SOCIEDAD › OPINIóN
› Por Stella Maldonado *
Las pruebas PISA (Programm for International Students Assessment) son un instrumento diseñado por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), organismo que coordina políticas macroeconómicas de los países centrales, los mismos que están sumidos en grave crisis económica y social desde 2008, con alto costo en términos de pérdida de derechos de sus ciudadanos.
En su página web, la OCDE nos informa que entre sus principales cometidos se encuentra la desregulación y liberalización del comercio mundial y el impulso de los Tratados de Libre Comercio, tales como el ALCA, derrotado en histórica jornada en la Cumbre de Mar del Plata el 5 de noviembre de 2005.
El área de educación de la OCDE, preocupada por saber con qué tipo de mano de obra van a contar las empresas en las próximas décadas, diseñó estas pruebas que se aplican desde el año 2000 a estudiantes de 15 años independientemente del nivel educativo en que se encuentren. No miden conocimientos, sino destrezas y habilidades muy requeridas para un mundo con empleos flexibles y cambiantes.
Los resultados son luego cuantificados constituyéndose rankings que comparan cuestiones absolutamente incomparables: ciudades con países; muestras integralmente formadas por estudiantes del nivel secundario con otras que tienen también alumnos de centros de formación profesional, países que hace varias décadas que tienen escuela secundaria obligatoria con otros en que la obligatoriedad del nivel es reciente o no existe como tal, países que tienen universalizado el nivel inicial con otros en los que apenas está garantizado algún tipo de educación preprimaria breve; países en los que todas las escuelas son de jornada completa y los docentes tienen dedicación exclusiva, con otros en que los niños tienen tres o cuatro horas de clase diarias por falta de infraestructura, etcétera. Un absurdo estadístico carente de rigor científico. Curiosamente sucede que la ciudad de Shanghai, que tuvo una muestra de 25 escuelas, queda muy por encima de Finlandia, que claramente tiene un sistema educativo igualitario e integrado; y que Argentina, que tiene 1,6 por ciento de analfabetos queda por debajo de Brasil, país en el que aún hay 8,6 por ciento de analfabetismo. Esto es una pequeña muestra de las contradicciones más evidentes de la prueba.
No cabe duda de que nuestro sistema educativo tiene aún graves problemas, uno de ellos es la necesidad de avanzar en las escuelas de jornada completa, mejorar los aprendizajes de lectoescritura en el primer ciclo, lograr mayores niveles de permanencia y egreso con aprendizajes significativos en la escuela secundaria. Seguramente las pruebas PISA no nos van a dar ninguna pista acerca de qué hacer para superar esas falencias y sí les dan argumentos a quienes quieren hacer retroceder la inversión educativa, por lo tanto hay que recortar presupuestos. Son los que nos proponen el pasado como futuro.
Ninguna prueba estandarizada que mida resultados instrumentales parciales puede dar cuenta del estado de un sistema educativo.
Argentina debe cumplir con lo acordado en la Comisión de Educación del Mercosur: crear un Instituto de Evaluación Regional y construir parámetros propios que reflejen nuestras realidades.
* Secretaria general de Ctera.
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