SOCIEDAD › DECLARARá EL VIERNES ANTE EL JUEZ, PERO NO RESPONDERá PREGUNTAS
Ayer fue el turno del padrastro de Angeles, quien declaró como testigo ante el juez y luego se despachó a gusto frente a los periodistas. Acusó por el crimen al portero y aseguró que “es un psicópata”.
› Por Raúl Kollmann
El testimonio del padrastro pasó, como era de prever, sin grandes novedades: todo lo que tenía para decir se lo había dicho ya a los medios, en los días posteriores al asesinato de Angeles y ayer en la puerta de Tribunales. Las mayores expectativas están puestas, en cambio, en la declaración del único imputado, Jorge Mangeri, quien estará ante el juez Javier Ríos, la fiscal Paula Asaro y la querella que representa Pablo Lanusse. Será pasado mañana, viernes, a las 12. En forma paralela está trabajando la junta médica, ordenada por el juez, que debe determinar cómo murió la adolescente y, sobre todo, si hay indicios de un ataque sexual. Es muy posible que la junta sostenga esta última hipótesis, algo que será objetado por los peritos designados por el defensor, Miguel Angel Pierri.
Sergio Opatowski llegó a Tribunales con su estilo habitual, grandilocuente, pero ahora convencido de que el encargado del edificio donde vive, Jorge Mangeri, fue el autor del homicidio. “Es un psicópata”, diagnosticó, copiando el estilo de los supuestos psiquiatras forenses que desfilan por la tele.
No tuvo grandes cosas que agregar. Está el video de su paso por el Banco Macro, en pleno microcentro, después de las 10 de la mañana de aquel 10 de junio. Luego fue a un Pagofácil y a un supermercado. Dice que hay grabaciones de todo. Se tomó el 152 para ir a la casa de su madre, en Santa Fe y Agüero, y luego el 12 para volver a Ravignani. Le pidieron la tarjeta SUBE que usó y la entregó ahí mismo. A las 12.30 llegó al edificio de Ravignani, coincidiendo con lo que dice Dominga, empleada doméstica de la casa. El juez Ríos está esperando los resultados de las sábanas de llamadas desde los celulares, con lo que sabrá por dónde anduvo Opatowski en cada momento. El sospechoso preferido del público en los primeros días dejó de estar en la mira, básicamente porque las pruebas de la acusación contra Mangeri son numerosas y concordantes y porque él ha probado dónde estuvo aquella mañana.
Un dato extraño es que hubo un grupito que manifestó su rechazo a Opatowski con curiosos carteles, sostenidos por señoras bastante paquetas, que decían, por ejemplo, “24 nulidades ya”. Demasiado parecido a lo que dicen sus defensores públicamente.
El juez le pidió autorización a Opatowski para que declare su hijo, Axel, el único que estaba en el departamento en la mañana del 10 junio: no fue al colegio porque estaba afiebrado. Como es menor, se requirió el visto bueno del padre para que el juez lo convoque. Opatowski dijo que sí y Axel va a declarar la semana que viene.
El momento clave de la semana será el viernes, cuando Mangeri llegue a Tribunales. Se dice que ya adelantó que no va a contestar preguntas, de manera que solamente aceptará dar su versión. Los rumores hablan de que el encargado va a decir que vio a Angeles, que tuvo un breve contacto con ella, pero que después la chica se subió a un vehículo y no la vio más. Le será duro refutar la evidencia de su ADN en las uñas de la adolescente, la coherencia con las lesiones que él presenta en su cuerpo; el testimonio de su primo que prácticamente dijo que estaba huyendo; el hecho de que la chica apareciera en la basura, cuya disposición él manejaba en el edificio; los rastros genéticos en la cuerda que estaba en el cuerpo; las contradicciones en su primer testimonio y –fuera del expediente–, su confesión ante la fiscal Asaro, y la realidad de que rehusó declarar y ahora no quiere contestar preguntas. Como si faltara poco, hasta el hijo del defensor del encargado se despachó con una frase que, aunque la formalidad lo niegue, repica en los oídos de todos los protagonistas.
Ayer se agregó otra evidencia, una nueva perlita. Opatowski contó que cuando estaba en la fiscalía, aquel viernes 14 de junio, llegó Mangeri disfrazado de policía por los propios investigadores para que pasara inadvertido, con lágrimas en los ojos.
–¿Qué te pasa? –recordó ayer Opatoswki que le preguntó al encargado.
–Es que me quieren acusar de algo que no hice –respondió Mangeri.
A esa hora, nadie lo había acusado de nada. Ni siquiera había entrado a hablar con Asaro.
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