SOCIEDAD › OPINIóN
› Por José Machain *
La actual gestión del Ministerio de Educación porteño ha pretendido erigirse en el paladín de la calidad educativa. Proyectos controvertidos como un Instituto Privado de Evaluación Docente fue su última iniciativa.
Pero poco se habla de la relación entre “calidad educativa” y el espacio escolar. O mejor dicho el “lugar escolar”, en tanto esto último refiere a las cualidades que lo componen. Un “lugar” tiene que ver con las formas en que se lo concibe y también con la forma en que se lo diseña, como señala la arquitecta Teresa Chiurazzi.
Porque debiera pensarse al “lugar escolar”, a la escuela, como el primer edificio público del niño. Con todas las connotaciones que, como mensaje del mundo adulto, le damos a las infancias, en el sentido de lo que estamos dispuestos a esforzarnos para su bienestar y desarrollo.
Las “aulas containers” no parecieran ser el mejor mensaje que podríamos darles.
El llamado a licitación del gobierno del PRO para la adquisición de 41 “aulas modulares” (eufemismo de aulas containers), contradice cualquier discurso sobre la real preocupación por la calidad educativa. Independientemente de para cuál nivel estén destinadas, o en cuáles distritos escolares van a estar ubicadas, esta iniciativa marca un escalón más en el deterioro de la escuela pública en la Ciudad.
Muchos especialistas, como el español Miguel Angel Zabalza, consideran que el espacio escolar, el aula, es una condición básica para poder llevar a cabo muchos aspectos clave del proceso pedagógico. Las aulas convencionales con espacios indiferenciados resultan escenarios empobrecidos y hacen imposible (o lo dificultan) una dinámica de trabajo centrada en la autonomía y la atención individual a cada niño y niña.
En el Nivel Inicial es sabido, desde hace mucho, que se requieren espacios amplios, bien diferenciados, de fácil acceso y especializados. En ese sentido, la Organización Mundial para la Educación Preescolar, en su Manifiesto por la Educación Infantil (“Manifiesto de OMEP por el Derecho a la Educación Integral y al Juego”), precisa que es necesario “asegurar en las instituciones existentes o a crearse, espacios (interiores y exteriores) dignos, adecuados, saludables, funcionales y seguros”.
Y allí está la clave de la gravedad que subyace de esta decisión, al no contemplar que el acceso al derecho a la educación de nuestros niños, niñas y adolescentes deba ser en “lugares dignos”.
Indigna que un gobierno, de uno de los distritos más ricos del país, conciba la posibilidad de educar en “lugares” que denigran, estigmatizan, hacinan y, en definitiva, son una muestra más de vulneración de derechos de nuestros pibes.
* Consejero por la Legislatura (bloque FpV) en el Consejo de Niños, Niñas y Adolescentes (CABA).
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