Mar 29.01.2013

SOCIEDAD  › DOS MúSICOS Y LOS DUEñOS DE KISS FUERON DETENIDOS. EL ACORDEONISTA FIGURA ENTRE LOS MUERTOS

Cuatro detenidos y 231 sepelios en Santa María

La Justicia detuvo al vocalista de Gurizada, Marcelo dos Santos; también al productor de los efectos, Luciano Bonila. Junto a ellos, quedaron presos Elissando Sphor y Mauro Hoffman, socios de la disco. El acordeonista Danilo Jacques figura entre los muertos.

› Por Eric Nepomuceno

El Ministerio Público pidió, y el juez Regis Bertolini autorizó, la prisión provisional de cuatro de los personajes directamente involucrados en la tragedia del boliche Kiss, en Santa María, Rio Grande do Sul.

Por la mañana de ayer fueron detenidos uno de los propietarios del local, Elissando Sphor; el vocalista de la banda Gurizada, Marcelo dos Santos, y el productor de efectos especiales del grupo, Luciano Bonila. Por la tarde se presentó a la policía el socio mayoritario de Kiss, Mauro Hoffman, que se encontraba prófugo. Quedarán detenidos por cinco días, prorrogables por cinco más.

Por sospechar que los responsables del local habían adulterado pruebas, el ministerio decidió pedir sus detenciones. Las cámaras internas de seguridad no grabaron las escenas del incendio. Si grabaron, las imágenes fueron borradas.

Las cajas registradoras fueron manipuladas, haciendo imposible saber exactamente cuánta gente había adentro (las cajas emiten un boleto de gastos a cada ingreso, para que la consumición sea pagada a la salida). La capacidad autorizada de Kiss era de mil personas. Algunos testigos dicen que había por lo menos 500 más. Se habla de hasta dos mil jóvenes dentro del local.

Marcelo dos Santos, vocalista de la banda Gurizada, era quien ordenaba a Luciano Bonila que prendiese la bengala que daba inicio a una especie de pirotecnia en el escenario. Fue a raíz de esa bengala, prendida en un sitio cerrado, que todo empezó. Uno de los integrantes de la banda, Danilo Jacques, murió asfixiado. Había logrado salir del local, pero volvió para rescatar su acordeón. No salió más.

Hay mucho para ser aclarado. No había vías de escape de emergencia. Centenares de jóvenes se amontonaron en la única puerta abierta, que a su vez daba a una calle angosta, lo que dificultó aún más los trabajos de socorro y rescate.

No había señales luminosas indicando la salida. Con el incendio, se apagaron las luces. Todo el interior de Kiss era negro. En medio de la oscuridad y del pánico, docenas de jóvenes murieron asfixiados en los baños. Creyeron que eran puertas de emergencia, entraron y se asfixiaron con el espeso humo tóxico del material plástico del techo del boliche, altamente inflamable.

Por todo el día de ayer se repetían escenas de desesperación y relatos de angustia. Santa María, de casi 300 mil habitantes, es una ciudad básicamente universitaria. Los 231 muertos (última cifra oficial) eran conocidos de casi todos los jóvenes de Santa María. Los cuerpos fueron depositados en un gimnasio deportivo, donde se celebró una misa colectiva. Luego fueron saliendo, al amanecer de ayer, para los dos cementerios de Santa María o de otras ciudades, donde vivían las familias de los muertos.

En los cementerios de Santa María fue necesario organizar los entierros por turnos. Primero, de 25 cuerpos. Luego, de 50. No había gente suficiente para atender a todos. Grupos de estudiantes prestaban homenaje a los muertos haciendo lo que hacían cuando se produjo la tragedia: entre llantos convulsos, cantaban y bailaban esa amarga despedida.

Alrededor de cien sobrevivientes están en 41 hospitales de la región. Otros fueron trasladados a Porto Alegre, capital del estado. Hay casos de infección pulmonar por contaminación tóxica, que pueden agravarse y amenazar la vida de algunos sobrevivientes. De los pacientes, 70 están en estado crítico, dijeron los médicos en la tarde de ayer. Falta piel para injertos y transplantes, en los bancos de hospitales brasileños. El país recibe ayuda de Uruguay, Ecuador y Argentina.

Brigadas de médicos voluntarios se suman al personal de los hospitales regionales para turnos de más de 18 horas sin tregua ni pausa. Las escenas de horror y desesperación se suceden incesantes. Muchos jóvenes se presentan con una simple irritación en las vías respiratorias y luego empeoran rápidamente, por la contaminación tóxica y química.

El gobernador de Rio Grande do Sul, Tarso Genro, del PT, afirmó en la tarde de ayer que pese a que la legislación relacionada con discotecas, clubes nocturnos y boliches sea de responsabilidad municipal, la concesión de licencias tendrá necesariamente que pasar por profundas reformas. “Ayudaremos en todo lo que sea posible para que esas leyes sean actualizadas, pues están todas superadas. No es posible que el dueño de un local como ése tenga autonomía para autorizar espectáculos con bengalas”, dijo Genro. Visiblemente consternado, el gobernador aseguró que las investigaciones policiales serán absolutamente rigurosas, y que el resultado deberá servir para que se cambien legislaciones municipales en todo el país. Ayer mismo, los alcaldes de Manaus, Salvador, Cuiabá y Brasilia anunciaron inspecciones de redoblado rigor en todas las casas nocturnas de esas ciudades.

Especialistas en seguridad pública aseguran que una mera visita de un solo bombero habría sido suficiente para que Kiss fuese clausurado. Además del revestido inflamable del techo, no había luces de emergencia, ni una brigada de bomberos civiles (todo local con capacidad para más de 300 personas tiene, por ley, que contar con ese recurso), ni salidas de emergencia habilitadas. Lo más increíble, dicen los especialistas, es que Kiss siguiera funcionando como si nada.

Abdias de Melo Neto es neumonólogo. Trabaja, desde la madrugada del domingo, sin parar. Dice que fue al infierno y no logra volver. “No hay entrenamiento, no hay preparación médica para enfrentar lo que estamos viendo. Es una cicatriz permanente. Vivimos escenas del holocausto: cuerpos apilados, como si fuesen nada.”

En medio de todo eso, padres y madres vagan como náufragos de la vida. Una madre seguía, a media tarde de ayer, diciendo que su hija volvería en cualquier momento. La buscó en hospitales, en clínicas privadas. Se negó a buscarla en el gimnasio deportivo transformado en morgue. Decía que la hija volvería, que no había razón alguna para buscarla entre los muertos.

Entre los muertos había, ayer por la tarde, todavía tres cuerpos sin identificar. Uno de ellos era de una muchacha.

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