SOCIEDAD › OPINION
› Por Eduardo López y
Mariano Denegris *
Hace algunos días, una importante consultora publicó una encuesta1 que revela, entre otras cosas, el nivel de confianza que los argentinos tienen en las instituciones. Aquel que viniera prestándole atención al discurso de los mediáticos “expertos” en educación se puede llevar una gran sorpresa al comprobar cuáles son las dos instituciones que mayor nivel de aprobación concitaron. La primera, la universidad pública, con un 73 por ciento de valoración alta. La segunda institución, con 65 por ciento, fueron los docentes. Ambas, cabe agregar el dato, obtuvieron entre valoración alta o media más del 90 por ciento de las respuestas. Y son las únicas dos instituciones donde más de la mitad de los consultados expresan una estimación positiva.
Los “expertos mediáticos” en educación vienen reproduciendo e instalando con tenacidad dos mitos que se dan de cabeza contra estos datos. Aquel que dice que la educación privada es mejor que la pública, soslayando que en la Ciudad de Buenos Aires miles de familias eligen la escuela estatal y el macrismo no les otorga vacantes; y, por otro lado, el que achaca todos los males del sistema educativo a la falta de vocación y/o profesionalismo de los docentes. Los voceros de estos discursos van desde ex funcionarios de los gobiernos neoliberales de la década del ’90 hasta periodistas más o menos conservadores que han encontrado un interés repentino y casi filosófico por la problemática educativa de la que parecen descubrir verdades absolutas día por medio. El común denominador de estos discursos está en la idea del deterioro de la calidad educativa basada en los resultados de las evaluaciones estandarizadas internacionales cuyos objetivos, intereses, pertinencia y metodologías nadie, o casi nadie, pone en discusión. Estas operaciones discursivas buscan desprestigiar la tarea de la escuela y de los docentes y, a la vez, bajo ese halo de inocencia descriptiva predisponer a la sociedad a aceptar las reformas educativas neoliberales. Algunos de estos expertos son los ex ministros de Educación del gobierno de Fernando de la Rúa, Juan José Llach, Andrés Delich o Gustavo Iaies, que en sus políticas de ajuste incluyeron a la educación reduciendo el presupuesto. Otro que los medios masivos presentan como especialista educativo es Alieto Guadagni, quien fuera funcionario de segunda línea de la dictadura militar y luego participó de los gobiernos de Menem y Duhalde. La también ex funcionaria menemista Susana Decibe fue la que acuñó la frase “el problema de la educación argentina empieza y termina en los docentes”. Por último, el liberal-conservador Mariano Grondona también es uno los gurúes mediáticos del tema educativo. En un artículo de opinión asoció los problemas de la educación a que los docentes “hayan sido los primeros en rebajarse a sí mismos al renunciar a su título egregio de ‘maestros’ para autodenominarse modestamente ‘trabajadores de la educación’”.
Por supuesto, asumirse como trabajadores no implica en nada dejar de sentirse “maestros y maestras”. Al contrario, supone construir esa identidad desde una decisión consciente y no desde una imposible asepsia o desde una vocación innata. Pero además, lo que la encuesta pone de manifiesto es que estos mitos sobre lo público y lo privado o sobre la valoración de los maestros están construidos sobre bases muy dudosas y responden a fines políticos indisimulables. Tanto la consultora que realizó el trabajo como el medio que lo publicó son insospechados de tener afinidad ideológica con los docentes del sistema estatal y mucho menos con sus organizaciones gremiales.
Es evidente que los docentes, como cualquier colectivo de trabajadores y profesionales, tenemos errores, límites y cosas por mejorar. Pero también es evidente que los grupos de interés que van a contramano de lo que muestra la encuesta no nos critican por nuestros errores sino por nuestros aciertos. Por el compromiso que asumimos con nuestro pueblos de defender la educación como un derecho social y un bien colectivo.
1 Poliarquía e IDEA. Dirección: Eduardo Fidanza.
* Secretario general y de Prensa de UTE-Ctera, respectivamente.
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