SOCIEDAD › OPINION
› Por Claudia Fernández Chaparro *
La muerte precoz de una niña, niño o adolescente es siempre impactante. La muerte violenta lo es más. Inevitablemente, un hecho tan dramático como la muerte de Angeles Rawson impacta y cada familia se mira a sí misma y piensa con horror en una situación semejante.
Pero mucho más impactante es el manejo de algunos medios de comunicación que, violando los derechos de chicos y chicas, se empeñan en buscar cualquier testimonio.
Los organismos de derechos de niños, niñas y adolescentes y las leyes vigentes establecen y señalan permanentemente a los medios de comunicación cómo deben ser tratados los temas que están vinculados a las personas menores de edad. Lejos de ello, vemos cómo son expuestos, cómo su vida privada, sus datos, sus amigos y sus familiares desfilan por los medios de comunicación.
Los periodistas les ponen el micrófono y con él escarban en el familiar dolido que, víctima también él, peca de indiscreto revelando datos que sólo tendría que volcar en la Justicia.
Compañeritas de la niña asisten también a los pisos de los canales para dar testimonio ante las cámaras justicieras de su dolor adolescente. Y, poco cuidadas, son indagadas hasta el hartazgo.
En los portales de algunos diarios aparecen estadísticas y archivos de otros crímenes, volviendo a exponer a otros niños o niñas, mal clasificados, de naturaleza diferente, pero no importa, no vamos a ponernos exigentes cuando la gente está tan ávida de información, aunque ésta sea sesgada.
Los medios anunciaron durante todo el día que Angeles había sido violada, aun cuando no tenían el informe oficial de la autopsia. Durante la tarde su intimidad fue ventilada sin que nadie pudiera parar esta escalada. Por la tarde, esto fue descartado en un informe oficial, pero Angeles ya había sido violentada por los medios.
Resulta imprescindible consensuar un protocolo donde participen los medios de comunicación, la Justicia, la Afsca y los organismos de derechos, que establezca un manejo ético de la información. Donde todo lo que trascienda esté autorizado por la Justicia, que los contenidos de las redes sociales que utilizan los chicos y chicas no sean expuestos, y que se difunda una sola imagen.
Cada uno tiene que revalorizar su trabajo y hacerlo con responsabilidad social. La Justicia, investigando y manteniendo el secreto de sumario sin que se filtre información a la prensa. Y la prensa, retomando ese invalorable rol que tienen cuando se los necesita ante la angustiante búsqueda de una niña o adolescente desaparecido.
* Consejera por la Legislatura ante el Plenario del Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes de la ciudad de Buenos Aires.
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