Dom 01.02.2015

SOCIEDAD  › EL TRABAJO EN EQUIPO

Antes y después

La enumeración resulta penosa: la grieta en una pared era tan amplia y consolidada que por allí pasaba una mano sin esfuerzo: los arcos ojivales del oratorio estuvieron todos, sin excepción, apuntalados y a punto de colapsar; el artesonado de yeso se perdió; los vitrales fueron desmontados pieza por pieza, se etiquetó cada una y se envió todo el paquete a un taller especializadísimo, pero, y esto no es menor, de Mar del Plata. Hubo dos etapas de restauración: la primera, entre 1992 y 1995, abordó el oratorio; la segunda, entre 2006 y 2009, con extensión a 2011 en algunas áreas, se dedicó a los dos pabellones y medio que pueden recorrerse hoy.

“Elegimos empezar por ahí para poder mostrar rápidamente el resultado del trabajo. Lo que resta es mucha más obra: están apuntalados los subsuelos, hay que trabajar mucho la cocina, no son sólo pabellones amplios como éstos”, explica el arquitecto, que también señala que “hay mucho trabajo que no se ve”, como el de una cisterna subterránea con capacidad para más de 100 mil litros de agua que los bomberos exigían para otorgar las habilitaciones a la sala de teatro y los salones de exposiciones. Hoy esos espacios funcionan; también parte del primer piso, con la vista maravillosa del mar rompiendo algo más allá. Pueden recorrerse salones que fueron dormitorios, como el primero que se pisa al entrar, que supo albergar, bajo el nombre de Angel de la Guarda, a las internas más pequeñas de la institución; o bibliotecas, y aun aulas, como parte del corredor curvo, con mueble ideado originalmente ad hoc y que se ve restaurado también allí, que conduce a una entrada lateral del oratorio. Hizo falta el trabajo de un equipo de 24 arquitectos especializados en patrimonio y restauración, y al menos diez asesores en distintas áreas; a ellos se sumaron obreros devenidos artesanos de oficios olvidados. También, alumnos de la Facultad de Arquitectura que concursaron para trabajar en la conversión de un patio interno en un foyer, algo que podría comenzar a volverse real este año.

Novacovsky recuerda la primera vez que pisó el oratorio, esa capilla pequeña que hoy exhibe todo el resplandor de los mosaicos dorados en el altar y en detalles –asombrosos, en un contexto de lujo sobrio, más tradicional de esos grandes edificios con destino institucional– neobizantinos: “Llovía y el agua caía dentro”. Desde entonces, la UNMdP y artesanos marplatenses ejecutan planes de restauración y presupuestos con la supervisión de la Dirección Nacional de Arquitectura, del Ministerio de Planificación Federal, y la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, procesos de proyectos y licitaciones mediante. Además, señala el arquitecto, “hay una institución paralela desde siempre: la cooperadora” del lugar, que colabora convocando y dando a conocer las tareas de restauración.

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