Mié 30.04.2014

SOCIEDAD  › UNA MIRADA SOBRE EL EPISODIO QUE DERIVO EN LA MUERTE DE NAIRA

“No es un caso de bullying”

La directora de la Asociación Libres de Bullying, María Zysman, explicó por qué es erróneo tipificar el caso como un hecho de acoso escolar, alertó sobre el impacto mediático que se busca y advirtió sobre la necesidad de no generar pánico.

› Por Soledad Vallejos

La muerte de Naira Cofreces como consecuencia de haber sido golpeada brutalmente a la salida del colegio “no parece ser un caso de bullying, aunque sí puede haber existido acoso”, advirtió la directora de la Asociación Libres de Bullying, María Zysman, en diálogo con este diario. Al menos de momento, sin investigación, no es posible aplicar la definición de bullying a lo sucedido en Junín porque “no sabemos nada de las chicas, de la relación que tenían, y además porque lo que pasó involucró al menos a dos personas mayores de edad”.

–El bullying es un término que adoptamos para definir estructuras de pares en edad escolar que se humillan, se maltratan de manera sostenida a lo largo del tiempo. Es la agresión, la humillación, la denigración discriminatoria con intencionalidad dirigida a un otro al que no se le reconocen los derechos, al que se quiere excluir de un grupo al cual alguien determina que puede o no pertenecer. En esos casos, siempre hay alguien que dice “en mi grupo hay que ser” de tal manera, sea pobre, rico, negro, blanco, no importa qué. Pero alguien dice que hay valores de ese grupo en particular y decide que tal persona no puede entrar. Y a partir de eso, a esa persona se la va a tratar de excluir de todas las maneras posibles. En algún sentido, esas situaciones son como metáforas de la situación social, que tampoco fue inventada por los chicos.

–¿En qué sentido esos casos operan como metáforas?

–Cuando hay bullying, los chicos muestran como una maqueta o como foto algo que tiene que ver con lo que pasa a nivel social en cualquier ámbito, cuando alguien comanda un grupo y hay condiciones de inclusión. Claro que los chicos lo hacen de manera más ingenua, con una manipulación más torpe en comparación con lo que sucede entre adultos. Pero de todos modos, quien tenga más habilidades para manipular a los demás va a conseguir éxito y, si eso es sostenido por espectadores, peor. Si nosotros como sociedad nos la pasamos mirando videos de los chicos golpeando a otros chicos, tomamos el lugar de espectadores, sostenemos esa conducta. Sin embargo, es bueno pensar en las estructuras del acoso, el hostigamiento, el abuso y debatir sus causas y posibles estrategias. Pero hay que tener cuidado desde qué lugar se hace, porque tampoco se puede generar pánico. Hay chicos que la pasan muy mal. De todos modos, insisto: el de Junín es un caso extremo, pero no considero que sea bullying por la definición del término y porque hay adultos participando.

–¿Por qué, sin embargo, prendió tanto la idea de que Naira Cofreces fue víctima de bullying?

–Creo que tuvo mucho éxito mediático la palabra. Tal vez tenga que ver con temas propios del funcionamiento de los medios y con cómo cada cual quiere llevar agua para su molino. Por algo en ciertas épocas surgen ciertos temas y no otros. No sé si esto resultará en algún negocio para tener tanto impacto, pero en todo el mundo pasa lo mismo: cuando aparece un caso grave, después todo se mira como si fuera bullying. Pero lo mejor que puede pasar ahora es que pensemos: ¿qué damos a los chicos?, ¿qué modelos sociales les ofrecemos? En vez de para tirarnos culpas, que esto sirva para ver qué pasa con los objetivos que se proponen a los chicos y la mirada que se tiene de los adolescentes. Con estos casos, los chicos están contando cosas que viven cotidianamente, como el maltrato, la cosificación, el consumismo a cualquier precio.

–¿Por eso los casos de bullying se tienen que leer desde lo social?

–Exacto. Y tenemos que ser conscientes de que el bullying no es sólo de niño rico o sólo de niño pobre. Hay discriminación al que está un poquito cerca, no al lejano. Si en el caso de Junín la situación pasa por acá o por otro lado, es algo que hay que ver. Por ejemplo: ¿qué pasó con los adultos que no escucharon, qué pasó que nadie pudo dar ayuda? No creo que de un día para el otro se llevaran todos bárbaro y de repente, de la nada, apareció la patota. Pero de todos modos esto no fue bullying aunque haya habido acoso.

–¿Cómo se interviene socialmente en este tipo de caso?

–Por empezar, es preciso hablar de trabajo en red, y más en un lugar chico. Hace años trabajé en la zona con unos chicos que hicieron una investigación en Arribeños, Junín, Arenales. Ellos quedaron sorprendidos, decían: “¿Cómo puede ser que en lugares tan chicos pasen estas cosas?”, “¿cómo que, aunque nos conocemos todos y se conocen nuestras familias, estas cosas pasen?”. Eran mil chicos en la investigación y vieron que lo que sucedía no tenía nada que ver con el tamaño del pueblo. La única forma de poder trabajar era relacionándose entre todos, como si fuera una tribu. Tiene que estar toda la comunidad volcada a esto, no solamente la escuela, no solamente los padres de los chicos involucrados, sino toda la comunidad. Hay lugares donde los chicos no tienen demasiadas alternativas para hacer cosas. Por ahí van a un boliche, toman mucho, después agarran cualquier auto, salen borrachos por la ruta para ir a otro pueblo vecino. Esos también son indicadores.

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