SOCIEDAD
› SEGUN LOS PARAMETROS DE LA OMS, LA SANGRE QUE SE TRANSFUNDE EN EL PAIS NO ES SEGURA
Mala sangre
El 97 por ciento de la sangre que se dona en la Argentina se obtiene en condiciones en que es más probable que esté infectada con VIH. Expertos coinciden en que el cuestionario que deben responder quienes van a donar no garantiza una mejor calidad de la sangre sino todo lo contrario. Ante esta situación, el Ministerio de Salud fijó nuevas normas que prevén que el voluntario pase antes por una entrevista con un agente sanitario.
› Por Pedro Lipcovich
La sangre que se transfunde en la Argentina es de calidad inferior a la requerida por la Organización Mundial de la Salud: las condiciones en que se obtienen las donaciones corresponden a “una prevalencia significativamente más alta de infecciones como VIH, hepatitis C y B, sífilis y enfermedad de Chagas”, según los criterios de la OMS. Esto no se resuelve, no por completo, mediante pruebas de laboratorio, ya que para todas esas enfermedades –y otras como la brucelosis– existen “períodos de ventana”, durante los cuales la persona ya está infectada, pero las pruebas no lo detectan. La clave está en cómo llegan los donantes. Sangre peligrosa es la que se obtiene de donantes “de reposición” o “coercitivos”: los parientes y amigos convocados para dar cuando alguien necesita una transfusión. Estas personas, en situación de alto compromiso, son sometidas, antes de donar, a un cuestionario sobre conductas personales que no sólo es discriminatorio sino que parece diseñado para que la gente oculte la verdad. Pero el problema de fondo es que, según la experiencia internacional, la “piedra fundamental para contar con sangre segura” es obtenerla de donantes habituales voluntarios. En las naciones con buenos sistemas de salud –los países desarrollados, pero también Costa Rica o Cuba–, más del 90 por ciento de la sangre transfundida proviene de donantes habituales; la Argentina está entre los peores de la escala mundial, con apenas el tres por ciento.
El 3 de este mes, este diario informó sobre la condena judicial que recayó sobre el Centro Gallego por haber transfundido a una niña sangre contaminada con el virus del sida, obtenida de un donante que se hallaba en el “período de ventana”, durante el cual los análisis de práctica no detectan el VIH. Página/12 pudo establecer que ese fallo judicial (como otros similares, que no siempre alcanzan notoriedad) es la punta del iceberg de un problema estructural en la salud pública argentina.
“Todas las enfermedades transmisibles por la sangre tienen un ‘período de ventana’ durante el cual las pruebas no las detectan”, advierte Gustavo Milone, jefe de Hemoterapia de Fundaleu, y enumera: la hepatitis C no se detecta por un lapso que puede llegar a los 90 días; la hepatitis B tarda hasta 30 días en aparecer en los análisis; el VIH, hasta 30 días. El ‘período de ventana’ promedio para las enfermedades virales es de 20 días. Es más corto, pero también existe, el lapso en que no son detectables la brucelosis, la sífilis, el mal de Chagas.
Según la Organización Mundial de la Salud, “la piedra basal de una provisión adecuada y segura de sangre y productos de la sangre es la obtención, selección y retención de donantes voluntarios de bajo riesgo”. Pero, ¿cómo se sabe que un donante es “de bajo riesgo”? Daniel Fontana –jefe del Plan Nacional de Sangre del Ministerio de Salud de la Nación– explica que “el donante voluntario habitual está ‘fidelizado’ con su banco de sangre y sabe cuáles son las conductas de riesgo que lo sacarían de la donación. En la entrevista previa a la donación, él mismo es quien plantea sus dudas al médico, por ejemplo: ‘Tuve una relación sexual con una persona desconocida, pero usamos preservativo...’; el uso de preservativo define esa relación como segura y habilita para la donación de sangre”.
En Europa, “la entrevista previa a la donación es persona a persona y no puede ser sustituida por un cuestionario”, señala Fontana y anuncia que “en la Argentina, las nuevas normas –ya aprobadas por el ministro de Salud, están a la firma del Presidente– obligan a que toda donación vaya precedida por una entrevista personal” (ver nota aparte).
Estas precauciones se desarrollaron en el mundo desde fines de la década de los ‘80, con la epidemia de VIH/sida. Pero, en la Argentina, “sólo en los últimos cuatro o cinco años el tema del donante tiene suficiente importancia en los congresos de hemoterapia”, observa Fontana.
Todavía hoy, “en la Argentina, el 97 por ciento de las donaciones son las denominadas compulsivas o de reposición, que se exigen a los familiares de un donante internado para reponer la sangre que se le trasfundirá”, deplora Milone. Fontana comenta que, a la inversa, “en países como Estados Unidos y Francia, la Segunda Guerra Mundial generó una movilización social para donar sangre, que se sostuvo desde entonces”. De todos modos, admite Fontana que también en Cuba, Costa Rica y España las donaciones voluntarias habituales predominan hasta cubrir más del 90 por ciento de las transfusiones.
Según datos de la OMS, en los países desarrollados la proporción de donaciones de sangre voluntarias llega al 98 por ciento, con un 2 por ciento de donaciones de familiares para reposición y un cero por ciento de donaciones pagas; en los países de mediano desarrollo, las donaciones voluntarias bajan al 40 por ciento, con 41 por ciento de reposición y 19 por ciento pagas; en los países de bajo desarrollo, sólo el 31 por ciento o menos de las donaciones son voluntarias, el 61 por ciento es de reposición y el 8 por ciento se paga.
En la Argentina, toda remuneración está expresamente prohibida por ley, pero “no se puede negar que existen los donantes pagos”, señala Milone y observa que una manera de prevenir esta desviación es “evitar los ‘llamados a la solidaridad’, los pedidos masivos de sangre; porque fomentan la aparición de personas que pidan dinero a los familiares del paciente”.
Fontana destaca que “cambiar el perfil de los donantes de sangre es uno de los pilares del Plan Nacional”, que para ello designó y capacitó responsables en coordinación con las autoridades sanitarias provinciales. Y comenta que “a nivel mundial, la sangre es cada vez más importante, incluso en lo económico: una comunidad movilizada para donar genera autosuficiencia, no sólo para transfusiones sino también para productos derivados de la sangre, que de otro modo hay que importar. El plasma humano es una materia prima de gran importancia en la industria farmacológica, y quien tomó la delantera es Estados Unidos: es el dueño del plasma del mundo”.
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