Dom 09.06.2013

SOCIEDAD  › OPINION

Libros, sopas, riesgos

› Por Antonio Mangione *

Ruleta rusa

Supongamos que alguien está (involuntariamente por cierto) involucrado en un juego llamado “ruleta rusa”. Para aquellos que no lo conocen, consiste en ponerse un revólver cargado en la sien y apretar el gatillo. El revólver tiene algunas balas en la recámara, pero no todos los lugares están ocupados.

Se trata de ver si uno, luego de hacer girar el tambor, tiene la suerte de que haya quedado vacío el próximo tiro y así se salve de morir al disparar (nada menos).

Una vez hecha la presentación, supongamos que se tiene un revólver con 6 lugares para cargar las balas. Sabemos que se han ubicado sólo 3 y quedaron 3 lugares vacíos, con la particularidad de que las 3 balas están en tres lugares consecutivos. Supongamos ahora que hay 2 jugadores que van a participar. El tambor se hace girar una sola vez. Cada jugador toma el arma, se apunta a la cabeza y aprieta el gatillo. El juego termina cuando un jugador muere.

La pregunta es: ¿tiene más posibilidades de sobrevivir el que tira primero o segundo? En todo caso ¿representa alguna ventaja ser el que empieza o ser el segundo? ¿Que preferiría usted?

Del libro Matemática... ¿estás ahí? Episodio 2,
de Adrián Paenza.

La reciente suspensión en sus funciones de la docente Romina García Hermelo por proponer la lectura del libro Hay una chica en mi sopa a sus estudiante de 16 años del Colegio de Bellas Artes en San Luis y el debate que se pone en juego inmediatamente después, me hizo acordar que alguna vez había leído este texto, Ruleta rusa. Inmediatamente traté de establecer los vínculos entre ambos hechos. Pienso que los encontré.

Ambos textos hablan de realidades. Uno, del amor, la condena social, la homosexualidad, la droga. El otro, de la muerte. Ambos textos incomodan. En uno, una estudiante del secundario se da cuenta de que se enamora de su profesora; en el otro se nos sitúa en un espacio donde un cálculo desatinado de probabilidades podría causarnos la muerte.

Al mismo tiempo, los textos hablan de riesgos y de oportunidades. ¿Qué riesgos? Los riesgos que corremos todos los docentes, todos los días que estamos en contacto con nuestros estudiantes. Todos los días nos exponemos, hablamos de nuestras vidas, caminamos entre diferentes realidades, la de cada uno de nuestros estudiantes. Tejemos nuevas realidades y entre todos establecemos diferentes y nuevos vínculos. A veces acertamos, a veces nos equivocamos. Ejercemos poder, a veces nos ganamos la autoridad. Algunos somos olvidados, otros recordados para siempre. Al mismo tiempo, y esto hace la tarea docente tan atrapante, tan estimulante, nos enfrentamos a oportunidades. Oportunidades ¿de qué? De generar un cambio, de despertar vocaciones, curiosidad, también enojo. Una oportunidad para de a ratos confundirnos, no tener nada por seguro, tener una crisis. Revisar la historia, la geografía, por qué no la matemática, criticarlas. Hurgar en nuestras convicciones y razones. Una oportunidad de incomodarnos. No entraría a clases si no voy a incomodar. No quiero salir de clases si no he sido incomodado por los estudiantes. Como dice una querida colega, “mi objetivo es confundirlos”. Espero que se comprenda el alcance y la profundidad epistemológica de esa declaración mezclada con humor.

Más de dos décadas en la docencia universitaria me han convencido, por fortuna tempranamente, de que, aparte de respetar y compartir ciertos tecnicismos, el papel del docente es precisamente incomodar, generar oportunidades y todo esto aun cuando se corran riesgos.

Y hablando de riesgos y oportunidades, ¿cuántos docentes de matemática aceptarían poner como ejemplo en una clase de probabilidad el ejemplo de la ruleta rusa que cita Paenza en su libro? ¿Qué hubiese ocurrido si un profesor de matemáticas hubiese propuesto este ejercicio a sus estudiantes de 16 años? ¿Cómo hubiesen reaccionado los padres de esos estudiantes? ¿Qué hacemos con este libro? ¿Lo sacamos de las escuelas como propone hacer el Ministerio de Educación de la provincia de San Luis con Hay una chica en mi sopa? ¿Les damos instrucciones a los profesores de matemática para que no tomen este fragmento como ejemplo en sus clases para el cálculo de probabilidades? ¿O lo ponemos en discusión con los estudiantes para que ellos se expresen sobre lo que es un libro, la ciencia, la muerte y las probabilidades? ¿Quemamos a Paenza un una hoguera pública en la plaza? ¿Qué tal al profesor también? El profesor que de este ejemplo “alaba” a la muerte, como dice la fiscal Sonia Fernández del Poder Judicial en San Luis de Romina García?

Lo que acontece en torno de este tema, sin duda nos pone de frente a otra oportunidad. La de repensar nuestro papel como docentes. Más aún, repensar cómo consideramos a los jóvenes. Si vacíos o llenos, dormidos o despiertos, abúlicos o rebeldes, deseosos, interesados, responsables, sensibles, cariñosos, sujetos de derecho.

* Docente, Universidad Nacional de San Luis.

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