SOCIEDAD › UNA MUJER QOM, QUE DENUNCIó LA MUERTE DE SU HIJA, FUE VIOLADA Y ASESINADA
Nancy Fernández, integrante de la comunidad qom de Pacheco, denunció hace un año que un dealer con protección policial había secuestrado y asesinado a su hija de 14 años. Ahora, Nancy apareció violada y asfixiada en su casa. La Bonaerense dijo que se suicidó.
› Por Horacio Cecchi
La muerte de una mujer, Nancy Fernández, de la comunidad qom de El Talar de Pacheco, vuelve a lanzar acusaciones contra las conexiones narcopoliciales en el partido de Tigre y a unir con sombra la muerte de una adolescente de 14, el año pasado y en la misma localidad. La sombra y las sospechas están vinculadas con que Nancy Fernández era la madre de la chica, Micaela. El primer comentario de la Policía Científica, es decir de los forenses de la Bonaerense, al padre de la mujer y abuelo de la niña, fue que se había suicidado, pese a que Nancy fue hallada semidesnuda en su cama, de espaldas, violada y asfixiada. Micaela apareció en la cama de un hombre denunciado como dealer con protecciones con un balazo en la cabeza. Los forenses de la Científica también dijeron en aquella oportunidad que la chica se había suicidado. Así fue caratulada la causa y así fue archivada por el fiscal Diego Molina Pico, con experiencia para tratar casos anunciados como suicidio. Cuando Nancy denunció al dealer por la muerte de su hija, los bonaerenses de la comisaría 6ª de El Talar la detuvieron, la amenazaron y la golpearon de tal manera que quedó internada durante dos días. Ahora, Eugenio Fernández, padre de Nancy, dijo a este diario que “pedimos justicia porque nosotros no inventamos causas”.
El viernes 2 de mayo, alrededor de las 11 de la mañana, Nancy Fernández fue hallada muerta en su cama. Cuando los de la Científica, brazo de pruebas de la Bonaerense, salieron del lugar le explicaron a Eugenio Fernández que su hija, Nancy, se había suicidado.
No hacía falta la autopsia para contradecir la suposición cientificista. Sólo viendo la escena, cualquier bonaerense fuera de territorio hubiera contrariado a los colegas científicos: Nancy estaba acostada, boca abajo, con las manos cruzadas por debajo de su cuerpo, la remera levantada, y desnuda de la cintura para abajo. La imaginación de los científicos hizo de las manos cruzadas un modelo de autocontrol post-mortem digno de congresos forenses. La autopsia vino a reforzar la realidad: había sido violada, lograron tomar hisopados con vestigios de semen y determinar que había muerto por “paro respiratorio traumático secundario a asfixia por oclusión de orificio respiratorio más aspiración de contenido gástrico”. Es decir, le taparon la boca y la nariz. También se determinó que le robaron el celular.
La muerte, ocurrida el 2 de mayo, fue caratulada como “NN s/homicidio” y la investigación quedó a cargo de Marcelo Lloret, de la fiscalía descentralizada de Pacheco, bajo la jurisdicción de San Isidro, es decir, del polémico Julio Novo. La escena, en sí misma, no alcanza para apartar el caso de una hipótesis de femicidio. Pero si a Nancy Fernández se la vincula con su entorno barrial, y especialmente con la historia que la envolvió al menos en el último año tras la muerte de su hija Micaela, las sospechas empiezan a poder articularse como hipótesis de investigación.
El 17 de febrero del año pasado, Micaela fue hallada muerta en el lecho de un vecino del barrio Las Tunas, de Pacheco, a quien Eugenio González y la propia Nancy denunciaron como dealer con cobertura de la policía de Tigre, en pleno corazón del massismo. La chica apareció con un disparo en la cabeza. Los cientificistas de la Bonaerense adujeron, con más suerte que en el caso de Nancy, que se trató de un suicidio, pese a que al abrir el cajón de la chica sus familiares observaron que estaba “golpeada en las manos, los pies, y tenía sangre seca, de días, en la boca”.
Nancy aseguró que el hombre al que denominan como “Pato Cenizo” “es conocido por vender drogas y reclutar chicas en su domicilio para prostituirlas incluso con policías y obligarlas a vender droga”, aseguró a este diario en aquel momento Eugenio. Incluso una amiga de Micaela confirmó lo que había revelado la chica a su madre: haber visto cómo los Bonaerenses acudían a lo del sospechoso para conseguir drogas. Nancy denunció esto a los pocos días en la propia comisaría 6ª. Pero en lugar de tomarle la denuncia, la apalearon a tal punto que permaneció internada dos días. Un mes después, el caso tomó estado público. Sin embargo, la causa, a diferencia de la de Nancy, siguió caratulada como suicidio, y así es como está en la actualidad: archivada. La fiscalía que la investigó, o más bien que la archivó, es la de El Talar, atendida por Diego Molina Pico, un fiscal clásico para las investigaciones en casos de suicidio con pitutos de por medio.
Igual que en aquel caso, la muerte de Nancy recién logró romper el silencio un mes más tarde. “Nosotros –dijo Eugenio Fernández– lo que queremos es justicia, no inventamos causas.”
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