Los habitantes del balneario de Los Cabos, en el noroeste de México, están sin luz, sin agua, casi sin comida ni dinero, y algunos, incluso, sin casa, tras el devastador paso del huracán Odile. La incertidumbre se acrecentaba ayer por la llegada de la tormenta tropical Polo. Las imágenes de chozas destruidas, de lujosos hoteles desplomados y edificios con muros derrumbados, de almacenes y pequeñas tiendas desvalijadas por saqueos o de carreteras con más postes de electricidad y palmeras caídas que en pie, contrastan con el paraíso que da fama mundial a Los Cabos, uno de los destinos favoritos de los turistas estadounidenses. A una semana del huracán que dejó tres muertos y cuantiosos daños materiales, unos 18 mil de los 30 mil turistas que estaban en el lugar han sido evacuados. Para los pobladores y los turistas que no pudieron emigrar, el peligro ahora se llama Polo.
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