SOCIEDAD › OPINION
› Por Andrés Pérez Esquivel *
El proyecto del Estado policial omnipotente está provocando, una vez más, al Estado de derecho, al punto de haberse apropiado del Obelisco contra la ley.
Los dispositivos de seguridad, tanto públicos como privados, están unificados por un mismo principio: el miedo al otro. La instalación de videocámaras de vigilancia es un recordatorio permanente de una potencial amenaza circundante, que afecta los modos de ser y la interacción con el entorno, fomentando la desconfianza y el temor al próximo, en desmedro de considerarlo un prójimo.
Naturaliza un miedo que alimenta el miedo, oponiendo a los argentinos entre ellos, atravesando a cada uno y dividiéndolos en sí mismos. Hace que los observados puedan sentirse permanentemente sospechados, con miedo de que, a pesar de no haber hecho nada malo, sean confundidos con quienes sí lo hicieron. Fortalece las inseguridades que perjudican los lazos sociales y agrava las desigualdades existentes, aportando a los procesos de gentrificación o “despeje” de áreas de la gente “no deseada” para favorecer el turismo o a los ricos locales.
La seguridad democrática significa defender los derechos de los ciudadanos para que haya más igualdad y más tranquilidad. Esto es, prevenir el delito y penar a quienes lo cometen, pero también evitar fomentar la paranoia y la asociación mecánica de los sectores más empobrecidos con el delito, así como de los sectores enriquecidos con el cumplimiento a la ley. Significa fortalecer un orden social basado en el respeto de las personas y la protección de sus derechos, asumiendo que hay desigualdades preexistentes. Y entender las políticas de seguridad como resguardo de la integridad física y mental, necesaria para ejercer el resto de nuestros derechos, que en muchos sectores hoy están negados.
Quienes crecimos en democracia nos oponemos a la idea de asimilar nuestra bandera nacional con una fuerza policial, porque buscamos un país de más derechos y más igualdad, que vuelva cada día más obsoleto el proyecto de Estado policial omnipotente que promueven ciertos sectores políticos y empresariales.
Nuestro debate como sociedad sobre la necesidad y los riesgos de la videovigilancia masiva aún está pendiente y es necesario. Que el gobierno porteño retire estas cámaras es algo pequeño, pero de un enorme contenido simbólico. Porque el Obelisco no es sólo el Obelisco, es la bandera que nos une e iguala, y nos ha sido arrebatada por el proyecto de ciudad acorazada y expulsiva que niega el derecho a la vivienda, a las vacantes escolares, que reprime en los hospitales y privatiza todo lo que puede. Como en los viejos fuertes, esta Ciudad Policial necesita de su torre vigía.
* Sociólogo. Miembro de la Red Latinoamericana Lavits.
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