SOCIEDAD › CONMOCIóN EN UN PUEBLO DE ENTRE RíOS POR UN EX FUNCIONARIO PEDóFILO
Trabajó en el Colegio Nacional y llegó a ser director de Cultura de la municipalidad de Urdinarrain. Ya adultos, algunos hombres se animaron a contar lo que padecieron de niños. Y lograron desmoronar un secreto de años. La Justicia sospecha que abusó de unos 40 chicos.
› Por Mariana Carbajal
En Urdinarrain, un pequeño pueblo sojero de Entre Ríos, a 56 kilómetros de Gualeguaychú, muchas familias todavía no pueden creer lo que les pasó a sus hijos, cuando eran niños. El escándalo resuena en la comunidad, ahora que se reactivó la investigación judicial. El ex secretario del Colegio Nacional y quien fuera a la vez responsable de Cultura y Turismo de la municipalidad hasta mayo de 2008, muy reconocido localmente por su destacado desempeño laboral, fue denunciado por abusar sexualmente de chicos de 6 a 13 años, entre 1988 y 1995. Las víctimas, en realidad, serían alrededor de cuarenta, aunque la mayoría prefirió el silencio y pocos se animaron a declarar en los tribunales. Los que hablaron hoy tienen entre 27 y 35 años. Contaron cuál era su metodología: el hombre, que actualmente tiene 53 años, se ganaba la confianza de los matrimonios con chicos y después a esos chicos los invitaba a su casa para enseñarles a dibujar, mostrarles alguna película o el último videojuego, porque siempre tenía lo último en tecnología para seducirlos. En ese ámbito, los manoseaba o les eyaculaba en la cara. “Es increíble que haya abusado de tantos de nosotros, delante de las narices de todos”, dijo a Página/12 una de las víctimas que lo denunció y hace años vive lejos de Urdinarrain.
El acusado se llama Javier Broggi. Tres semanas atrás, el 20 de marzo, fue citado a indagatoria en los tribunales de Gualeguaychú, pero se negó a declarar. También rechazó someterse a un peritaje psiquiátrico. Su defensa, a cargo del abogado Rubén Gallardo, adelantó que pedirá la prescripción de los delitos que se le imputan.
Urdinarrain tiene unos 10 mil habitantes. Conocer lo que había pasado con tantos chicos “generó una gran conmoción”, contó a este diario Norma Romero, ex rectora del Colegio Nacional del pueblo y ex concejal, en tiempos en que Broggi era secretario en ese secundario y además funcionario municipal. A partir de que se destapara el caso, ella junto a madres de algunas de las víctimas –que con sus esposos eran íntimos amigos de Broggi– impulsó la creación de una ONG, Con los gurises no, que trabaja en la zona para concientizar sobre el abuso sexual infantil y reclama por la imprescriptibilidad de ese delito, teniendo en cuenta que quienes lo padecen suelen demorar años en poder poner en palabras el horror vivido en la infancia, por las amenazas que sufren o las características del vínculo –siempre cercano– que mantienen con el perpetrador. Desde la sanción de la llamada Ley Piazza, por el diseñador de modas que la impulsó, se estableció que la prescripción empieza a correr a partir de los 18 años de las víctimas. Pero muchos se animan a hablar diez o más años después. Dos de los denunciantes recién se lo pudieron contar a sus padres a los 28 años (ver aparte).
El 20 de marzo, día de la indagatoria de Broggi, Romero y otros habitantes de Urdinarrain se manifestaron frente a los tribunales de Gualeguaychú, con pancartas en las que reclamaron que el caso se investigue y la causa no se cierre.
En realidad, el escándalo estalló en el pueblo en 2008, cuando varias de las víctimas hablaron por primera vez en sus familias. Una de ellas, Leonardo Mussi –hoy tiene 35 años, es comerciante y vive en Concepción del Uruguay–, decidió contarles cuando se enteró de que sus padres planeaban un viaje de turismo al norte del país con Broggi. Romero, que era amiga de los padres de Leonardo y de otras dos de sus víctimas, se encargó de advertirle al entonces intendente, el panadero Alberto Mornacco. El propio Broggi reconoció los hechos ante el jefe comunal, quien le pidió la renuncia, y también pretendió pedir disculpas a los matrimonios amigos, de cuyos hijos había abusado. Su perversidad llegó a tal punto que hasta les ofreció pagarles “el psicólogo”, a modo de reparación. La conmoción fue enorme entre los habitantes. El dicho “pueblo chico, infierno grande” parecía calzar perfecto. Broggi se vio forzado a mudarse del pueblo. Actualmente vive en Gualeguay. Pero en aquel momento el caso no llegó a la Justicia porque los abogados consultados por las víctimas –entonces de veintipico– decían que la causa no tenía destino más que el archivo por la prescripción del delito.
Hasta que hace poco más de un año, una investigación del periodista Daniel Enz, en el semanario Análisis, sacó a la luz la trama perversa de los abusos en Urdinarrain. Esto fue a fines de 2013. El procurador general del Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos, Jorge García, ordenó la apertura de la investigación en los tribunales de Gualeguaychú por “corrupción de menores agravada”. La causa quedó en manos del fiscal Martín Gil. Análisis es la misma revista digital que destapó el escándalo del cura Justo Ilarraz, acusado por una serie de abusos a seminaristas en Paraná. En ese expediente, el Superior Tribunal provincial declaró la imprescriptibilidad de los delitos investigados.
En Urdinarrain, Broggi era una persona que se destacaba por su talento creativo y su capacidad de trabajo. A la vieja estación del ferrocarril, en desuso, la convirtió en un centro cultural desde su puesto en el municipio, como encargado de Cultura. Hacía también trabajo para el cable local. Y en una imprenta, adonde solía llevar a los chicos “para que lo ayudaran con algún trabajito para una revista” y, con esa excusa, terminaba también abusándolos. Fue un mazazo para muchas familias saber lo que había hecho con tantos chicos. “Vino a mi casa y me dijo que era cierto lo que se decía”, contó Romero a Página/12.
–Quiero que me digas a cuántos abusaste –le preguntó la mujer, según recordó a este diario.
–Uy... son muchos –le respondió.
–¿Cuándo empezaste? –siguió indagando, con desesperación Romero.
–Cuando tenía alrededor de 15 años –le dijo el entonces encargado de Cultura y Turismo del municipio y secretario del colegio secundario local. Y agregó: “Pero quedate tranquila que al tuyo no le hice nada”, en referencia al hijo varón de Romero.
Frente a tanto dolor, ella y familiares y amigos de jóvenes –que en su infancia habían sido abusados por Broggi– empezaron a concientizar a la comunidad sobre el abuso sexual infantil y finalmente decidieron crear Con los gurises no. “Empezamos a juntaron con las familias de las víctimas. Empezamos a ver qué podíamos hacer. Hicimos charlas para explicar qué era el abuso. Mucha gente no sabía”, siguió la ex concejal, ya jubilada. Actualmente vive en Gualeguaychú.
El 19 de noviembre de 2009, en el Día de Lucha contra el Abuso Sexual Infantil, desde la entidad organizaron la primera marcha por la calles del pueblo con carteles “para que la gente tome conciencia, y después se nos acercaron muchos adultos que nos decían que a ellos los habían abusado de chicos, un tío, un abuelo, otro familiar y nos dimos cuenta de la magnitud del problema”. En estos años han dado charlas a docentes, profesionales de la salud y la población en general sobre el tema. “Muchas madres al enterarse de lo que Broggi había hecho a sus hijos sentían culpa, por no haberse dado cuenta antes. Pero la verdad es que no sabíamos los síntomas que muestran las víctimas y no los veíamos”, agregó. Romero estima que al menos unos cuarenta varones de Urdinarrain, cuando tenían entre 6 y 13 años, habrían sido abusados por el ex funcionario municipal. Esa es la hipótesis que maneja también la Justicia. Podrían ser más.
La fiscalía de Gualeguaychú, que lleva el caso, está reuniendo pruebas desde el 19 de diciembre del 2013, cuando se allanó la casa en la que vivía Broggi, en Urdinarrain, e incautó su computadora, CD y material fílmico, donde podría haber fotografías de niños desnudos tomadas por el imputado. También sacaba fotos. La causa está a cargo del fiscal Martín Gil. Según informó Análisis, durante 2014 en la fiscalía se mantuvieron a la espera de que más víctimas se acercaran a dar su testimonio, pero pese a que se presume que fueron decenas los afectados sólo se presentaron cuatro personas a declarar. Pero, según trascendió, sólo dos testimonios fueron determinantes para continuar con la investigación penal preparatoria. Finalmente, el procurador general del STJ decidió avanzar y ordenó la citación de Broggi a indagatoria, tomando esos dos relatos. Una vez reunidas las pruebas, la fiscalía solicitará al juez de Garantías la elevación de la causa a juicio. La oficina de gestión de audiencias deberá fijar una fecha de audiencia de remisión, donde tanto la querella como la defensa tendrán que revisar si las pruebas son suficiente para elevar la causa a juicio oral. En esa instancia, tanto Broggi como las víctimas tendrán que declarar ante el juez.
Algunos de los jóvenes que declararon en la Justicia contaron que Broggi después de abusar de ellos les decía que no les contaran nada a sus padres porque ellos ya sabían. “No ves que yo voy a tu casa con buenos vinos”, les decía. Y, efectivamente, el hombre solía caer a cenar en sus casas, un día de semana, de noche, con un buen vino, discos nuevos –que no habían llegado aún a Urdinarrain–, o lo último en tecnología. “Le decía a mis padres que me invitaba a hacer algún trabajito a su casa, podía ser una tarjeta de cumpleaños para mi hermana, grabar unos casetes o recortar una revista”, dijo a Página/12 uno de los muchachos que rompió el silencio. El joven contó que decidió hablar cuando se enteró de que su hermana pensaba dejar a su hijo, de 5 años, al cuidado de Broggi, un fin de semana que ella tenía que viajar. “Ese día exploté y hablé. Yo estaba convencido de que mis padres sabían lo que me hacía de chico”, siguió. Era 2008. Y así, a través del boca a boca, en muchas familias del pueblo se fueron enterando. Este joven, diez años antes, había hablado con su íntimo amigo Leonardo Mussi, y los dos se habían dado cuenta de que ambos habían sido víctimas de Broggi: pero en ese momento no fueron capaces de revelar los hechos a sus padres. “Pensábamos que no nos iban a creer”, dijo Mussi a este diario (ver aparte).
En los últimos meses, contó la otra víctima que prefiere mantener en reserva su nombre, estuvo intercambiando correos con amigos de su hermana mayor (que hoy tienen 45 años), “para que supieran más de esta causa” e “invitarlos” a declarar. “Supe que en ese grupo, en esa camada, hubo chicos que en su adolescencia fueron abusados por Broggi, y que lo habían manifestado en algún momento entre conocidos. Me tomé el atrevimiento de contactarme con cuatro de ellos y obtuve como respuesta varios ‘gracias por acordarte’, ‘aguante’ o ‘sí, iré a declarar cuando pueda’, comentarios alentadores en general, pero quedó ahí. Evidentemente, no era una novedad este tema para ellos y además me confirmó que Broggi comenzó varios años antes que con nosotros con este tipo de abusos”, agregó el joven a este diario. Las cuatro víctimas que declararon ya no viven más en Urdinarrain.
“Sospechamos que la madre, que hoy tiene unos 80 años, actuaba en complicidad porque cuando llegaban los chicos a su casa ella se iba. Antes, les dejaba una torta de manzanas. Las persianas de la casa, donde tenía su oficina, quedaban bajas. Y, al parecer, Broggi las levantaba para avisarle a ella que podía volver, después de terminar con los abusos. A algunos les sacaba fotografías desnudos o les mostraba películas pornográficas. Pero antes preparaba la escena, ganándose la confianza de los padres”, contó Romero, que pudo reconstruir los hechos a partir de escuchar a varias víctimas. Broggi, contaron los jóvenes, los “compraba” con regalos, atenciones, se convertía en “el tío, el maestro, el amigo”. Bajo esa fachada, se aprovechaba de la infancia de los hijos de quienes le confiaban su amistad.
“A mí me arruinó la vida; me cagó por siempre”, dijo a la revista Análisis, otra de las víctimas. “Me enseñó a dibujar y aprendí con él. Empezó a abusar de mí cuando tenía 5 años y continuó hasta los 13, en que lo pude parar. Me decía que tenía que pagar con mi cuerpo todo lo que me daban mis familiares y hasta me hacía entender que estaba acordado con ellos, cuando era todo una mentira de él”, agregó. “Javier ponía una película, se masturbaba y me ponía el pene en la cara. Me hacía arrodillar, para pasarme su pene. Conmigo se ensañaba siempre. Mis padres me mandaron como a diez psicólogos, pero nunca se me fue el odio que me generó. Javier me hacía sentir siempre como una basura; como el negrito del barrio, el piojo resucitado, mientras él era todo en la sociedad”, dijo otro de los jóvenes abusados de niño. Recordó que abusó de él en la vivienda que tenía, pero también supo sacarle fotos en calzoncillos en el galpón de la estación de trenes donde Broggi enseñaba teatro. “A mí me arruinó la infancia. Me quitó muchas cosas que nunca más pude recuperar. Durante muchos años me despertaba con pesadillas; me levantaba llorando y temblando”, recordó.
Hoy, las víctimas esperan que la causa avance en la Justicia y que Broggi llegue a juicio oral. Que el silencio no consagre la impunidad. Las marcas que les dejó, dicen los que hablaron, son profundas.
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