”.
En estos años, los hogares sostenidos por mujeres aumentaron: del 24,6 en 1997 pasaron al 27 por ciento. En el 66,4 por ciento de las casas hay una pareja presente: están casados el 53,3 por ciento y unidos de hecho el 13,1. Los que viven solos ocupan el 13,8 de los hogares, pero si se considera sólo el quintil de mayores ingresos sube al 28,1.
La salud, bien gracias
El estudio de 2001 marca un fuerte aumento de quienes no tienen otra cobertura que el hospital público: saltaron del 37,6 por ciento en el ‘97 al 43,2. Los que tenían obra social o PAMI cayeron del 50,3 ese año al 46,7. Otras diferencias: “La gente que tenía doble cobertura (obra social y prepaga) prácticamente desapareció –advierte Beatriz Toutounadjian–. Tampoco aparecen más quienes usaban un servicio de emergencias como única alternativa”.
Un dato salta en el análisis de los partos realizados: el alto número de cesáreas, un tema sobre el que han advertido los especialistas. En 1997 representaban el 31 por ciento de los partos y ahora el 36,2. Y se realizan abrumadoramente en el sector privado: 63,1 de las cesáreas se hicieron en esas instituciones, contra 36,9 en un establecimiento público.
La posición de las mujeres ante la prevención enciende una luz roja. Al preguntárseles a las mayores de 45 cuánto tiempo pasó desde su última consulta ginecológica, el 57,9 respondió “un año o más” y el 7,3, que nunca la realizó. Si la consulta se refería al Papanicolau, el 59,7 había dejado pasar más de doce meses y el 7,7 jamás lo había hecho. Pero los peores índices son para la mamografía, un estudio que los médicos no se cansan de recomendar debido a la alta incidencia del cáncer de mama: el 32,8 nunca lo hizo y para el 39,7 pasó más de un año. “Sólo el 30 por ciento de las mujeres mayores de 45 hace la consulta, el PAP y la mamografía dentro del período en que debería”, concluye Toutounadjian. Y entre quienes se atienden en el sector público, agrega, “casi la mitad nunca se hizo una mamografía, un diez por ciento nunca realizó un PAP y otro diez por ciento jamás vio a un ginecólogo”.
El estudio también preguntó por el uso de anticonceptivos. El 61 por ciento de las mujeres entre 15 y 49 años, es decir en edad fértil, declaró usar algún método. Además, un 22 por ciento que no lo utilizaba en el momento de la encuesta dijo haberlo usado anteriormente. Los métodos más frecuentes son la píldora (43 por ciento) y el preservativo (38 por ciento). Más atrás están el DIU (15) y la regulación por el ciclo (15). En el análisis surgen puntos interesantes: si se discrimina según la línea de pobreza, la píldora se usa más entre las mujeres pobres (49 por ciento) que entre las no pobres (40), mientras que con el preservativo es al revés: el 32 por ciento de las pobres lo usa, contra el 41 de las no pobres.
Sida y voluntarios
El estudio incluyó dos factores de riesgo: el tabaquismo (ver recuadro) y el conocimiento sobre el sida. Cuando se le preguntó a la gente si conocía la enfermedad, el 96,2 contestó que sí y el 91,2 mencionó el contagio por vía sexual. Sin embargo, sólo el 27 por ciento de los que respondieron sobre el tema dijo usar preservativo. “Se detecta aquí que la información sobre el contagio está disponible, pero es bajo el uso del preservativo –advierte Ariño–. Hay una distancia entre el saber y la conducta preventiva.” En cuanto a las otras vías de contagio, un 78,3 mencionó la vía sanguínea y sólo un 9,7 el contagio madre-hijo. Sin embargo, al consultar a las mujeres con hijos menores de dos años, el 69,4 se había realizado un test de sida durante el embarazo.
Fue novedosa también la inclusión de una pregunta sobre el trabajo voluntario. Los resultados indican que el 9,7 de la población de 15 años y más realizó algún tipo de trabajo voluntario, y que aquí las mujeres son mayoría: el 60,9 contra el 39,1 de hombres.
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