Lun 21.01.2013

SOCIEDAD  › PREPARAN LOS FESTEJOS DEL CENTENARIO HOTEL DE OSTENDE

Cien años entre las dunas

En diciembre se cumplirán cien años de la colocación de la piedra basal y el inicio de su construcción. Convocan a la presentación de fotos e historias de veraneantes. Una crónica sobre la movida cultural que el Viejo Hotel organiza cotidianamente.

› Por Carlos Rodríguez

Desde Ostende

Si alguien camina por la playa con los ojos cerrados, desde Pinamar hasta llegar a Ostende, aunque no tenga la menor idea de dónde está parado, algo mágico le dirá al oído, como un susurro, que entró en los dominios sensoriales del Viejo Hotel. Lejos –aunque cerca geográficamente hablando– de los trajines propios del verano y la playa, el Viejo Hotel Ostende retiene en sus sillones, en sus salas, en sus habitaciones y aun en el patio donde está la pileta, la pausa, la calma, el silencio necesarios para descansar, reflexionar y abrir las puertas del alma. El viejo e impecable edificio está preparando el festejo de su centenario con las actividades culturales que le son propias, que forman parte de su larga historia. Exhibiciones de cine “como en el barrio”, pero con la pantalla a la orilla del mar, muestras fotográficas, presentación de libros y de grupos musicales, todo enmarcado en un sitio que suma el valor agregado de su historia, de los personajes que en cien años transitaron pasillos y escaleras que conforman un laberinto lleno de gratas sensaciones.

“Este lugar es tan especial, que exhibir acá mi segunda película es como volver a estrenarla, como recibir un premio”. Diego Levy, codirector con su hermano Pablo de la película Masterplan, relata así a Página/12 sus sensaciones luego de la proyección del filme, que tuvo su estreno comercial el año pasado en diez salas. El ciclo de cine organizado por el hotel se llama Cinemar y la pantalla es instalada a orillas del Atlántico, salvo que –como en esta ocasión– el tiempo no aconseje la exposición del público al aire libre. El lugar opcional es el quincho del balneario del hotel, donde la función terminó entre aplausos, risas y choripanes.

La historia del frustrado estafador de Masterplan, interpretado en forma magnífica por Alan Sabbagh, mantuvo a la platea con una sonrisa y otra vez el que se llevó las mejores carcajadas fue Andrés Calabria, el vagabundo que toma como casa-refugio el amado Siam Di Tella de Mariano, el personaje central, que finge el robo del auto para cobrar un seguro. “Andrés era un empleado de mi padre y debutó como actor en mi primera película, Novias-Madrinas-15 años y nos sigue acompañando porque tiene un carisma increíble.”

Este verano, en una de las salas del hotel se exhibe la muestra Kiosco, donde Rosana Schoijett indaga sobre los alcances de la fama, la construcción que hacen los medios de los famosos y la mezcla de cholulismo, acoso y cazador de imágenes del fotoperiodismo. La muestra sigue hasta el 15 de febrero, cuando será seguida por los trabajos del fotógrafo Alejandro Guyot. Una galería de escritores retratados por el artista que se podrá ver hasta Semana Santa.

En diciembre del año próximo, el Viejo Hotel Ostende cumplirá cien años. Los festejos centrales comenzarán el próximo verano, según adelanta a este diario Roxana Salpeter, la amable anfitriona del hotel. Desde el año pasado, los historiadores del grupo Eternautas, Ricardo Watson y Lucas Rentero, han sido convocados para realizar un trabajo sobre la historia del hotel, visitantes, anécdotas, recuerdos. Ellos, a su vez, han hecho un llamado a los que se hayan alojado alguna vez aquí: “Estamos reconstruyendo la historia de los veraneos en el Viejo Hotel Ostende. Cualquier testimonio, recuerdo, información o fotografía será bien recibida en [email protected]. Agradecemos a los que quieran compartir estas fotografías antiguas en su muro para contribuir a la difusión de la búsqueda”.

Recuerda Salpeter que cuando comienzan a llegar los materiales para la construcción del hotel, “la cultura balnearia en la Argentina era casi inexistente”. A fines de 1800, salvo Mar del Plata, el resto de la costa bonaerense era un desierto. Los que veraneaban eran las clases altas de la sociedad porteña. Fueron dos belgas los que llegaron para levantar un balneario similar a los que había sobre la costa de Flandes. La piedra basal fue colocada el 6 de diciembre de 1913 y el hotel fue formalmente abierto en diciembre del año siguiente. Las familias belgas que habían sido convocadas para trabajar en el desarrollo del pueblo de Ostende quedaron atrapadas en el fragor de la Primera Guerra Mundial y los empresarios regresaron a Europa, perseguidos por demandas judiciales.

El hotel, que al principio se llamó Termas de Ostende, igual abrió sus puertas y desde entonces le brinda un toque distinto, especial, a una franja de arena, árboles y edificios sin igual en la costa. “Lo que estamos proponiendo es repasar la historia de un lugar que permitió el desarrollo de nuevas sensibilidades: un lugar que hace posible el descanso activo, el ocio productivo, el solaz reflexivo. Cómo se fue gestando esta impronta, qué características particulares tiene, desde dónde llegan las costumbres y de qué manera se manifiestan en torno a este pequeño gran hotel son algunas de las preguntas que guiarán las páginas de este trabajo”, afirman los Eternautas Watson y Rentero. Para ellos, el Viejo Hotel “es un umbral antiguo que sigue maravillando a su huésped desde hace casi un siglo”.

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