Vie 12.12.2014

SOCIEDAD  › OPINION

El aborto y el basureo mediático

› Por Florencia Abbate *

Anteayer al mediodía se me atragantó el almuerzo por poner como “música de fondo” un noticiero. En C5N estaban cubriendo el allanamiento a una clínica donde se hacían abortos, en Ciudadela. Levanto la cabeza y veo el titular: “La clínica del horror”; arriba, otro que decía “Las mujeres que abortaban”, y en el medio se veía a una mujer tendida sobre una camilla, tapada por una especie de bolsa de arpillera, a quien filmaban mientras la sacaban a la calle, ya que los policías habían irrumpido cuando ella se encontraba en plena intervención quirúrgica. Cuando ya no di más, cambié de canal y puse A24. La cobertura era aún peor. El titular decía “Tres pacientes aprehendidas”, y mientras explicaban que una de ellas concurrió porque había abortado el día anterior y tenía hemorragias, el periodista la criticaba sin parar, “sorprendido” e “indignado” por lo que esas mujeres habían hecho, y remató: “Uno se siente violado”.

Cómo tolerar que un periodista se muestre “sorprendido” en un país donde se realizan 500.000 abortos por año; cómo tolerar que se “indigne” con las mujeres, ¿por qué no se menciona a los hombres que también son responsables de esos embarazos?, y sobre todo, cómo soportar que se sienta “violado” en un país donde tantas chicas que fueron realmente violadas murieron por abortos clandestinos o tuvieron que aguantar postergaciones cuasi sádicas por parte del personal sanitario y de la Justicia, que siempre encuentran excusas para negarnos a las mujeres un derecho al aborto “no punible” que tenemos desde 1921, y que en 2012 fue ratificado por la Corte Suprema. Por qué, sin embargo, tan sólo un tercio de las provincias han adoptado el protocolo y por qué el Ministerio de Salud aún no le dio rango de resolución ministerial a la Guía de Atención Integral de Abortos No Punibles.

No, pensé, no hay por qué soportar una dosis tan alta de hipocresía, cinismo, clasismo, misoginia y crueldad. Y acto seguido denuncié a los dos canales ante la Defensoría del Público. Mientras lo hacía, me acordé de una nena mendocina de 12 años que había sido violada y tuvo que padecer que un grupo de fanáticos de la organización Pro Vida, llamativamente sin que nadie lo impidiera, ingresara a la habitación del hospital donde estaba internada desde hacía dos semanas y le mostrara fotos de fetos destruidos para hacer que desista de interrumpir el embarazo. Pensé que una violación semejante de la intimidad habían sufrido, a causa de los medios, las mujeres que estaban ese día en la clínica de Ciudadela. Y de repente yo, como mujer y como espectadora, también me sentí basureada.

En los últimos diez años se ha avanzado mucho en materia de derechos que contribuyen a una mayor igualdad, gracias al Gobierno, pero también al Congreso, porque se trata de causas transversales, que pueden ser apoyadas por representantes de diferentes partidos, como las leyes de matrimonio igualitario e Identidad de Género. Este tipo de leyes tienen una dimensión material y otra simbólica. La material consiste en que las personas puedan efectivamente casarse o tener su documento con el género que desean, y la simbólica tiene que ver con transmitir que todos somos iguales. Con respecto al aborto, la dimensión material tiene que ver sobre todo con una cuestión de clase, que lleva a que cada año mueran cientos de mujeres que no pueden abortar sino en condiciones muy precarias, y por eso debemos alzar bien alto la bandera que reclama: “Ni una sola mujer muerta por aborto clandestino”. Lo simbólico se vincula con la igualdad de género. ¿Qué pasa que el mismo Congreso que reconoció los derechos del colectivo LGTB se niega a reconocernos a las mujeres el más importante de los derechos reproductivos? El aborto legal es la piedra de toque de muchos otros derechos de las mujeres, y si no es reconocido en absoluto, lo que está en juego es el derecho de todas las mujeres a ser dueñas de nosotras mismas, de nuestros cuerpos, y a ser, en definitiva, libres. La sociedad avanza pero las leyes, al igual que los medios, nos siguen basureando.

* Escritora.

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