Jue 16.01.2014

SOCIEDAD  › QUERELLAN POR UN MILLóN DE DóLARES POR FOTOS EN TOPLESS

Postales del Empire State

El fotógrafo Allen Henson fue demandado por los dueños del Empire State Building por llevar a dos modelos que hicieron topless para ser fotografiadas delante del público en la terraza del ES. Un fallo de 2013 sostuvo que el topless no es motivo de arresto.

La confitería de la terraza del Empire State estaba repleta. El mes de agosto, caluroso en Nueva York, invitaba a tomarse un respiro. La señora, muy paqueta, sentada junto a su marido en una de las mesas, le tomó la mano cariñosamente, pero con presión extra, y mientras le hablaba de vaya a saber qué trataba de captar toda la atención de su marido. Detrás de él se desarrollaba una escena apropiada a la temperatura, pero desacostumbrada para el sitio: una voluptuosa joven se levantaba su blusa, se la quitaba y quedaba en lo que técnicamente se conoce como topless y, coloquialmente, en tetas. El fotógrafo de modelos Allen Henson, que comandaba la escena, intentaba sin éxito llamar más la atención que la joven desemblusada haciéndole fotos con su celular. Cinco meses después se supo que había logrado llamar la atención de alguien: los dueños del Empire State lo demandaron por daños a la imagen del edificio por una cifra importante: un millón, cien mil dólares. Detrás de escena se cuecen habas: Henson –que sí busca llamar la atención porque su trabajo es fotografiar modelos, y un desnudo en el Empire State, paga– se sostiene en un fallo judicial en el que la policía de NY reconoce que el topless no es una infracción.

En realidad, la escena no fue una sino dos. Henson llevó a dos modelos que se aligeraron de ropas cuando el fotógrafo dio el OK. Shelby Carter, la joven que la mujer de la mesa intentó apartar a los ojos de su marido (este diario sospecha que no fue la única) y Cheyenne Lutek, de 19 años, que se quitó la blusa y vestida sólo con una tanga fue fotografiada por Henson abrazada en el medio de dos uniformados de la NYP que la rodeaban con brazos, ojos desorbitados e intenciones.

Previamente, Henson ya había fotografiado a Shelby Carter en varias tomas en diferentes restaurantes de Nueva York, siempre homenajeando al calor y las altas temperaturas, y nunca con repercusiones que salieran de la sorpresa de los comensales y del aumento de pedidos de bebidas espirituosas o cervezas frías.

Pero en esta ocasión, los dueños del emblemático rascacielos neoyorquino presentaron una demanda contra Henson, al que le reclaman 1,1 millones de dólares. La empresa Empire State Realty Trust (ESRT) consideró en su demanda como “censurable” e “inapropiado” que se tomaran imágenes de una mujer semidesnunda “en un lugar turístico al que acuden muchas familias”.

Y aún más, sostuvieron que Henson tuvo una “conducta prohibida”. Los abogados de la empresa aseguran en la querella que ese día el observatorio de la planta 86 estaba “lleno de turistas” y que no obstante, y sin importarle la presencia del público, el fotógrafo hizo la sesión. En realidad, para corregir la demanda, a Henson sí le importó que el piso 86 estuviera atiborrado de público. Parece muy poco probable que si hubiera preferido la soledad de un estudio hubiera elegido ese lugar. Lo que al parecer molestó más a los dueños de ESRT es que la sesión “fue con fines comerciales” y sin pedir los permisos correspondientes. Es decir, se estima que esperaban compartir ganancias. Y se supone que el celular es uno de los instrumentos de que se valió Henson para entrar al edificio sin llamar la atención.

La demanda sostuvo que con “la sesión dañó la reputación del edificio” y aseguró que para la recepción de turistas, especialmente familias, “debe mantenerse la imagen de seguro y apropiado”.

De todos modos, no es una curiosa casualidad que Henson haya pautado fotos de modelos en un sitio público pero privado, donde lo más obvio es calcular una demanda. El año pasado, la fotógrafa Holly Van Voast ganó un juicio contra el Estado de NY y su policía, que la arrestaba cada vez que la veía fotografiando en la calle. Ocurre que Voast, disfrazada como Harvey Van Toast, un supuesto paparazzo, salía a las calles de la ciudad a tomar fotos, pero la que hacía topless era ella. Claro, se desnudaba pero llevaba dibujado sobre sus labios un delgado bigote que según ella le permitía mostrar el busto como hombre, el tal Harvey. Modos de reclamar contra normas absurdas. La Corte ordenó pagarle 40 mil dólares y la policía neoyorquina debió admitir luego del fallo que hacer topless en las calles de Nueva York no es motivo de arresto. Para la Corte fue toda una experiencia, porque en el juicio Voast concurrió llamativamente vestida a las audiencias.

Claro, una cosa es semidesnudarse en un lugar público donde la jurisdicción sobre normas morales y reconocimiento de derechos corre por cuenta de la Corte, y otra diferente hacerlo en un lugar privado. Todo se dirimirá según lo que la Corte decida en relación con el daño que pueda haber causado, si es que lo causó. Por el momento, se sabe que no hubo daño a las coronarias porque, si bien es cierto que las chicas aceleraron las pulsaciones, también aceleraron la circulación sanguínea.

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