SOCIEDAD › OPINION
› Por Juan Carlos Radovich(1),
Alejandro Balazote(2),
Mónica Berón(3),
Sebastián Valverde(4)
y Gabriel Stecher(5)
En los últimos días nos hemos vuelto a sorprender ante discursos vertidos en diversos medios de comunicación que tienden a negar la preexistencia –y por consiguiente los derechos– del pueblo originario mapuche. Nos alarma que argumentos largamente refutados por una multiplicidad de investigaciones y producciones desde diversas disciplinas (como la antropología social, la historia, la arqueología y la etnohistoria), tanto en nuestro país como en el extranjero, vuelvan a emplearse para llegar a la errónea conclusión de que “Villa La Angostura nunca fue una zona indígena”, fundamentada en una explicación igualmente insólita: que “los mapuche no andaban en los bosques”.
Precisamente los avances científicos de las últimas décadas revelan el grado de dinamismo que poseían los pasos cordilleranos en Norpatagonia –caracterizados por ser zonas boscosas– a partir de la articulación y complementariedad entre los diversos pueblos indígenas entre sí, y a ambos lados de la Cordillera de los Andes.
A la vez, debemos remarcar los vastos testimonios orales de las diferentes familias mapuche asentadas en la zona con anterioridad a la consolidación del Estado en la región y a la “efectiva frontera” con el actual país de Chile.
En plena coherencia con estos relatos de diversas familias, existe una contundente evidencia histórica que da cuenta de la presencia de población mapuche en la zona cordillerana del Departamento Los Lagos.
En este sentido, en el libro Antigüedades en la Región de los Lagos Nahuel Huapi y Traful, autoría de Milcíades Vignati –uno de los primeros etnógrafos de los pueblos indígenas de la Patagonia– (Instituto del Museo de la Universidad Nacional de La Plata. La Plata, Argentina, 1944), se presenta un croquis realizado por el comandante Bejarano en 1872 de la margen norte del lago Nahuel Huapi, el área de la península Huemul y zona cordillerana (de paisaje boscoso). En dicho croquis se puede observar claramente la presencia de tolderías, e incluso figuran los nombres de lonkos mapuche como Saihueque, Ñancucheo y Quenquemtreu (Quintriqueo), este último antepasado de la actual comunidad homónima. Este dato posee gran relevancia, ya que permite demostrar con respaldo documental la presencia ancestral de estas familias con anterioridad a la denominada Conquista del Desierto.
Cabe recordar que cuando se conformó la Colonia Agrícola Pastoril Nahuel Huapi, en el año 1902, les fue otorgado el lote Nº 9 (donde actualmente se asienta el ejido de la localidad de Villa La Angostura) a los pobladores mapuche Ignacio Antriau y José María Paisil. Pero, además, estos pobladores indígenas colaboraron con la “comisión de límites” que trabajó en la zona por aquellos años y que concluyó precisamente con la delimitación de la frontera con Chile en 1902, después del fallo del laudo arbitral británico. Este beneficio a los antepasados que dan origen a la actual comunidad Paichil Antriao les fue otorgado justamente como reconocimiento por su colaboración con la comisión de límites.
El hecho de que Antriau y Paichil colaboraran con los responsables de trazar la delimitación fronteriza es la muestra más elocuente, no solo del grado de conocimiento y uso que efectuaban del territorio –donde en la actualidad se asienta Villa La Angostura–, sino también del hecho de que su asentamiento en la zona era previo a la constitución de los límites entre ambos Estados.
Muchas otras familias mapuche también se encontraban asentadas en la zona cordillerana en las proximidades del lago Nahuel Huapi. Un ejemplo de ello son los Quintupuray del lago Correntoso (que actualmente conforman la comunidad del mismo nombre). Los relatos orales de estas familias revelan la presencia ancestral en su área actual de asentamiento, pero lo mismo afirma el emblemático libro de Curruhuinca Roux Las matanzas del Neuquén. Crónicas mapuches (Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1993), que sostiene: “Los Quinto [por los Quintupuray] se hallaban en Correntoso desde antes que naciera Parques, en el ’34. Desde mucho antes. Se mentaba que vivían allí cuando Roca entró a Neuquén, en el ’79 [por 1879]” (Curruhuinca Roux; 1993:264). Los antecedentes que aquí exponemos (y sobre los cuales no nos explayamos por motivos de espacio) son sólo una breve muestra de los sólidos y vastos antecedentes que desde ya es factible consultar en diversas investigaciones, publicaciones y documentos.
Por otro lado, cabe señalar que la disciplina histórica en las últimas décadas ha asumido visiones mucho más dinámicas y que conciben la sociedad en términos más complejos –que lo considerado tradicionalmente–, donde no puede construirse la historia de la región o localidad recuperando exclusivamente los testimonios de un sector social (en este caso los denominados “pioneros”). Por el contrario, es necesario atender a múltiples grupos sociales (como los pueblos indígenas, criollos de escasos recursos muchas veces también con ascendencia indígena, etc.), de los cuales se han empezado a conocer sus vivencias en años recientes.
Por cierto, dejar afuera a estos grupos sociales sería no considerar a la mayor parte de la población de aquel entonces, que tal como lo revelan los propios censos de la época, estaba constituida –en orden de importancia demográfica– por migrantes chilenos, argentinos de escasos recursos, en tanto los pobladores europeos representaban un porcentaje mínimo.
Según el Segundo Censo de la República Argentina de 1895 (primero efectuado en la región) para el Departamento IV (actualmente Aluminé, Huiliches, Lácar y Los Lagos) la población de nacionalidad europea era de tan solo 34 habitantes (lo que representaba el 1,2% del total) mientras los registrados como chilenos ascendían a 1401 habitantes (51,0%), 1301 argentinos (47,4%) y 10 censados como de “otras nacionalidades” (0,4%) (Segundo Censo de la República Argentina; 1898).
En el tercer censo, de 1914, esta proporción no había variado demasiado, ya que en el Departamento Lagos (actual distrito del mismo nombre junto a Lacar) los argentinos eran 1519 (46,7%), los chilenos 1531 (47,0), los europeos 141 (4,3%) y otros orígenes (1,9%) (Tercer Censo Nacional, 1916).
Como miembros de la comunidad científica deseamos expresar nuestra preocupación por estos mensajes vertidos en diferentes medios de comunicación por autores no especializados que, desconociendo los aportes académicos de varias décadas en relación con el tema (y que son compartidos por vastos sectores de la sociedad), terminan siendo empleados para deslegitimar al pueblo mapuche, creando confusión y despertando sentimientos discriminatorios en la sociedad nacional.
Instamos a la opinión pública en general, a los medios masivos de comunicación y a los funcionarios involucrados a abordar la temática con la complejidad y responsabilidad que se merece, acorde con los avances científicos de las últimas décadas y con lo estipulado en la Constitución nacional, las provinciales, así como las demás legislaciones vigentes –que establecen la autoridad de organismos públicos responsables de este tema– que ya han reconocido al pueblo originario mapuche y a diversas comunidades de la zona.
1. UBA, Conicet, Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (Inapl).
2. Facultad de Filosofía y Letras (UBA).
3. UBA, Conicet, Presidenta de la Sociedad Argentina de Antropología (SAA).
4. UBA, Conicet.
5. Cátedra de Extensión Rural - Asentamiento Universitario San Martín de los Andes, Universidad Nacional del Comahue.
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