Dom 28.12.2014

SOCIEDAD  › UN TESTIMONIO DE LAS GRAVES SECUELAS A DIEZ AñOS DE LA TRAGEDIA DE CROMAñóN

“Con la culpa de haber sobrevivido”

Con el simbólico aniversario encima, la historia de una sobreviviente y su madre muestra las marcas que quedaron y el precio de haber estado allí para los que viven. El recorte de subsidios que anunció Ritondo.

› Por Carlos Rodríguez

“Los que salieron con vida de Cromañón, nunca van a dejar de ser sobrevivientes”, asegura Lila Tello en diálogo con Página/12, dando a entender que lo que les tocó vivir es algo que los ha marcado para siempre. Lila es presidenta de la Asociación Civil Sobrevivientes de Cromañón y madre de Natalí, que tenía 19 años cuando le tocó vivir la tragedia en el boliche de Once donde murieron 194 personas. “Hoy mi hija terminó sus estudios en Medicina, pero en estos diez años tuvo que superar muchos problemas; todavía hoy, aunque está bastante bien, sigue teniendo ataques de pánico.” Natalí, que se disculpó diciendo que prefería no hablar del tema, abandonó por un tiempo la carrera porque le era imposible asistir a las clases en la Universidad de Buenos Aires. “No soportaba estar en un lugar donde hay una concurrencia multitudinaria, eso la hacía sentir muy mal.” Por esa razón tuvo que seguir sus estudios en la Universidad del Salvador, “donde la concurrencia no es masiva y eso facilita que todos se conozcan”.

“En estos diez años, los sobrevivientes y nosotros, los padres de los sobrevivientes, hemos luchado juntos porque ellos necesitaban reacondicionarse para seguir adelante y ver qué pasaba con su vida; todos necesitan tratamiento psicológico para ir superando todo lo que les tocó percibir esa noche (del 30 de diciembre de 2004), porque les pasa algo similar a los que estuvieron en un campo de concentración.” Recordó que, en los primeros tiempos, sobrevivientes y padres de chicos fallecidos en Cromañón tenían una relación conflictiva.

Mientras los padres consideraban que los sobrevivientes no eran víctimas, porque estaban vivos, los propios sobrevivientes “arrastraban la culpa de haber sobrevivido, como si fueran de alguna manera responsables de las muertes y del dolor irreparable de los familiares que tienen el vacío de la ausencia porque perdieron a sus hijos, a sus hermanos, a sus padres”. Por ese motivo es que ella cree que “los sobrevivientes de Cromañón nunca van a dejar de serlo porque es algo que los marcó para toda la vida”.

Lila Tello considera que los que salieron vivos de la trampa mortal que fue Cromañón “necesitan una reparación y lo que han recibido de parte de la Justicia fue parcial, porque algunos fueron presos, pero otros siguieron y siguen en libertad, o como en el caso del (jefe de Gobierno) destituido Aníbal Ibarra, nunca fueron presos y ahora todos lo vemos hablando en la televisión y eso genera malestar”. Insiste en que “cuando la Justicia tarda en llegar, cuando la Justicia es tan lenta, se vuelve injusticia”.

La hija de Tello, que hoy tiene 29 años, perdió a su pareja, Martín. Todo eso determinó que a lo largo de dos años “estuviera sin hacer absolutamente nada”. Explica que Natalí fue a Cromañón a ver a Callejeros “porque a Martín le gustaba la banda, a ella no. Cuando entraron, tenían dos opciones: o quedarse cerca de la puerta de salida o ubicarse en la parte de arriba. Ella eligió que fueran arriba y después no pudieron salir; eso también la hizo sentir culpable”.

Natalí sólo recuerda que Martín había muerto y nunca pudo saber quién le salvó la vida a ella. “Alguien la sacó afuera, pero ella no recuerda nada; despertó recién cuando estaba internada en la Clínica Bazterrica, porque ni siquiera recuerda su paso por el Hospital Ramos Mejía.” Además de abandonar sus estudios durante dos años, Natalí pasó mucho tiempo sin volver a tener una pareja porque “nadie puede competir con el recuerdo de un muerto”. Lila Tello viene trabajando desde hace años con los sobrevivientes de Cromañón, no sólo con su hija.

“Tenemos contacto permanente con algunos sobrevivientes que han decidido agruparse, pero hay muchos que no lo hicieron porque quieren abrirse, quieren seguir con su vida normal, sin Cromañón, y no les gusta la idea de agruparse”, explica Lila. “Son una mínima parte los que están agrupados, aunque hay chicos y chicas que vienen de vez en cuando, la mayoría de las veces para llorar, para descargarse, pero nada más que eso.” Otro de los problemas es que “muchos sobrevivientes no quieren contactarse con los padres de las víctimas, no quieren escuchar a los papás hablando de sus pérdidas, de sus ausencias, porque es algo que les hace muy mal, los hace sentir culpables de ser sobrevivientes”.

“Muchos sólo vienen y van, le escapan al tema, para poder seguir adelante. En realidad, les estamos pidiendo demasiado a nuestros chicos porque ellos quieren renacer, quieren tener un futuro diferente de su realidad actual y por eso no soportan el día a día con los papás que viven en forma permanente el drama de la pérdida.” Lila destaca que los chicos y chicas necesitan “un seguimiento permanente porque no pueden superar solos sus problemas psicológicos, pero tanto el Estado nacional como el porteño, que además es el responsable de la tragedia, no hacen nada para contenerlos, se han desentendido de ellos”.

“El seguimiento de los sobrevivientes es fundamental para que puedan recuperarse, para que no se desbarranquen”, concluye Lila. Aunque nadie maneja datos precisos, se sabe que se suicidaron al menos tres de los jóvenes que sobrevivieron a la tragedia. La demora en la definición de la causa penal, que ahora tiene que pasar por Casación y por la Corte Suprema de Justicia, hace que ni los familiares de las víctimas ni los sobrevivientes puedan iniciar las causas civiles para lograr una reparación económica.

Al mismo tiempo, el gobierno porteño, a través del vicepresidente de la Legislatura de la Ciudad, Cristian Ritondo, anunció que desde febrero ya no se pagarán los subsidios que reciben sobrevivientes y padres de víctimas, que reciben 600 y 1200 pesos mensuales. Más de 1700 personas reciben el subsidio. De acuerdo con lo que adelantó Ritondo, sólo se abonarían, desde febrero, a los sobrevivientes que puedan demostrar que tienen un 30 por ciento de discapacidad,0 producto de lo ocurrido en el incendio del boliche de Once.

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