Dom 22.06.2014

SOCIEDAD  › DENNEHY, CASI ABANDONADO, ESTA EN VIAS DE RECUPERACION EN UNA MOVIDA CULTURAL

El pueblo que renace al son de la música

Un pueblo olvidado en la pampa bonaerense, a 250 kilómetros de Buenos Aires, donde resisten 76 habitantes. Un grupo de música busca repoblarlo presentando un libro- disco cuya venta será invertida para generar trabajo.

› Por Horacio Cecchi

Está a unos cuatro kilómetros hacia el norte de la vera de la Ruta 5, que atraviesa el centro de la provincia de Buenos Aires, entre Bragado y 9 de Julio, y a unos 250 kilómetros de Buenos Aires. El camino de acceso desde la 5 es de arena afirmada. Afirmación que con lluvia se transforma en dudas. No está despoblado: quedan 76 personas, de las 3500 que alguna vez vivieron allí, que resisten el paso del tiempo y la lógica moderna, desperdigadas en un área escasamente definida pero que está lejos de las nociones urbanas. Dennehy es el nombre de la estación, agrietada por el tiempo, y corresponde al andén del pueblo de Marcelino Ugarte que con Dennehy vienen a ser lo mismo. Las grietas, las plantas invadiendo tres enormes galpones de chapa, no hacen más que hablar de fantasmas. A mediados del siglo pasado, ya con más de 50 años de vida (Dennehy fue fundado en 1883), llegó a tener tres mil y pico de habitantes, pero su época de gloria la vivió en 1974, cuando el Dennehy F.C. ganó el torneo de la liga Nuevejuliense, el tercero en su haber, y congregó a las prácticamente 3500 personas que vivían en el lugar. Claro, ahora, lo que queda del Dennehy F.C. es imagen del pueblo: los cactus invadieron su sede. Una orquesta de 30 músicos intenta ahora realizar una movida cultural para repoblar el lugar. El proyecto incluye la presentación de un disco libro, Mantra, el 3 de julio, en el que se relata la historia del pueblo en fotos, y la utilización de los fondos recaudados para abrir huertas ecológicas y otros impulsos en Dennehy. Para empezar, algunos de los músicos empezaron comprando lotes y casitas de adobe semiderruidas. Parece de locos peleársela al tiempo, a la costumbre y al ánimo. Un poco sí, lo necesario.

El cartel, de cartón, al costado de la ruta 5 dice en tinta negra manuscrita: “Dennehy 4 kilómetros”. A la derecha se abre el camino de arena con dudas porque un día antes llovió. Pero para la flamante 4x4 de Cristian Luzza, director del grupo de músicos dispuestos a repoblar Dennehy, no es más que un barrito en el camino. El día ayuda. Sol a pleno que también reduce el frío a nada, o mejor dicho, lo desplaza hacia la tarde noche. En las calles despobladas de Dennehy el sol del mediodía pega tanto como el frío de las seis de la tarde. “Ayer, el cartel no estaba”, dirá más tarde Luciano, un porteño –como llaman en el pueblo a todos los que vienen de por allá que no sea de Bragado ni 9 de Julio– que se coló en el viaje de vuelta. Aparentemente no le faltó razón. Todo indica que la movida de los porteños genera entre los 76 habitantes dudas y expectativas.

El primer eslabón de la movida sucedió hace unos siete años, cuando se estacionó el primero de los porteños, Miguel Leyes. Como paradoja, Leyes compró la comisaría. O lo que quedaba de ella. Pueblo ideal, diríase, sin comisaría, con Leyes y con escuela, podría constituir un paradigma de la sociedad futura anclada en el pasado. El único policía, al que algunos llaman comisario como quien llama rey a un monarca sin palacio ni corona, está inubicable burocráticamente hablando, porque vive en lo de una querencia, lo que es totalmente lógico porque un comisario de pueblo no está pa’ chupar mate solo. Burocráticamente hablando, porque en el pueblo todos lo ubican, pero que ni falta hace. Allí el único crimen de que se tiene memoria, o al menos de que se habla, en sus 130 años y medio de historia ocurrió en marzo de 2005 cuando uno de los vecinos apareció ajusticiado de un tiro en la frente, en medio de la calle principal, luego de haber sido puesto de rodillas. La investigación, en manos de la Bonaerense, concluyó por el lado más fácil, un asunto de polleras. Acusó al personaje más acusable, un pintor del pueblo. El fallo del tribunal de Mercedes lo absolvió por falta de pruebas y porque cualquiera de los hombres del lugar podría haber sido responsabilizado por el entuerto. El fallo cayó muy mal en la moral dennehísta y muy bien para las hipótesis no investigadas por la Bonaerense. Especialmente la que mencionaba por entonces que el Camino Real –como llaman a la avenida de tierra que atraviesa al pueblo en dirección al cercano Naón y a 9 de Julio, paralelo a la Ruta 5 pero 4 kilómetros tierra dentro– era la ruta de la droga y que el baleado habría visto lo que no tenía que ver. Sea como fuere, la hipótesis pasional primó hasta la sentencia y luego, el Oscar, como lo llaman al pintor, siguió tan sin trabajo como lo estuvo desde que quedó con la chapa de los celos. Recién ahora empezó a tener changas en las nuevas construcciones de los músicos y de los porteños que se están viniendo.

Leyes cambió el nombre de la ex comisaría, su casa, por El Casco. Leyes es archetier, es decir, luthier, y especialmente de arcos de violín. Entre sus clientes del taller de San Telmo, figuran algunos de los 30 músicos. Entre ellos, Cristian Luzza, el dueño de la 4x4 y director de la orquesta de 30, conocida como Ensamble Aire Líquido (ver aparte). Si es cuestión de nombres, Luzza también tiene otra orquesta, de menor cantidad de instrumentos, que se llama Tercero por Escalera. Hace dos años, Leyes convenció a Luzza de comprar una casita en

Dennehy. Si ve el horizonte, Luzza es de convencerse sin vueltas. De hecho, en 2001 viajó a España para cursar un conservatorio especializado. Algo salió mal y terminó sin plata para volver, y viviendo debajo de una autopista, con su violín, un tachito para las monedas, otro para prender fuego y no morir de frío, y dos compañeros de sintechismo, durante un año hasta que remontó. En 2009 volvió y organizó el ensamble. Y en 2011 Leyes se lo llevó a Dennehy. Convencido por Leyes, compró una casita de adobe venida abajo con retrete externo en peores condiciones, petisona, de 1,90 metro de altura, con techo destruido. Ahora es un chalet de adobe reforzado, más alto. Se llama La Antena y queda sobre la calle de tierra (todas son calles de tierra) Domingo Becce, según dicen, peluquero del pueblo. En La Antena, claramente se ve la línea demarcatoria de la altura, a 1,90 a partir de la cual la pared tiene otra consistencia. Cuando Cristian llevó a Rocío, su pareja, para mostrarle la casa que estaba por comprar, ella al verla respondió casi tartamudeando y señalando con el dedo: “Eso no, eso no”. Hoy, la línea demarcatoria en el techo es conocida como la línea del eso no.

Entrando por la calle principal y después de traspasar el Camino Real, aparece el Club 25 de Mayo, fundado en 1920 y con un enorme y vistoso salón de fiestas. Tiene unos 200 socios. ¿Que cómo que tiene más socios que habitantes el pueblo? Sencillo. Alquilar el salón a no socios sale 2 mil pesos. A los socios, 500. Hacerse socio es instantáneo y sale 50 pesos por año. Sobre una de las paredes de la pulpería del club, que antecede al salón, un cartel sostiene que el pueblo tiene 165 habitantes, según un conteo digital entre vecinos. El censo de 1991 contó 146. El de 2001, un crecimiento del 0,68 por ciento: 1 habitante más. En 2010 cayó a la mitad, 76. Al 25 de Mayo lo cuida Luis, El Chileno. Vino del Chile de Pinochet antes del plebiscito de 1988. Dio por hecho que ganaba Pinochet y se quedó en Argentina como peón de estancia. Pinochet perdió, pero El Chileno decidió quedarse. El 25 de Mayo es parada obligada para Cristian y la troupe musical cada vez que llegan hasta Dennehy. Si se le avisa a Luis un día antes prepara comidas exquisitas a 10 pesos. Esta vez no se le pudo avisar, preparó una parrillada bastante sustanciosa, ensalada, vino y gasesosa. El precio no era el mismo: 25 pesos.

De la ruta de acceso, sobre la que se encuentra el 25 de Mayo, a pie se llega al Camino Real o calle Esteban Penette. Curva y contracurva para retomar. Camino de tierra rodeado de campo. En la esquina, un cartel de entrecasa dice “Precaución. Circule despacio”.

Ahí nomás, a metros del cartel de precaución están las oficinas del delegado municipal, Ariel Zanetti, mecánico del pueblo. En diagonal a la delegación, la plaza Víctor García. Sobre uno de los lados de la plaza, la escuela 10 Almirante Brown, fundada 14 años después que el pueblo, tiene 38 alumnos entre jardín y primaria. Cristina, su directora, y las maestras Cecilia y Marcela, están encargadas de fomentar el aprendizaje que, si se continúa, expulsa a los jóvenes porque secundaria no hay en Dennehy. Y si se va ya no se vuelve. De eso se trata. La movida musical intenta recuperar al pueblo. Pablo Bobadilla, productor del disco libro Mantra de Ensamble Aire Líquido, eje de la movida para repoblar Dennehy (ver aparte) y que también está en plan de comprar en Dennehy, ofrece a Cristina una moderna pizarra para colgar en un aula y promete tener hijos y mandarlos a la escuela.

En otro de los laterales de la plaza, sobre la esquina y frente a la delegación, se levanta la salita de salud del pueblo. Tiene una enfermera y una psicóloga que no puede atender en la misma sala frente al empleado administrativo, por lo que sale a caminar con el paciente para tener intimidad. En el pueblo la intimidad es difícil: todos saben que cuando la psicóloga sale a caminar con alguien lo hace con un paciente. Lo llaman el paseo de los locos. En la misma cuadra de la salita, también frente a la plaza, vive Zoe, la benjamina del pueblo de apenas meses y posiblemente responsable de un incremento poblacional del 1,32 por ciento.

En la otra cara de la Víctor García, frente a la escuela, se levanta la capilla a la Virgen del Carmen. No tiene párroco sino monje. Se trata de Erik, monje trapense que hizo votos por una vida de ermitaño y Dennehy le vino de milagro, por no decir de maravilla. Antes de monje quería ser piloto, se metió en la Escuela de Aeronáutica de Córdoba y lo convocaron como reservista para las Malvinas. También fue guardavidas en el country Jagüel, “donde tiene casa Carlitos Balá”, recuerda el trapense. En el fondo de la capilla, Erik tiene 11 tambores donde cría lombrices californianas. “Lo más difícil es prepararles la comida”, asegura. Precisamente el humus de las lombrices está en la mira de Bobadilla, dispuesto a generar en Dennehy la idea de que la producción vegetariana en huertas puede servir de base a la economía del pueblo.

A unos 300 metros de la parroquia, y de la plaza, vive Rubén Candia. De 71 años, trabajó como placero. Se nota. Cuando se llega a su casa la tierra está prolijamente rastrillada. Y, raro, se escucha tango en la radio. Candia es la memoria del pueblo y se define como poeta. La producción del Ensamble Aire Líquido lo tomó como imagen del pueblo. Durante una grabación para la preventa del disco libro, Candia dijo: “A mí me dicen ¿cómo es estar solo acá? Muchas veces me pregunto ¿cómo es estar solo allá, en la ciudad? ¿Es como una enfermedad larga que se lleva a la persona de a poquito? Acá pasó así: la gente se fue yendo, como el agua se lleva al lodo, despacito. Y nos acostumbramos”.

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