SOCIEDAD › SEIS MUERTOS Y CASI UN MILLóN DE EVACUADOS POR EL TERREMOTO; EL ALERTA DE TSUNAMI FUE DESACTIVADO
El sismo de 8,2 grados Richter, con epicentro en el mar, destrozó viviendas y causó olas que dañaron embarcaciones, aunque no llegó a provocar un tsunami. Más de 972 mil personas debieron alejarse de la costa. La reacción del flamante gobierno.
› Por Christian Palma
Desde Copiapó
Desde hace décadas, en Chile –quizás el país más sísmico de la Tierra– se habla del gran terremoto que devastará al norte del país. Varios temblores fuertes, en diversas zonas geográficas, incluido el fatídico megasismo que afectó al centro y sur de la nación el 27 de febrero de 2010, dejaron su huella de dolor y estragos antes de la anunciada catástrofe norteña. En ese escenario, desde hace meses, los organismos especializados venían detectando cientos de movimientos telúricos, muchos de ellos imperceptibles, en la zona que va desde la frontera con Perú hasta bien adentro del país. De hecho, un sismo de 6,5 grados en la escala de Richter se registró el 16 de marzo pasado en la zona, lo que obligó a evacuar a 85 mil personas que habitan en la costa y reactivar medidas de seguridad y prevención por parte del gobierno de Michelle Bachelet.
La presidenta socialista fue duramente cuestionada por parte de la opinión pública y la oposición por su labor en la tragedia del 27 de febrero, en su primer paso por La Moneda, a la hora de decretar el alerta de terremoto y sacar las fuerzas armadas a la calle para evitar desórdenes y saqueos. Con todo, la historia sísmica y la seguidilla de temblores llevó a que la gente se preparara y tomara conciencia de lo que podría suceder en cualquier momento.
Hasta que ocurrió lo que todos sabían que pasaría, pero que nadie esperaba. Un terremoto, esta vez de 8,2 grados (Richter) azotó el norte chileno al caer la tarde del martes. Esto obligó a activar un alerta de evacuación que movilizó a casi un millón de personas a las zonas altas y originó miedo y pánico en la población, que sin embargo fue evacuada de manera exitosa.
A las 20.55, a sólo seis minutos de ocurrido el sismo, la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi) estableció la acción preventiva en el borde costero y el Servicio Oceanográfico e Hidrográfico de la Armada (SHOA) declaró alerta de tsunami. Antes de las 23, la información del SHOA confirmaba que habían arribado las primeras olas a las ciudades de Pisagua, Iquique y Patache, con alturas que superaron los dos metros y que, progresivamente, se reducían conforme avanzaban en dirección hacia el centro-sur del país.
Desde Santiago, el subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy, tranquilizaba a la ciudadanía al declarar que “hemos constituido todos los comités de emergencia del país”. Minutos después, el ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, detallaba que por tratarse de una situación de emergencia, el gobierno determinó la salida a terreno de las fuerzas armadas, para garantizar la seguridad de la población civil. “Hemos tomado la medida en materia de orden público en el caso de Iquique, donde tuvimos la fuga masiva de más de 300 internas de la cárcel, de que las fuerzas armadas, en coordinación con Carabineros y bajo la supervisión de la intendencia, puedan coordinar, de tal manera de dar la mayor tranquilidad y seguridad a todos los habitantes”, aseguraba.
Días antes, el propio Peñailillo había anunciado un aumento de recursos para la Onemi, pues el tema se convirtió en prioridad para la administración de Bachelet luego de que quedara instalada la imagen de una reacción tardía y equivocada en 2010.
Hasta esa hora, la presidenta –que se enteró de la situación en La Moneda– no había hablado a los medios, tal como lo dicta un nuevo protocolo (a diferencia de su antecesor, Sebastián Piñera, que no dudó en usar mediáticamente las tragedias). Esto marcaba diferencias con el 2010, cuando su labor en la Onemi fue grabada sin filtro, lo que –bien o mal– terminó por jugarle en contra. Esta vez no hubo titubeos, no debían cometerse los mismos errores y así fue.
Junto al despliegue de las fuerzas armadas, se envió un avión con más de cien efectivos de Fuerzas Especiales de Carabineros hacia Iquique, para evitar situaciones que afectaran el orden público.
Cerca de las 2 de la madrugada y cuando toda la información era precisa, Bachelet habló por televisión. Decretó zona de catástrofe en Arica, Parinacota y Tarapacá, anunció que las clases se suspendían y que el subsecretario Aleuy viajaba a verificar el nivel de daños. “El país ha enfrentado de buena manera la emergencia. Hay que mantener la calma y seguir las instrucciones de autoridades”, dijo con aplomo.
En esa línea, el ministro de Defensa, Jorge Burgos, sostenía que “todos los seres humanos aprendemos lecciones... Los niveles de coordinación de las fuerzas armadas y el estado mayor conjunto con este ministro han sido de buen nivel (...), qué duda cabe de que todos los seres humanos aprendemos lecciones. En el área que me corresponde, las cosas han andado muy bien, eso ha tenido que ver con la experiencia del 27 F.”
Con la luz del día, se pudo dimensionar la tragedia. Bachelet viajó a la zona afectada, acompañada de varios de sus ministros. En Iquique, la capital regional, la esperaba el subsecretario del Interior, quien informó que “los organismos institucionales, tanto de la intendencia como del ejército, han operado con mucha solidez y rapidez en esta emergencia. El balance es positivo desde todo punto de vista y lo que nos interesa ahora es la normalidad del funcionamiento de la ciudad”.
Hasta ahora, el saldo del nuevo terremoto es de seis personas fallecidas, algunos por ataques cardíacos y otros por el desplome de infraestructura. También hubo diversos daños materiales en algunas construcciones y el derrumbe de cerros y laderas que cortaron los caminos. En relación con las réplicas, hasta ayer ya se habían registrado más de cien en el extremo norte del país, según informó el Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile. De éstas, sólo doce fueron mayores a los cinco grados y la más fuerte fue 5,7 Richter.
Así las cosas, el movimiento de 8,2 grados disminuyó las probabilidades de que un megasismo afecte a la zona –que registraba una laguna sísmica de casi 137 años–, y ahora el escenario más probable es que se puedan producir nuevos terremotos, pero de magnitudes menores, más cercanas a 8 grados, señaló el director del Centro Sismológico Nacional (CSN), Sergio Barrientos.
El experto precisó que antes de este movimiento había dos escenarios probables: que la zona se activara en un solo gran terremoto, que habría tenido unos 600 kilómetros de extensión y una magnitud cercana a 9, o en varios terremotos de magnitud un poco menor. “Aparentemente, es esto último lo que estamos viendo”, dijo.
Dada la magnitud del sismo, diversas personalidades internacionales expresaron su solidaridad con Chile. Tal fue el caso del papa Francisco, que envió una carta al cardenal Ricardo Ezzati: “Hondamente apenado al conocer la noticia del sismo que ha ocasionado víctimas y heridos, así como daños materiales y cuantiosos desplazados en ese amado país, por tu medio deseo hacer llegar a todos los chilenos mi cercanía y sentido afecto”, manifestó el Pontífice. “Asimismo, ruego encarecidamente a las comunidades cristianas, instituciones civiles y personas de buena voluntad, que, en estos tristes momentos, presten una ayuda eficaz a los damnificados, con espíritu generoso y fraterna caridad”, escribió.
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